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Ibsen Martínez: “La telenovela está muerta para mí”

Residenciado en Colombia desde 2013, el reconocido guionista, dramaturgo y ensayista da a conocer su cuarta novela, “Oil Story”, en la que el tema petrolero vuelve a su escritura

  • MARITZA JIMÉNEZ

17/09/2023 01:00 am

Oil Story, la cuarta novela de Ibsen Martínez (Caracas, 1951), acaba de salir en Colombia, bajo el sello editorial Tusquets. Una novela en la que el escritor, guionista, periodista y dramaturgo confirma su vocación literaria, alejado de las producciones televisivas que le dieron fama, como Por estas calles, que hoy no quiere recordar.

La escribió en Bogotá, donde fijó residencia hace diez años y hoy disfruta la calma que le ha permitido entregarse de lleno a la literatura, campo en el que entregado otras tres novelas: El mono aullador de los manglares (Random House-Mondadori, Caracas 2000), El señor Marx no está en casa (Norma, Bogotá, 2009) y Simpatía por King Kong (Planeta, Bogotá, 2013).

Una novela petrolera urbana
El petróleo es un tema con antecedentes en la literatura venezolana. Desde 1912, con Elvia, de Daniel Rojas, ha sido objeto de tratamiento, directa o indirectamente, en una buena lista de obras que recogen las transformaciones que el “excremento del diablo” ha operado en la economía y la vida del venezolano.

Oil Story, de Martínez, va más allá. En esta historia que atrapará al lector desde la primera línea, se remonta a los años iniciales de esa página en el Táchira de 1875, y los “descubrimientos” de Ralph Arnold que en 1911 abren los ojos a la industria norteamericana, para desembocar, aderezado por una bien entramada red de anécdotas y personajes, en la Caracas que va de 1997 al paro petrolero de 2002, “el boom más prolongado y catastrófico de los últimos cien años”, donde disecciona con humor e ironía a los “súbditos del precio del crudo”.

“El petróleo y todo lo que él ha entrañado para la Humanidad, estuvo entre mis intereses casi desde mi adolescencia”, afirma. “Atribuyo gran parte de ello al hecho de haber sido mi padre un trabajador petrolero y, quizá más decisivamente, a que mi madre haya sido una maestra normalista, de innata disposición para la enseñanza y, por sobre todo, una insaciable lectora”.

“Pero la idea de escribir sobre el tema puedo asociarla a cuán insuficiente hallé siempre la literatura del petróleo en Venezuela. Toda esa novelística de ideas 'protoizquierdistas', publicadas en su mayoría en las primeras décadas del llamado 'ciclo del café', que comienza a fines de la década de los 20 del siglo pasado, me aburrió siempre por su fisiocratismo ingenuo, por su aversión a la modernidad y por su apego a una idea de lo rural-nacional que nunca pude compartir”, agrega.

"El petróleo y todo lo que él ha entrañado para la Humanidad, estuvo entre mis intereses casi desde mi adolescencia”, dice Ibsen Martínez (MINGO GRACIA ARJONA)

De las matemáticas a la escritura
En la universidad, la carrera de Matemática lo conduce, paradójicamente, a su destino de escritor, a los 19 años. Primero, como traductor. “Se corrió la voz entre los profesores de que yo traducía cosas, y siempre tenía algo que traducir, libros de texto, artículos técnicos. Se me metió en la cabeza que podía estudiar matemáticas, porque mis lecturas de textos divulgativos me llevaron a eso”.

Más tarde, figura entre un grupo de estudiantes a los que el decano de Ciencias, Alonso Gamero, contrata para escribirle guiones de radio para el programa del Conicit 10 minutos de ciencia, en la Radio Nacional, “cuando era la emisora del Estado, no de un partido”.

“Eso me dio el oficio de escribir guiones. Tenía que leer muchas revistas de divulgación científica, americanas y europeas, e identificar algún tema divulgación, de interés general. Fue una muy buena experiencia”.

En la emisora conoció a mucha gente que grababa programas culturales, entre ellos el afamado dramaturgo y melómano José Ignacio Cabrujas, con quien se iniciará en los guiones de telenovela.

