Dianora Pérez-Montilla: “Busco visibilizar el deterioro humano, natural e institucional”
La artista ganadora de la primera edición del premio de Arte Contemporáneo Luis Ángel Duque lleva a su obra la memoria de las tragedias que hemos vivido
Dianora Pérez-Montilla (Caracas,1980), la ganadora del reciente Premio de Arte Contemporáneo Luis Ángel Duque de la Fundación Cultural Estilo, no está dispuesta a consentir el olvido. Haciendo uso de las herramientas que le permite el arte y una formación multidisciplinaria que incluye la fotografía, el diseño gráfico, la docencia, la producción editorial, amén de una maestría en arte y la opción a un doctorado, construye discursos en los que busca “visibilizar el deterioro humano, natural e institucional, así como evidenciar el resultado del poder ejercido con violencia y sistematizar la memoria del tiempo presente”.
Hechos como la explosión de Amuay, el incendio en la cárcel de Carabobo, los presos del Sebin, o el problema del oro en el sur de Venezuela, son puestos en escena por la artista en una admirable síntesis de forma, técnica y materiales, en la que la imagen “es presentada dentro de un código lingüístico-artístico que da cuenta de la violencia”.
En Tiempo presente, instalación en la que la retoma elementos recurrentes en su discurso -el libro, el papel artesanal hecho con fibras de uniforme militar y la escritura braille-, la artista rinde homenaje al fallecido crítico y curador en cuyo nombre se crea la recompensa que le permitirá permanecer por tres meses en Estados Unidos.
Se trata de un nuevo reconocimiento en la trayectoria de una creadora que desde 2017 viene ganando terreno como uno de los nombres más sólidos del post conceptualismo en diversos salones, con premios que le han posibilitado anteriormente residencias en España y Alemania.
-Podríamos decir que su carrera artística señala nuevos paradigmas en el arte contemporáneo.
-Difiero que sea una “carrera artística que señale nuevos paradigmas en el arte contemporáneo”. Creo que tan solo es otra perspectiva para abordar el arte clásico, pues en los programas de estudios actuales el énfasis está en comprender el arte clásico, no el arte actual. Así como hay más inquietud por el desarrollo de métodos para análisis plástico, que para la libre creación.
La academia, dice, le ha permitido “construir, desarrollar y aplicar una metodología para investigar y sistematizar la información de temáticas que son de interés personal, para codificarlas y darles una estructura formal”.
Hechos como la explosión de Amuay, el incendio en la cárcel de Carabobo, los presos del Sebin, o el problema del oro en el sur de Venezuela, son puestos en escena por la artista en una admirable síntesis de forma, técnica y materiales, en la que la imagen “es presentada dentro de un código lingüístico-artístico que da cuenta de la violencia”.
En Tiempo presente, instalación en la que la retoma elementos recurrentes en su discurso -el libro, el papel artesanal hecho con fibras de uniforme militar y la escritura braille-, la artista rinde homenaje al fallecido crítico y curador en cuyo nombre se crea la recompensa que le permitirá permanecer por tres meses en Estados Unidos.
Se trata de un nuevo reconocimiento en la trayectoria de una creadora que desde 2017 viene ganando terreno como uno de los nombres más sólidos del post conceptualismo en diversos salones, con premios que le han posibilitado anteriormente residencias en España y Alemania.
-Podríamos decir que su carrera artística señala nuevos paradigmas en el arte contemporáneo.
-Difiero que sea una “carrera artística que señale nuevos paradigmas en el arte contemporáneo”. Creo que tan solo es otra perspectiva para abordar el arte clásico, pues en los programas de estudios actuales el énfasis está en comprender el arte clásico, no el arte actual. Así como hay más inquietud por el desarrollo de métodos para análisis plástico, que para la libre creación.
La academia, dice, le ha permitido “construir, desarrollar y aplicar una metodología para investigar y sistematizar la información de temáticas que son de interés personal, para codificarlas y darles una estructura formal”.

Tiempo presente, instalación con la que la artista ganó el premio Luis Ángel Duque, de la Fundación Cultural Estilo (ABRAHAM TOVAR)
El diseño y el mundo editorial, por otra parte, “son el complemento ideal para esta estructura. El diseño me hace comprender la funcionalidad, la estética y la espacialidad. Mientras que el campo editorial contribuye a la sensibilidad y la trascendencia de la palabra en sí misma, permitiendo que pueda explorar otros lenguajes y métodos de comunicación”.
