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Carolina Torres: “El día que un teatro se quede vacío, ahí perderemos la esperanza”

La actriz interpreta varios personajes en la obra “El bramido de Düsseldorf”, que presentará en Espacio Plural la agrupación Deus Ex Machina

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

10/10/2021 01:00 am

“La idea surgió una tarde cuando me iba en tren de París a Alemania para ver el estreno de mi obra Tebas Land. De golpe, cuando pasé por la estación de Düsserdorf, pensé que era un bello nombre para figurar en un título. Esa misma mañana yo me había enterado de un episodio muy triste: un joven chileno que había visto mi pieza La ira de Narciso en Montevideo, cuando esta fue de gira a Santiago de Chile, compró entradas para que sus padres fueran a ver el espectáculo y ese mismo día fue a la plaza Uruguay que está en Santiago y se quitó la vida. La madre me había contactado para pedirme el texto. Quería tratar de comprender. Toda esa historia fue muy dura para mí y pensé que la mejor forma de afrontarla sería escribiendo un nuevo texto. Mi única forma de comprender el mundo es escribiendo”.

Así recordó el dramaturgo y director teatral franco-uruguayo Sergio Blanco, en un medio bonaerense, el germen del que surgió su pieza El bramido de Düsseldorf, texto que la agrupación venezolana Deus Ex Machina ha venido trabajando poco antes de la aparición de la pandemia, y que a partir del 15 de octubre, los días viernes, sábado y domingo, a las 4:30 pm, podrá verse en Espacio Plural de Trasnocho Cultural.

La pieza, escrita en 2016, se centra en la agonía y la muerte del padre de Blanco en una clínica de Düsseldorf, ciudad a la que el dramaturgo había viajado junto a su progenitor para llevar adelante un proyecto impreciso. A medida que la obra se desarrolla surgen tres posibilidades: lo hizo para asistir a una exposición sobre el asesino en serie Peter Kürten -conocido como El vampiro de Düsseldorf-, de la que escribió el catálogo; meterse como guionista en la industria del porno, o convertirse al judaísmo…

Se trata de una autoficción en la que verdad y mentira se confunden, pero que permite al autor llevar al público sus reflexiones sobre los límites del arte, la representación de la sexualidad y Dios.

Rossana Hernández dirige el montaje, con las actuaciones de Elvis Chaveinte, como Sergio Blanco; Djamil Jassir, como el padre, y Carolina Torres, a quien corresponde encarnar a cuatro personajes: la doctora Schiller; la productora ejecutiva de Acteón Films (especializada en cintas para adultos); una restauradora, y Lenka, “la única de estas cuatro criaturas que se ha planteado como un personaje como tal”, comenta la actriz.

No hace falta tener enfrente a Carolina Torres para darse cuenta que ella no es una mujer de estarse quieta mucho tiempo. Desde la pantalla de la computadora es todo gestos y movimientos. Mira a su izquierda y a su derecha para atrapar en el vacío, o en la inmediatez del momento, sus pensamientos. Sobre el montaje de El bramido de Düsseldorf dice:

-Ha sido un proceso difícil, pero eso es chévere porque los caminos fáciles son aburridos. Aquí tienes que expandir la mente, hay una cosa en la naturaleza del texto y en la propuesta de Rossana Hernández que exige un trabajo menos naturalista, donde por el hecho de estar narrándote constantemente y saltando de un sitio a otro, hay como elipsis de situación. No es una conversación en la que desarrollas el conflicto, recreas, creces, sino que el proceso es interrumpido constantemente por la narración y hay que generarlo de otra manera. Esto es lo más complicado del relato.

-Es una autoficción.
-En este tipo de piezas nada termina siendo verdad. La verdad se construye en el momento en que el espectador se sienta en la silla y decide seguirle el juego a lo que se está narrando allí, a involucrarse en la historia. Sergio Blanco lleva al extremo la autoficción, al incluir las referencias de las obras que ya escribió, al involucrarlas en la trama. A nivel estructural es mucho más compleja que las otras. La ira de Narciso, que es mi preferida, también es compleja, pero siento que la estructura de esta pieza y los saltos que da, son más complicados a la hora de ejecutarlos actoralmente. Me pareció que iba a ser un reto.