“Yo era un crío. Me enamoré de una actriz teatral, y fue muy fácil hacer el tránsito hacia la televisión. Así me desentendí de las Matemáticas, y me encontré de pronto en un sitio muy privilegiado, un canal de televisión donde podía escribir y me daban dinero a cambo, aunque no valoraba demasiado ese producto, ni lo valoro ni lo valoraré. Para mí la literatura es algo muy distinto”.

Participa como guionista en reconocidas miniseries y telenovelas de Radio Caracas TV, como Ratón de ferretería (1985), Señora (1988) y la novela “de comentario social” Por estas calles (1992), que rompe récord de audiencias en la década, marcando un antes y un después en el género.

Con Humboldt & Bonpland, taxidermistas, debuta en 1981 como dramaturgo. Cuatro años más tarde, en La hora Texaco, su segunda obra, da entrada al tema del petróleo, recreando las memorias de su infancia y adolescencia. Le seguirán LSD (1988) y Fiero amor (1989). Ya en este siglo, le siguen Petroleros suicidas ( 2011), sobre la huelga petrolera de 2003; Como vaya viniendo (2012), Drinking again (2015) y Panamax (2015), su última producción teatral, sobre la migración venezolana.

Trabajó como articulista en las páginas de los diarios El Nacional y Tal Cual, y su obra como ensayista figura en publicaciones literarias y de ideas del ámbito internacional, tales como El País de España, Letras Libres (Madrid-México), Revista de Occidente (Madrid), La Nouvelle Revue Française (París), ABC Cultural (Madrid), Foreign Policy (Washington), The New York Times, The Washington Post, Nexos ( México) y la revista colombiana El Malpensante, de cuyo consejo editorial forma parte.

“Colombia me hizo escritor”
Se instaló definitivamente en Bogotá desde 2013. Luego de varias visitas que se iniciaron en los años 90, las bondades de la biblioteca Rafael Arango, una de las mejores del mundo, sostiene, y el contacto que le permitió escribir en una revista literaria como El Malpensante.

“Yo odiaba la telenovela. Me parecía los barrios bajos de la actividad escritural. Entonces, poder escribir en una revista estrictamente literaria y de ideas hizo mucho por mí. Publiqué relatos, crónicas breves, ensayos, y fue la misma época en que empecé a colaborar en Letras Libres de México, que ya era binacional, mexicano-española, gracias a que Alberto Barrera vivía en México y me introdujo con los editores de la revista”.

“Vinculo mucho mis estancias en Colombia con mi propio desarrollo como escritor. Yo podría decir que Colombia me hizo escritor, no Venezuela”, subraya. “Y sí, me siento libre aquí, me siento muy libre. De las cuatro novelas que he publicado, dos han sido aquí en Bogotá. Aquí me adueñé de mi talante como escritor. Quiero decir que escribir literatura es lo único que me interesa, y el periodismo que ejerzo como columnista es algo connatural con el oficio. Pero Oil Story lo escribí concentradamente. Mi columna para El País, y el resto del tiempo sumergido en un texto cuyo único dueño e interlocutor era yo mismo”.

Ibsen Martínez: “No hay nada de Por estas calles en Oil Story” (MINGO GRACIA ARJONA)

El retorno del petróleo
El petróleo vuelve nuevamente a su teatro en 2011, con Petroleros suicidas, en la que retrata la "vida privada de un petroestado" entre 1997 y el presente, sobre el trasfondo del clima vivido durante el paro de la estatal petrolera Pdvsa en 2003, luego del masivo despido de veinte mil gerentes y la leyenda de suicidios masivos que suscitó.

En ella está la génesis de esta historia petrolera que es Oil Story.

“Debieron pasar más de 20 años para que el petróleo y el teatro volvieran juntos a mi vida”, declara Martínez desde la capital colombiana. “Invertí mucho tiempo en la investigación de esta obra basada en los antecedentes inmediatos del paro petrolero".

En 2018, comenta, comienza la escritura de una novela que se “atascó” en la página 80. “Me sentí muy desolado, bastante deprimido: juraba que tenía material para mucho más, pero no era así”.

Su amigo, el fallecido escritor argentino Juan Forn, vino en su rescate, cuando le recomendó: “Deshazte de ese material. No te rompas la cabeza tratando de echarlo adelante, aborda otra cosa, te sobran temas, pero no aflojes el tren de carrera. Aprovecha el impulso: comienza a escribir otra novela”.

