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Bernardo Rotundo: “El cine venezolano se encuentra en un hoyo oscuro”

El periodista y presidente del Circuito Gran Cine asegura que el cine crítico no tiene una rendija para expresarse

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

14/11/2021 01:00 am

Bernardo Rotundo no es director de cine, pero poco le falta para serlo. Él ha centrado sus pasos profesionales como periodista y gestor cultural en la difusión de aquellas obras cinematográficas nacidas fuera o a contracorriente de Hollywood. Y no es que ande en una guerra políticamente correcta con la Meca del Cine, sino que es un fiel convencido de la democratización de las pantallas, de la posibilidad de las personas de ver películas de los grandes estudios, pero también de otras nacionalidades, del ámbito más artístico, autoral o independiente.

Rotundo no hace películas, pero le lleva el pulso a lo que ocurre en el medio fílmico nacional desde que a los 14 años fundó el Cineclub del Liceo Gustavo Herrera con una copia en 16 mm de Serpico (Sidney Lumet) que la Distribuidora Blanco y Travieso (hoy Blancica) le alquiló por 25 bolívares (de los que sí tenían algún valor).

Hace 25 años, creó el Circuito Gran Cine con la idea, precisamente, de promover “la diversidad cultural cinematográfica en Venezuela, como un derecho humano fundamental, y la exhibición del cine venezolano y películas de todas las procedencias del mundo, tales como obras latinoamericanas, europeas, cine independiente estadounidense, asiático…”.

-Circuito Gran Cine ha trabajado para promover la difusión de películas de calidad. Sin embargo, ese otro cine que no es el comercial difícilmente se ha masificado en el gusto del público. ¿A qué atribuye que la cultura cinematográfica no termine de extenderse por todo el país?
-A pesar de los grandes esfuerzos realizados, la situación sigue siendo muy desfavorable para todo el sector cinematográfico. Lamentablemente las salas de cine, la pantalla oscura, enfrentan una profunda crisis; incluso, mucho antes de la pandemia, ya teníamos inoculado el virus de la crisis económica y social venezolana y del autoritarismo. Desde el año 2016 hasta 2019, la caída de espectadores a los cines superó 60%, y luego nos vino, para colmo de males, el Covid-19. De 30 millones de espectadores anuales que tenían las salas de cine nos redujimos a 11 millones anuales y con la pandemia las salas se han quedado solas y muchas cerradas. Es el drama del país.

“Los cines viven una película de horror, estilo Hitchcock; o de encuentros con la muerte muy al estilo de El séptimo sello, entre pandemias, pobreza, crisis económica, autoritarismo, divisiones y problemas sociales profundos... A veces imagino al cine venezolano como el caballero medieval Antonius Block, jugando ajedrez con la muerte, en medio de la peste negra y la pérdida de la esperanza y la fe”, agrega.


Rotundo: "Somos defensores del CNAC porque fue creado por la comunidad cinematográfica venezolana" (HENRY PÁEZ)

Entre los factores que Rotundo señala como causantes de la disminución de espectadores para el cine artístico o de autor, está la falta de políticas públicas para el estímulo a los exhibidores, distribuidores y productores venezolanos.

-Hubo una época en que Gran Cine tenía una estrecha relación con las autoridades del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía. De hecho, la institución que preside recibía apoyo financiero del CNAC para proyectos específicos. Es evidente que con el cambio de directivas en el ente público, esos vínculos, si no se rompieron, no son tan visibles. Por ejemplo, ¿ha tenido algún contacto con el actual presidente del CNAC, Carlos Azpúrua?
-Somos defensores del CNAC porque fue creado por la comunidad cinematográfica venezolana, especialmente impulsado por los creadores, autores, productores y directores de cine. Los gremios y asociaciones históricas del cine venezolano siempre nos hemos mantenido unidos, independientemente de nuestras posiciones políticas. Desde Gran Cine hemos estado del lado de la promoción y diseño de políticas públicas que protejan e impulsen la creación nacional. Hemos formado parte de comisiones y comités de trabajo para la revisión y formulación de legislaciones nacionales y municipales.

