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Edilio Peña: “El teatro y el cine desaparecieron en Venezuela”

Con “Hambre en el trópico: Teatro del apocalipsis”, del dramaturgo, guionista y novelista venezolano, el género teatral entra al catálogo de Kálathos ediciones de España

  • MARITZA JIMÉNEZ

06/02/2022 01:00 am

Con Hambre en el trópico: Teatro del apocalipsis, la obra más reciente del dramaturgo Edilio Peña, el teatro entra al catálogo de Kálathos ediciones, editorial que ha asumido como suya la tarea de divulgar las letras venezolanas en tierra española.

El volumen reúne tres obras cortas: Hambre en el trópico, La noche de la bestia y La ópera del suicida, en cuyas páginas su autor se adentra en la realidad humana y social en tiempos apocalípticos, desde el drama de los comederos de basura en Venezuela, la actriz que intenta sobreponerse al abandono, o los hombres que incendian un hotel para cobrar el seguro.

Escrita en tres años, revela, fue una experiencia “intensa y dolorosa”, porque el tema, dice, “es muy próximo en sus registros a Venezuela, aunque la obra alcanza otras dimensiones que comprometen a la humanidad sojuzgada”.

Dramaturgo, narrador, guionista de cine y ensayista, Edilio Peña (Puerto La Cruz, 1951) ocupa un lugar destacado en la dramaturgia venezolana desde 1973, cuando su obra Resistencia, sobre la tortura y el poder, recibe el reconocimiento unánime del premio El Nuevo Grupo de ese año.

Se trata de una pieza que reúne elementos del absurdo para plantear, con un mínimo de recursos escenográficos, solo diálogo y luz, el conflicto del poder como nunca antes se había visto en nuestro teatro, señalando las que habrán de ser las características de este autor de casi una veintena de piezas teatrales, traducido al inglés, francés y portugués, con una lista de premios desde el Casa de las Américas de Cuba, pasando por el Tirso de Molina, Fundarte y Miguel Otero Silva, entre otros.

“Me resulta sorprendente que Resistencia termina por establecer una elipsis con mi última pieza teatral Hambre en el Trópico, declara Peña, explicando:

Resistencia fue mi primera pieza teatral. La escribí siendo un adolescente. El tema de esa obra no se ha agotado. Es la relación del dominador y el dominado. Un tema que persiste en la realidad de ayer tanto como la de hoy, a través de la víctima y el victimario. La pulsión del poder es la que moviliza este tipo de relaciones. Puede ser ideológica, pero también ontológica. Allana lo social y lo psicológico. Lo público y lo privado. La presa por tomar es el alma del ser, la cual termina devastada o desterrada de su más sublime intimidad. La historia humana reitera esa realidad que no pareciera cesar nunca. Un espectro que avivan dictaduras, guerras, campos de concentración, convirtiendo al ser humano en un objeto del hambre, la enfermedad, la degradación y la tristeza. Aunque el amor se resiste en medio de la agonía del odio y el horror”.

-¿Cómo definiría su teatro?
-En mis piezas teatrales exploro, a través de la ficción, ese universo apocalíptico con una composición formal donde el verbo desencadenado y el verbo contraído, se combinan en diálogos que revelan las características singulares de personajes raros, extraños en un mundo con historias impredecibles. Sin embargo, lo más significativo de una pieza teatral construida con diálogos, no es lo que se dice sino lo que se deja de decir. La belleza poética del teatro está fundada por el misterio del silencio, y por ello nunca se alcanza a decirlo todo con el verbo. Porque pensar el teatro es más que pensar la representación de una ilusión o un acontecimiento, un sueño o una pesadilla; es pensar lo fantástico o lo inimaginable como una ciega certeza que nos rebasa. Por eso en el teatro no puede existir la realidad de manera literal. La realidad es demasiado estrecha para la imaginación y la propia vida.

-¿Qué espera lograr con ello en el espectador?
-Se debe dramatizar en otra dimensión escénica para que el espectador abandone la razón de ser testigo y se convierta en un poseso que activa la remoción de su triada física, psíquica y espiritual. Un teatro complaciente no podría alcanzar este fin. Lo rendiría.

