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Lucía Vera: “Cada cuadro es una indagación”

La artista presentará hasta el 11 de septiembre, su primera individual en el país, "Saboveo", en la galería ABRA, del Centro de Arte Los Galpones, en Los Chorros

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

26/06/2022 05:00 am

Nació en Nueva York y vive en Londres, pero, dice, “Venezuela es el único país que me constituye”. Así, Saboveo, la primera exposición individual en el país de la artista Lucía Vera, que permanecerá abierta en la galería ABRA, del Centro de Arte Los Galpones, hasta el 11 de septiembre, representa para ella la colocación de la última pieza con la que se completará el rompecabezas, la imagen totalizadora de diez años de trabajo pictórico en 23 obras que la definen, que revelan la libertad con la que asume su oficio y hasta nos acercan a su franco sentido del humor.

Pero, ¿qué significa la palabra Saboveo? “Es un invento. Parecido a lo que hago con mis cuadros. Me serví de dos palabras, corté y mezclé, para evocar en vez de precisar. De la misma manera como mi pintura articula un mango y un muslo, encontré la descripción de mi trabajo entre saboreo y ver. Luego cada quien es libre de leer y sentir, mirar e imaginar, saborear y ver lo que quiera a partir de allí”, explica Vera, más propensa a sugerir que a mostrar.


"Pinto con lo que está debajo de la piel", afirma la artista Lucía Vera (CORTESÍA ABRA)

Lucía Vera es hija de la actriz y autora teatral Lupe Gehrenbeck y de su otro papá, el arquitecto y urbanista Felipe Delmont, pero no por ellos es artista. “Ser artista no es algo que uno escoge, sino algo que te toca, inevitable”, afirma.

En Saboveo se exponen dos cuadros hechos hace diez años en Nueva York; hay cuatro realizados en Londres entre 2012 y 2021, y 17 producidos en Venezuela en los últimos cuatro años. “Cuadros que nunca se habían visto, que no se conocían. Luis Romero supo verlos juntos, ponerlos a dialogar, con enorme sensibilidad. Verlos conviviendo, me permite constatar que la obra aunque ha cambiado en profundidad y precisión, si se quiere, sigue respondiendo a una misma búsqueda”, dice su creadora, quien en relación a sus temas, explica: “Cada cuadro es una indagación, una pesquisa que se origina a partir de una necesidad de pintar, que es como un impulso irrefrenable, unas ganas inevitables, un apetito que me habita, como una curiosidad. Por eso cualquier tema me sirve de excusa”.

Y agrega: “Las piezas más antiguas son más intuitivas e inmediatas. Tienen una libertad que proviene de saber menos, que ahora envidio. En el ínterin hay algunas piezas que se sienten más apretadas, más cerebrales y calculadas. Cuadros que empiezan a surgir de búsquedas un poco más dirigidas y controladas, más que expresivas. Y las piezas más recientes, tratan de balancear esa claridad de dirección, con la soltura e intuición de las primeras”.

Vera: "Pinto desde mi memoria, desde adentro" (CORTESÍA ABRA)

-¿Qué desea transmitir con su trabajo?
-No es lo que quiero transmitir lo que me lleva a hacer el trabajo que hago. Para ser honesta, me tengo que olvidar de todo tipo de audiencia para poder llegar a un estado de verdad y generosidad plena y poder pintar realmente. Arranco cada día en mi estudio, cargada del mundo exterior: de la gente que quiero y quiero impresionar, de los que ni conozco y quiero que me quieran; de ideas y conceptos y teorías; de todo lo que arrastra la historia del arte, un peso que conlleva la pintura. Empiezo llena de todo lo que sé y amenazada por lo que sospecho que me falta aprender.

“Entonces me dedico a olvidar -prosigue-. Todo: la gente, la historia, las teorías, lo que se dice del color, mis propias ideas de mi trabajo, lo que pienso que son mis temas, lo que pienso que le interesa a la gente ver, lo que siento que es importante hacer en el arte contemporáneo… Y es solo cuando todo eso se sale del estudio, que logro pintar. Pinto con lo que queda, con lo que está debajo de la piel, con todo lo que una vez absorbido, parece inevitable.

“Pinto desde mi memoria, desde adentro. No es una mirada que va y viene y reproduzco, sino un contenido interior que reside en mis órganos, y que evoco sensorialmente, como una totalidad, a partir de la sensación que me dan las cosas. Cuando empiezo a pintar, me esmero por avanzar lo más rápido posible, para así capturar esa cosa desconocida que estoy explorando, que se mueve y cambia dentro de mí, mientras la pinto. La velocidad me ayuda a capturar esa cosa que pinto, con crudeza orgánica. Es como si tratara de capturarme, antes de que encuentre un lugar donde ocultarme.


Para Vera, "el cuerpo, más que un tema, es un método, una forma de conectar al que ve la obra con su propia realidad física" (CORTESÍA ABRA)

“Después de varias horas de trabajo intenso, me detengo y observo. Y la mayoría de las veces, siento vergüenza al ver el resultado del trabajo que me delata, me expone en justamente todo lo que trato de ocultar cuando no estoy pintando. Por eso a veces termino por esconder esas piezas por días, o incluso años, cuando me resulta intolerable verme tan vulnerable y expuesta.

“El tiempo me ayuda a redescubrir esas pinturas que guardo. Al verlas luego, con la distancia que me separa del momento en que las hice, de alguna manera me restituyo. Esas pinturas me devuelven pedazos que son míos. Me reconozco en cada una de ellas. Me identifico en el chiste que me impulsó a los primeros trazos, y me reconozco hasta en el dolor y la vergüenza de lo que revela el cuadro”.

-¿Qué papel juega el cuerpo en su trabajo?, ¿y el humor?
-El cuerpo, más que un tema, es un método, una forma de conectar al que ve la obra con su propia realidad física. Siempre me ha parecido curioso lo desconectados que vivimos del cuerpo, de la experiencia de estar vivos, de esa cosa insólita que somos, una suerte de bolsas llenas de órganos con capacidad de conciencia, además. Aunque todo lo que está dentro de la bolsa es un misterio. Y lo que se atreve a salir, es una vergüenza, un tabú: sudor, lágrimas, semen, sangre… el terror. Nos llenamos de historias para vivir en una realidad paralela desconectada de lo físico, evitando el abismo ante la idea de la muerte que acompaña a la noción de estar vivos.

“¿Y el humor? Admito que tengo algo de payasa, y que me río de mis propios chistes. Mientras eso es casi un delito en Inglaterra, creo que en Venezuela puede resultar común y corriente. A veces me resulta tan ridículo estar encerrada en mi estudio, tomándome tan en serio, que me es difícil no burlarme de mí misma y de la seriedad de los temas que se me atraviesan. Por eso a menudo mis ideas para los cuadros empiezan ahí, en el chiste que es la vida. Parten de una idea que parece banal, y es en el proceso de pintarlo, que descubro su profundidad y lo que el chiste esconde. Lo que con risas, evito de mí misma. El humor me permite acercarme más fácilmente a cosas difíciles y dolorosas. Romper esa dureza que cubre lo que mejor no se habla ni se dice para que no duela. Eso que sabemos que está ahí aunque no nos atrevamos a acercarnos”, concluye Lucía Vera.
@juanchi62



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