Y aclara: “Ahora bien, el CNAC nunca ha financiado a Gran Cine. Entre 2013 y 2018 desarrollamos una alianza de trabajo que consistió en prestar un servicio de distribución para las películas de coproducción minoritaria venezolana, las cuales se hacían con apoyo del CNAC y luego quedaban guardadas en estantes. Para combatir esa invisibilidad logramos presentar en cartelera 18 películas de la región que vieron más de 185.878 espectadores: El patrón, radiografía de un crimen (Argentina), Amores peligrosos (Colombia), La piscina (Cuba), etcétera".

-Esta iniciativa -prosigue Rotundo- se mantuvo por seis años, pero los acuerdos de coproducción disminuyeron, así como el interés de las autoridades del CNAC de aquel entonces que al parecer no les dolía el cine venezolano porque no pertenecían a la comunidad cinematográfica nacional. De hecho, intentamos certificar como obras nacionales a películas que fueron realizadas por venezolanos, con capitales nacionales, pero filmadas en el exterior y lamentablemente el CNAC nos negó las certificaciones, como a la película En la ciudad sin brújula, que aunque transcurre en España era más venezolana que el “pan de piquito”.

-Apoyamos la gestión del cineasta Carlos Azpúrua en el CNAC; le ha tocado un momento difícil y complejo. Él forma parte de la comunidad cinematográfica nacional y es parte activa de los gremios y asociaciones del cine. Los sectores extremistas del chavismo y la oposición tratan de minarle el camino a su trabajo, pero según observamos, hace grandes esfuerzos para hacer una gestión con la participación de las asociaciones y gremios. Aunque tenemos posiciones políticas diametralmente opuestas, lo importante que predomina es que siempre dialogamos, conversamos e impulsamos políticas públicas que intentan sacar de este atolladero a la creación cinematográfica local.

-¿Qué es lo peor que le ha pasado a la cultura cinematográfica venezolana en los últimos 20 años?
-La pérdida de las salas de arte cinematográfico. El lamentable parte de guerra es el siguiente: no volvieron a abrir sus puertas: la Sala Margot Benacerraf del Ateneo de Caracas, hoy de Unearte, que opera como un salón de clases; las tres salas del Centro Plaza de Cinex, en Los Palos Grandes; La Previsora en Plaza Venezuela; el Cine Prensa, de La Florida; la sala grande de la Cinemateca-Celarg; el Cine Líder de Autor, de Cines Unidos, que dedica su programación al cine comercial; el mítico cine-club Charles Chaplin de Barquisimeto cerró y su impulsor se exilió en Chile; los equipos profesionales de proyección digital (DCP) colocados en el Lía Bermúdez y el Teatro Baralt de Maracaibo no están operativos, y muchas Salas Regionales están sin funcionar; este es un informe secreto del sector público que no explica la situación real de esas salas, lo cual es un deber hacerlo porque deberían rendir cuentas. Por ejemplo, la de Vargas y Pampatar en Margarita, que las he visto con mis propios ojos, están en ruinas.

"El cine venezolano siempre ha sido crítico, está en su ADN constitutivo", afirma el Presidente de Gran Cine (HENRY PÁEZ)

Apunta Rotundo a manera de corolario: “Hablamos de la pérdida de un sólido circuito independiente de cine que habíamos construido a pulso, durante décadas. Aunque creo que no es lo único que se ha perdido en el país, porque los reportes que recibimos de la industria petrolera venezolana nos demuestran que dejamos de ser un país productor de ese hidrocarburo y ahora tenemos que importar gasolina”.