“Me propuse entonces, solo por no perder la forma, atacar como prosa narrativa los temas de Petroleros suicidas, que resultaron claramente poderosos. Tanto, que se transmutaron en esta novela de 300 páginas, Oil Story, que ya nada tiene ya que ver con el magma inicial de Petroleros suicidas. Es otra cosa. Mucho más compleja”, afirma.

“No hay nada de Por estas calles en Oil Story”, responde enfático. “Oil Story es una novela y Por estas calles fue algo que para mí resultaba muy fácil. Ya yo había creado no solamente una reputación, sino una práctica de columnista, comentarista de opinión política, y nunca me gustó la telenovela. Y lo que menos me gustaba era la duración”.

“No ficción novelada”, han calificado a esta narración en la que pone en evidencia, una vez más, su notable manejo de la descripción de ambientes, anécdotas y personajes.

“Una novela es realidad”, responde. “Hay una expresión que creo que es del español Juan Benet, que, citando a Nabokov, dice que el lenguaje literario es convertir la experiencia en estilo. Ahí está para mí claro lo que es una novela: una suma de experiencias que te sugieren situaciones y personajes, y tú lo transmutas en un relato de ficción. Hay vasos comunicantes entre la realidad y la ficción que son muy enigmáticos para el autor, pero están allí. No hay porcentajes. Hay cosas que son absoluta ficción y cosas que son transmutación de experiencias propias o ajenas. Pero en Oil Story, yo creo que la presencia de la realidad es muy grande, la realidad venezolana”, admite.

-Llama la atención la transformación de sus personajes: un malandro convertido en hombre de bien, o la fraudulenta abogada en una excelente madre de familia. Y el triste final del ejecutivo petrolero.
-Bueno, así es la vida real. Es también una máxima de la escritura dramática, de la escritura teatral y los guiones de cine, que lo que más le interesa a un lector, aunque no lo detecte, es la transformación moral de los personajes, cómo cambia su psique, cómo cambian sus apreciaciones ante los dilemas morales que la vida les va planteando. Eso en general. La novela como género. Pero en el caso venezolano, esa cosa de que Mayimbe el submalandro, que como todo venezolano desea ingresar a la industria propiamente dicha; es decir, constituirse en un empleado público bien pagado, o la abogado dolosa, que se convierte efectivamente en una esposa modelo, eso me parece que no debería extrañar. Por lo demás, sí, mientras estuve escribiéndola, y desde siempre, he estado muy atento de la labilidad moral de los venezolanos en especial en América Latina, su ambigüedad moral, la lasitud con que se juzgan a sí mismos y a los demás. Entonces sí, el ambiente de Oil Story es en eso, un ambiente muy venezolano, de una gran lasitud moral, del todo vale.

-¿Cómo es su proceso de escritura?
-Es un proceso de fermentación de imágenes y situaciones que te sugieren la posibilidad de un relato de cierta complejidad. Yo no soy un buen cuentista, mi propensión es a la construcción, a lo compositvo, a componer sinfónicamente, que haya varias voces, varias historias. En este caso concreto me movilizó mucho un episodio que ocurrió en mi barrio natal, a un ejecutivo petrolero y a un amigo mío muy querido, un modelo remoto de quien pudo ser Mayimbe. Pero las ideas vienen también con la escritura, con el ejercicio de escribir y siempre el gen es algo que como lector puedo asociar con otras novelas. A mí me ha influido mucho Saul Bellow. Me importa mucho la manera que tiene de abordar sus temas y la naturalidad con que se mueve entre la alta cultura y el sentido de la calle, la intuición de la calle y de la vida cotidiana.

-¿Qué opina del teatro venezolano actual? ¿Veremos alguna obra suya pronto?
-El teatro venezolano es un tema como para un ensayo, pero no lo conozco, el teatro actual lo desconozco, no lo sigo. Escribí un par de cosas desde que me autoexilié, como Panamax, pero hasta ahora no ha prosperado nada que me haga feliz. Tengo ideas teatrales, he escrito varias piezas, pero me da la impresión, puedo estar equivocado, de que no hay en Venezuela en estos momentos un clima propicio para el tipo de teatro que yo tengo en mente.
@weykapu




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