-Su obra trabaja a contracorriente de la imagen, desplazándola por la idea, la palabra, y conceptos arraigados en profundos dramas sociales.
-En esta era es difícil desprenderse de la imagen, especialmente cuando los desarrollos tecnológicos te obligan a su producción. Hoy, cualquier dispositivo electrónico contiene una cámara, lo que te lleva de manera natural y espontánea a hacer uso de ella. Ahora, ¿en qué se transforma esa memoria? Es la gran pregunta. Personalmente, no he dejado de usar la cámara fotográfica, y todas las obras tienen una amplia relación con la fotografía. En algunos casos hay obras tituladas como retratos. Aquí la diferencia la marca el espectador, es él la cámara fotográfica que en su cerebro produce una imagen cuando se pone en contacto con algunas de mis propuestas.
“En mis obras, las palabras están hechas para tocarse, pues considero que la acción más poética que existe es poder tocar las palabras, y aun sin saber lo que dicen, dejarte seducir por el tacto mientras algún símbolo o signo contribuye a la construcción de imágenes que solo podrás traducir con la expresión verbal. Aquí todo drama desaparece y se transforma en otra energía”, agrega.
En torno a la estética del deterioro con la que ha sido relacionado su trabajo, señala que en su tesis de maestría, una confrontación teórica desde la literatura y la estética para una lectura del arte venezolano de los 60, se reconoce a la colombiana Marta Traba como la primera en emplear el término, en 1964.
“Sin embargo, es Consuelo Hernández en 1996, quien desde la literatura, establece con claridad una ‘estructura que posibilita el estudio desde una estética del deterioro’. Para esto contempló tres divisiones que conllevan a otros aspectos: el deterioro humano, la decadencia social y el deterioro en la naturaleza y los espacios. Esta estructura es la que me ha permitido desarrollar diferentes temáticas como la muerte, la enfermedad, la prostitución, la trata de personas, el deterioro político y económico, lo carcelario y las masacres, entre otras desventuras”, explica.
-Qué nos puede decir del uso del papel carbón y lenguaje braille para llamar la atención sobre una realidad dramática.
-Esa referencia de papel carbón y escritura braille, es de una obra titulada La carbonera, realizada y expuesta en 2018. El texto dice “Quiero darle sepultura a mi hijo”, y es un clamor cotidiano entre los padres de los presos, luego de cada motín registrado en las cárceles venezolanas. Esa súplica se convierte en un grito silencioso, visible pero ilegible a través del braille sobre 71 tiras de papel carbón que representan a cada fallecido en el incendio del Centro de Reclusión Preventiva en el estado Carabobo en 2018, que fue reseñado por el Observatorio Venezolano de Prisiones ese mismo año. El papel representa la fragilidad y el carbón lo que queda tras el incendio: lo oculto y la insistente violencia que convierte al humano en una cifra.
“El braille es un grabado por excelencia, pero también es un código que me permite visibilizar realidades con la misma dificultad de la cotidianidad. El vidente desconoce el código, en algunos casos al invidente se le dificulta hacer una lectura de la obra, y pocas veces convergen ambos para complementarse. En las obras no hay traducciones, pero hay un elemento con el que el espectador se conecta para crear su imagen, para comprender la obra”, prosigue Dianora Pérez-Montilla.
-Hace algunos años, la fotógrafa invidente Sonia Soberats visitó Venezuela y después de una de sus conferencias me dijo: “La distancia entre el vidente y el invidente, la coloca el vidente”. Luego de configurar estas palabras con mi ejercicio docente, me vi en la obligación de aprender otros lenguajes, entre ellos el braille. ¡Me maravilló el hecho de poder tocar, sentir las palabras! Luego conocí El libro negro de los colores, de Menena Cottin y Rosana Faría, lo que me permitió experimentar este tipo de escritura sobre soportes no convencionales. En fin, un asunto gráfico se convirtió en una exploración de códigos: braille, morse, lenguaje de señas, nudo, hasta llegar a los códigos QR y la realidad aumentada.