-¿Por qué el gremio de cineastas no ha reaccionado, como lo hizo en la época en la que la Ley de Cine los aglutinó en una sola lucha, ante la “ideologización” de las diferentes comisiones del CNAC -sobre todo la que se encarga del estudio de proyectos-; los casos de censura -velada o directa- de películas como El Inca o Infección; el abandono de la Cinemateca Nacional…?
-En enero de 2019 celebramos el Día Nacional del Cine en la plaza Alfredo Sadel, de Las Mercedes, bajo la organización de todos los gremios y asociaciones del cine venezolano, con la proyección de la película Infección de Flavio Pedota, obra que fue boicoteada y saboteada por factores vinculados a la elite gobernante autoritaria. Fue un acto de resistencia cultural en el que también involucramos a ONG’S vinculadas con los Derechos Humanos. Igualmente hemos alzado nuestra voz contra la censura desde la época de Ledezma, el caso Mamera hasta El Inca, que fue censurada con artilugios legales y manipuladores.

“Ciertamente, la comunidad cinematográfica nacional está muy preocupada porque se observa que el cine independiente, de autor y critico está siendo acorralado, no tiene una rendija para expresarse y mostrarse. El cine venezolano siempre ha sido crítico, está en su ADN constitutivo. En la democracia se le daba dinero al cine nacional y las películas eran contestarías; Román Chalbaud y Carlos Azpúrua, cineastas emblemáticos e identificados con el proceso político actual, recibieron dinero e hicieron sus películas y fueron estrenadas libremente en los cines. En ese momento, la democracia no era tan mala. Ahora me gustaría hacer una pregunta: ¿Actualmente el CNAC podría financiar una película critica al gobierno? Lo dudo”, agrega.

-Pareciera que ahora solamente podemos hacer películas históricas que hablen de la gesta independentista, asociándola con la supuesta revolución del socialismo del siglo XXI, lo cual es una tergiversación histórica propia de quienes desean imponer un pensamiento único, una sola visión ideologizada de la vida. Son expresiones del autoritarismo. Cómo diría mi amigo Rafael Uzcátegui, intelectual y defensor de derechos humanos, “el efecto Sartre”, completa Rotundo.

-¿Cómo se sostiene en lo financiero Circuito Gran Cine?
-La situación económica de Gran Cine es muy delicada; en los próximos días vamos a realizar un crowdfunding para generar ingresos propios adicionales. Nuestras fuentes de ingreso durante 2020 y 2021 con los alquileres del cine móvil, la distribución y exhibición de películas, decayeron con la pandemia en un altísimo porcentaje. Movies That Matter y One Word, dos prominentes festivales de cine, nos apoyan para que impulsemos el Tercer Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos “Miradas diversas” y seguramente nos admitan este año en la Red Internacional de Festivales de Cine de Derechos Humanos. Eso ha sido ganado a pulso, haciendo un gran esfuerzo y compitiendo en el concierto internacional.

Rotundo hace un inciso para hablar de otro asunto que le preocupa: “Hace poco salió publicada una Providencia Administrativa que sataniza a las ONG, las ubica, automáticamente, como terroristas, vinculadas al hampa organizada y un poco de disparates llenos de ilegalidades y abusos. Deben haber escrito ese despropósito legal las mentes más oscuras de la sociedad, en los calabozos del pensamiento libre. Se trata de un adefesio jurídico-legal (muy de la escuela nazi cuando pretendía imponer legalidades falsas) que será una demostración más de la pérdida del estado de derecho. Más de 700 ONG de índole variada hicieron un llamado de atención a la colectividad y la comunidad internacional denunciando esta atrocidad".

Y prosigue: “Pareciera que el gobierno desea sustituir la categoría ONG por OMG, organizaciones muy gubernamentales, lo cual es un absurdo porque justamente la idea es que exista un equilibrio en los poderes y que las ONG’ puedan señalar y atender los desequilibrios que pudiesen existir en los poderes públicos o gobiernos. Hay una tentativa de anular y acabar con la disidencia de pensamiento”.

