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De Cumaná a Madrid: 99 años de “Las uvas del tiempo”, el poema venezolano del exilio

Andrés Eloy Blanco escribió su gran poema añorando Venezuela desde Europa el 31 de diciembre de 1923. Estableció una tradición esa “noche en que todos se ponen en los ojos la venda… por lo que viene y por lo que se queda… ”

  • ANDRÉS CORREA GUATARASMA

30/12/2022 06:10 pm

Nueva York.- “Mi soledad y tu recuerdo, madre, marchan, como dos penas”, escribió desde Madrid, “solo… tan solo”, sumergido en “toda la acidez del mundo”, un joven cumanés de 27 años que había viajado a España a recibir un premio de poesía.

La estancia se prolongó varios meses y aunque las circunstancias de su viaje pudieron haber sido agradables califican para un exilio clásico de añoranza, sensación que hoy millones de venezolanos viven incluso estando dentro del país. “Y ahora me pregunto: ¿Por qué razón estoy yo aquí? (…) Cuando dejé mi casa para buscar la Gloria, ¡cómo olvidé la Gloria que me dejaba en ella!”.

En la Venezuela de 1923 imperaba la opresión y el atraso caudillista y Andrés Eloy Blanco ya había sido apresado varias veces. Aún así, quería volver. “Tienen el ácido de lo que fue dulzura las uvas de la ausencia”.

Según una anécdota referida en 2018 por el escritor trujillano Juan Carlos Chirinos, Blanco creó Las uvas del tiempo porque perdió el barco de regreso y tuvo que pasar la Nochevieja de 1923 cerca de la Puerta del Sol de Madrid. “Para mí, este poema y el fin de año en casa de mis padres en Valera son la misma cosa”, apuntó.

El texto se convertiría en una tradición radial venezolana y en otros países de reflexión antes de las solemnes campanadas cada 31 de diciembre “por lo que viene y por lo que se queda”, minutos antes de la algarabía, el himno nacional y los incontables abrazos, fuegos artificiales y gritos entre “las manos que se buscan con la efusión unánime de ser hormigas de la misma cueva”.

Además, al ser tan radiado y hasta televisado, de cierta manera popularizó el género de la poesía. “Es un clásico de las letras venezolanas que trascendió al mundo. Su vigencia es imperecedera”, comenta el abogado Jesús Correa Salinas, fanático de Blanco por casi siete décadas.

“Lo escribió con amor y nostalgia por su terruño, por su familia y sobre todo por el recuerdo de su amada madre, en la oportunidad del cierre de un año. Hallándose fuera de su país tuvo la extraordinaria inspiración, la feliz musa, permitiéndole elevarse al pináculo de la poesía popular y sentimental, y propiciar su figura como el gran poeta de Venezuela. Desde niño memoricé sus poemas cuando a los 12 años compré en el Centro Simón Bolívar de Caracas la colección completa de sus obras”.

Eugenio Hernández-Bretón, miembro de la Academia Venezolana de Ciencias Políticas y Sociales, recuerda que “De niño, cada Nochevieja sonaba el viejo disco con la voz de Andrés Eloy Blanco declamando Las uvas del tiempo. Para mi mamá y mis tías era escuchar la voz del tiempo que ya no era y la voz de los que querían que estuviesen allí con nosotros. Es como hoy, es como siempre: el deseo de una familia unida y junta para esperar la venida de un tiempo mejor. El mismo sentimiento de millones de venezolanos hoy, de los que están fuera y de los que quedan dentro del país”.

Las doce uvas de Blanco no se desgranan con las manos, sino se “desangran” con los labios, los mismos que “están bebiendo de tu seno” materno, “racimo de la parra buena”. Esa última noche de 1923 el poeta honraba los recuerdos de su natal Cumaná y de Caracas – “el cañonazo en la Planicie” -, a donde se mudó para estudiar Derecho y comenzar a forjar lo que sería su sitial en la historia nacional como político socialdemócrata -fundador del partido Acción Democrática-, prócer y escritor, miembro de lo que luego se llamaría “la Generación del 28”.

En esos versos contrasta las costumbres caribeñas con las de Madrid, capital donde en septiembre de ese año el militar Miguel Primo de Rivera se había hecho del poder a la fuerza. Al comparar aquella ciudad con las plazas venezolanas sentencia que allá “no se abrazan ni gritan: '¡Feliz Año!', como en los pueblos de mi tierra; en este gozo hay menos caridad; la alegría de cada cual va sola, y la tristeza del que está al margen del tumulto acusa lo inevitable de la casa ajena”.

Con España no olvida mantener una actitud respetuosa: glorifica a “un hombre que se llamó Fray Luis y era poeta”; se muestra curioso ante Madrid -“la gran ciudad histérica (y) borracha donde va mi emoción sin compañera”- y la tradición de comer “al compás de las horas, las doce uvas de la Noche Vieja”, una por cada mes por venir.

“Tengo entendido que la costumbre de comer uvas el 31 de diciembre la "importó" Andrés Eloy con este poema”, acotó Chirinos. Esa tradición sirve de cadena a lo largo de la oda, donde Blanco conectó el recuerdo a “el gran parral que daba todo el año uvas más dulces que la miel de abejas” en su hogar de crianza.

“Yo soy un hombre a solas en busca de un camino…”. Aunque joven, Blanco mantiene un tono muy adulto, reflexivo, costumbrista, sociológico y existencialista, recalcando el valor de la sencillez, el tiempo y la esperanza, porque “las horas pasan; pero aprendamos a pasar con ellas”.

Aunque pleno de referencias geográficas y maternales, el texto ha probado ser atemporal y universal, resumiendo la vida como “la lucha ante los hombres malos y ante las almas buenas”, donde “la promesa de vernos otra vez se va alargando y el momento de irnos está cerca”.

Quizá un presagio, pues la vida de Blanco no sería muy larga. Durante la dictadura de Pérez Jiménez, tras ser Canciller en el breve gobierno de Rómulo Gallegos (1948), moriría en un accidente de tránsito a los 58 años de edad en mayo de 1955, esa vez exilado en México, siempre igualmente “loco por estar de vuelta…” en Venezuela.

Hoy, a través de las redes sociales, se confirma la vigencia y popularidad de esta obra, con comentarios personales y reflexivos como: “Este poema siempre me arrancó lágrimas cada 31 de diciembre que se colocaba en la radio. De niña sufría al escucharlo, hoy ya adulta y con mi madre ausente me parte el corazón”; “Hoy que recibo el año lejos de mi tierra no deja de sorprenderme lo vigente que está este hermoso poema para millones de venezolanos”; “¡Maravilloso! No hay mejor manera para recibir el nuevo año. El poeta nos traslada en el tiempo y con infinita delicadeza nos hace sentir nostálgicos, pero una nostalgia hermosa, sutil, cándida”; “Este poema, cada año que pasa, tiene más sentido para mí”; “El poema de todo latino en el exilio. Gracias por tanto Andrés Eloy Blanco…”.






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