@weykapu
El diseño y el mundo editorial, por otra parte, “son el complemento ideal para esta estructura. El diseño me hace comprender la funcionalidad, la estética y la espacialidad. Mientras que el campo editorial contribuye a la sensibilidad y la trascendencia de la palabra en sí misma, permitiendo que pueda explorar otros lenguajes y métodos de comunicación”.
-Su obra trabaja a contracorriente de la imagen, desplazándola por la idea, la palabra, y conceptos arraigados en profundos dramas sociales.
-En esta era es difícil desprenderse de la imagen, especialmente cuando los desarrollos tecnológicos te obligan a su producción. Hoy, cualquier dispositivo electrónico contiene una cámara, lo que te lleva de manera natural y espontánea a hacer uso de ella. Ahora, ¿en qué se transforma esa memoria? Es la gran pregunta. Personalmente, no he dejado de usar la cámara fotográfica, y todas las obras tienen una amplia relación con la fotografía. En algunos casos hay obras tituladas como retratos. Aquí la diferencia la marca el espectador, es él la cámara fotográfica que en su cerebro produce una imagen cuando se pone en contacto con algunas de mis propuestas.
“En mis obras, las palabras están hechas para tocarse, pues considero que la acción más poética que existe es poder tocar las palabras, y aun sin saber lo que dicen, dejarte seducir por el tacto mientras algún símbolo o signo contribuye a la construcción de imágenes que solo podrás traducir con la expresión verbal. Aquí todo drama desaparece y se transforma en otra energía”, agrega.
En torno a la estética del deterioro con la que ha sido relacionado su trabajo, señala que en su tesis de maestría, una confrontación teórica desde la literatura y la estética para una lectura del arte venezolano de los 60, se reconoce a la colombiana Marta Traba como la primera en emplear el término, en 1964.
“Sin embargo, es Consuelo Hernández en 1996, quien desde la literatura, establece con claridad una ‘estructura que posibilita el estudio desde una estética del deterioro’. Para esto contempló tres divisiones que conllevan a otros aspectos: el deterioro humano, la decadencia social y el deterioro en la naturaleza y los espacios. Esta estructura es la que me ha permitido desarrollar diferentes temáticas como la muerte, la enfermedad, la prostitución, la trata de personas, el deterioro político y económico, lo carcelario y las masacres, entre otras desventuras”, explica.
-Qué nos puede decir del uso del papel carbón y lenguaje braille para llamar la atención sobre una realidad dramática.
-Esa referencia de papel carbón y escritura braille, es de una obra titulada La carbonera, realizada y expuesta en 2018. El texto dice “Quiero darle sepultura a mi hijo”, y es un clamor cotidiano entre los padres de los presos, luego de cada motín registrado en las cárceles venezolanas. Esa súplica se convierte en un grito silencioso, visible pero ilegible a través del braille sobre 71 tiras de papel carbón que representan a cada fallecido en el incendio del Centro de Reclusión Preventiva en el estado Carabobo en 2018, que fue reseñado por el Observatorio Venezolano de Prisiones ese mismo año. El papel representa la fragilidad y el carbón lo que queda tras el incendio: lo oculto y la insistente violencia que convierte al humano en una cifra.
“El braille es un grabado por excelencia, pero también es un código que me permite visibilizar realidades con la misma dificultad de la cotidianidad. El vidente desconoce el código, en algunos casos al invidente se le dificulta hacer una lectura de la obra, y pocas veces convergen ambos para complementarse. En las obras no hay traducciones, pero hay un elemento con el que el espectador se conecta para crear su imagen, para comprender la obra”, prosigue Dianora Pérez-Montilla.
-Hace algunos años, la fotógrafa invidente Sonia Soberats visitó Venezuela y después de una de sus conferencias me dijo: “La distancia entre el vidente y el invidente, la coloca el vidente”. Luego de configurar estas palabras con mi ejercicio docente, me vi en la obligación de aprender otros lenguajes, entre ellos el braille. ¡Me maravilló el hecho de poder tocar, sentir las palabras! Luego conocí El libro negro de los colores, de Menena Cottin y Rosana Faría, lo que me permitió experimentar este tipo de escritura sobre soportes no convencionales. En fin, un asunto gráfico se convirtió en una exploración de códigos: braille, morse, lenguaje de señas, nudo, hasta llegar a los códigos QR y la realidad aumentada.
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