-En todo caso, nos administramos con mucha austeridad, trabajamos con mucho voluntariado y nos impulsa la conciencia por ver un país con un modelo social más abierto y amplio, sin dogmas, ni autoritarismos de ningún signo, ni de derecha ni de izquierda. La ciudadanía reconstruyendo el país. Lo que sí está claro que siempre mantendremos nuestro espíritu independiente y con una mirada crítica y disidente. En definitiva, somos defensores de la disidencia. Ojalá esta entrevista salga.

-¿Qué circunstancias generaron el cambio programático de Gran Cine, de promover la exhibición de películas de interés cultural a desarrollar programas sociales como La Fábrica de Cine?
-Siempre hemos sido defensores de los derechos humanos. La diversidad cultural es considerada por la Unesco como un derecho universal de la humanidad. No obstante, desde el año 2005, con la creación del Gran Cine Móvil Popular, empezamos a impulsar diversos programas sociales para desarrollar valores democráticos, organización ciudadana, cultura de paz con la promoción y creación de centros de cultura cinematográfica en todo el país. Adicionalmente contamos con programas sociales como La Fábrica de Cine, Cine con Propósito y el Festival Internacional de Derechos Humanos “Miradas diversas”. Igualmente trabajamos en la conformación de la Red Audiovisual, en la distribución y exhibición de películas, organización de muestras y festivales de cine y en los últimos 6 meses, hemos desarrollado de la plataforma Películas de Impacto para ver películas por streaming o VOD.

-La Fábrica de Cine promueve la realización de películas sobre la temática de los Derechos Humanos. ¿Por qué se planteó así?
-La idea es que los jóvenes aprendan a reconocer sus derechos, una formación que desarrolle una aptitud crítica y reflexiva ante la realidad. Jóvenes que puedan interpretar y analizar su realidad, comentarla y compartirla a través del cine. No queríamos hacer una escuelita de cine simplemente, lo cual no tiene nada de malo, claro está. Se trata de un programa social y popular que lleva 5 cohortes y ha realizado 35 cortometrajes y ha atendido a 5.000 jóvenes para enseñarles de sus derechos. Muchos de ellos ni sabían identificar sus derechos humanos. Trabajamos con sus padres y representantes y hacemos instrumentos de medición antes y posteriormente para evaluar los avances de los jóvenes. Y sin lugar a dudas le hemos transformado la vida a muchos de ellos. Se trata de un trabajo que intenta renovar la esperanza e ilusiones a los jóvenes, abatidos por una realidad hostil, enajenante, con un discurso oficial ideológico dominante de ideas únicas, donde el disenso está siendo asfixiado.

-¿Hay esperanza de que los cineastas del futuro dejen de mirarse el ombligo y le planten cara a la realidad actual?
-La esperanza es lo último que se pierde. La verdad es que el cine venezolano, como el país, se encuentra en un hoyo oscuro, una fosa, jugando ajedrez con la muerte, tal como en El séptimo sello, insisto. No obstante, en el Foro del Cine Venezolano, que reúne a un sinnúmero de asociaciones y gremios, hay debates permanentes buscando espacios, rendijas para encontrar oxígeno, hoy día tan escaso, en tiempos de pandemia. Necesitamos hablar más. Hacer películas sobre el Arco Minero, por ejemplo, sin tener miedo a que nos puedan perseguir por ser críticos; la crítica siempre ha estado en el ADN del cine venezolano y no deberíamos cambiar porque el autoritarismo esté dominando la escena.

“Incluso, percibo que los cineastas vinculados al gobierno se sienten abatidos y agobiados. No tienen esperanzas. Pero la verdad es que estamos, todos, como la mujer de esa canción Triste y vacía, de Willie Colon y Héctor Lavoe, un sentimiento nacional. A pesar de lo descrito se siguen diseñando planes y políticas. Las respuestas del gobierno son evasivas, por no decir inexistentes. Prefieren invertir grandes sumas de dinero en miniseries y no pagar el Ibermedia, programa vital que ha impulsado el cine de la región”, concluye el presidente de Gran Cine.
@juanchi62





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