"El teatro no milita, medita", dice el dramaturgo, guionista, narrador y ensayista (ALEJANDRO PADRÓN)

-Se dice que el teatro es una de las artes más comprometidas con el hombre y la realidad. ¿Cómo ubicaría en ese sentido su producción dramática?
-Nunca me interesó el realismo ni el naturalismo. Quizá por ello no me convertí en escritor de telenovelas. Un teatro oscuro es más verdadero que un teatro explícito. Llámese este último, social o psicológico. El teatro no milita, medita. Los personajes de los verdaderos dramaturgos no deben decirlo todo; y de hecho, no lo dicen. El diálogo es el arte supremo de la conversación que vertebra la ausencia. El teatro se habla para develarse y revelar al otro completamente. No por la estrategia consciente de la voluntad. Eso crea una paradoja: la representación de la historia no se convierte en un catálogo de imágenes baratas, predecibles. Es más, la imagen como destino final de la representación puede ser sacrificada oponiéndole la nada. Solo una mano, un objeto o un haz de luz pueden ser suficientes en un escenario. Allí donde se concentra la sombra potencial del personaje.

-¿Es cierto que su obra ha sido vetada en Venezuela? ¿Cuál fue la última obra que montó en el país?
-Yo he vivido la paradoja de que mi teatro se representa más fuera de mi país, y en diferentes idiomas. Mi postura política me ha acarreado consecuencias, y de hecho, creo que Hambre en el Trópico no podrá representarse en Venezuela. No me interesa escribir un teatro frívolo y complaciente para sobrevivir. Mi última pieza que se montó en Venezuela fue El chingo. Mis novelas y guiones de cine no volvieron a editarse y producirse en mi país. Pero el verdadero drama es que el teatro y el cine desaparecieron de Venezuela. Sin embargo, estoy vinculado como guionista a dos proyectos cinematográficos a realizarse en los Ángeles (Estados Unidos): Ciudad salvaje, dirigida por José Ramón Novoa, y Acción decisiva, protagonizada por la actriz Jennifer Lemus. Igualmente, una antología de cuatro novelas breves está en manos de la editorial Kálathos para este año.

-¿Cómo ve la situación actual del teatro y el cine en Venezuela?
-Fantasmal. La gente de teatro y del cine que vive en Venezuela teme hacer un teatro y un cine que correspondan a la realidad actual del país. Implica un riesgo, pero también es producto de una ignorancia política en la que se privilegia el ego. Los pusilánimes optan por un arte que les permita sobrevivir. Aunque estoy convencido de que grandes obras se escriben en el anonimato y el silencio sepulcral. Un día habremos de ver su fascinante resplandor.

-¿Qué hace actualmente Edilio Peña?
-Escribo artículos y ensayos que publico eventualmente en el portal de Ideas de Babel, que dirige Alfonso Molina desde Colombia, y en la revista Trasversal, que dirige Gavrí Akhenazi desde España. En el orden de la ficción, actualmente escribo una novela: El corazón de la montaña.

-También mantiene talleres en línea.
-Tengo planes de dictar un taller de dramaturgia, basado en un libro de ensayo que escribí, titulado Trama (Proceso y construcción de la obra teatral). Forma parte de mi experiencia como dramaturgo y como profesor que fui de la Universidad de los Andes, en las cátedras de Dramaturgia teatral y Dramaturgia cinematográfica.

-¿El medio digital puede ser de tanta utilidad para el teatro como lo ha sido para la plástica, la música y la literatura?
-Creo que el teatro se resiste a la virtualidad. Aunque puede hacer uso de ella, pero no para someterse a sus dictámenes y formatos. Quizá porque el poder y la fuerza del teatro se posibilitan por la presencia cercana y viva de los actores y espectadores. El tiempo teatral es más fugaz e irrepetible que el tiempo y el espacio virtual que lo petrifica. El presente teatral escapa de la perdurabilidad. Su pulsión es la impermanencia. Nunca una representación teatral es igual a la anterior. Nunca el actor llega a ser el mismo, ni el espectador tampoco, aunque sean las mismas personas. Grabar la representación teatral en la virtualidad es como asesinar el instante supremo del suceso. Ese que muere y renace en el presente, sucesivamente.

Hambre en el trópico: Teatro del apocalipsis está a la venta en librerías españolas y portuguesas, y diferentes portales de libros web, como Amazon. “Me alegra que este libro haya tenido una recepción continental entre los lectores. Solo espero el montaje de esa obra emblemática para los tiempos en que vivimos, llamada Hambre en el trópico”, finaliza su autor.
@weykapu



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