Y prosigue: “La mayoría de los personajes que hago está allí para ejecutar una cosa muy precisa en la narración, salvo el último que es el de Lenka. Los personajes no existen en esta pieza, realmente desde un principio Sergio Blanco está jugando. La obra se inicia con la presentación de los personajes que van a ver los espectadores y de las personas que los están interpretando, eso nos permite autoficcionarnos, simplemente para poder hacer match con los temas planteados en la pieza. Luego vienen los cinco bramidos, que serían los cinco actos, y una recapitulación. En esa recapitulación está el personaje de Lenka, que es el único mortal, si lo podríamos llamar así, el único personaje que tiene una función”.

-Cuando le proponen un proyecto, ¿qué es lo que más le interesa: su estructura o los temas que plantea?
-Son muchas cosas. También lo he aprendido de las etapas de mi vida. Cuando estaba más joven tenía la ansiedad de “¡tengo que actuar!”. Ahora no tengo esa ansiedad. Vivo de otra cosa -es diseñadora gráfica autodidacta-, lo que no quiere decir que no ame el teatro ni que no me apasione actuar. Es un hecho demostrado que no podemos vivir de él, y de unos años para acá, que no sabemos hasta cuándo va a durar la pandemia, menos. A veces decimos que sí por necesidad, pero he trabajado en papeles pequeños porque me interesa el proceso, porque la obra es interesante y sé que el director va a hacer algo interesante. A veces es el personaje… Pero últimamente hago como un compendio de varios factores: que me interese la obra, ya no me satisface que el personaje sea maravilloso si la obra no me interesa; un texto que defienda una tesis que yo también defienda; un personaje que conecte conmigo, y un director que sienta que me va a aportar algo distinto.

Torres comenzó su formación en el Instituto Universitario de Teatro (Iudet), pero estando en segundo semestre de la carrera ya actuaba. Lo hace desde los 17 años. “Angélica Escalona fue la primera persona que confió en mí, que me sacó de la academia al escenario. Ella me llevó a trabajar en una pieza de danza-teatro escrita por Javier Vidal: XL 1953. Y la primera en la que tuve un personaje fue Caricias, de Sergi Belbel, que produjo el Centro de Directores para el Nuevo Teatro en 1995”. También ha trabajado en películas como La virgen negra (Ignacio Castillo Cottin, 2008), Er relajo der loro (John Petrizzelli, 2012), Azul y no tan rosa (Miguel Ferrari, 2012), El Inca (Castillo Cottin, 2016) y La noche de las dos lunas (Ferrari, 2018).

"Me interesa hablar mucho de ese macabro normalizado en que vivimos los venezolanos”, dice Torres (NOEL CISNEROS)

-¿Encuentra alguna ventaja en ser una actriz independiente?
-Crecí en un medio teatral donde había grupos; estuve en varios y eso me permitía, más allá de pertenecer a algo, hacer relación constante con personas que terminan siendo tu familia. Extraño la idea del grupo, del trabajo constante, porque eso hacía que en el escenario surgieran cosas maravillosas, pero ahora siento que todo es como muy paracaidista, no con todo el mundo, pero a veces entras en un grupo donde la gente no está en la misma onda, a veces sí entras en grupos en los que desde la primera lectura te das cuenta del compromiso, de la capacidad de juego, de riesgo. Ser independiente tiene ese pro y ese contra. De lo que sí me arrepiento es de no haber generado nunca un grupo, aunque nunca es tarde porque llega un momento en que quieres comenzar a decir lo que te interesa decir.

-¿Qué temas le gusta trabajar?
-He estado haciendo talleres de dramaturgia, pero para nada me considero dramaturga; me he dado cuenta que a mí me gustan los temas crudos, las cosas descarnadas; temas de contenido social, un poco macabros, porque estamos viviendo una realidad macabra. Espero terminar dos cosas que estoy escribiendo. Me interesa hablar mucho de ese macabro normalizado en que vivimos los venezolanos, me interesa mucho hablar de la soledad, pero siempre desde un lugar poco cómodo. No me gustan los textos ni las obras complacientes. Me encanta Sergio Blanco porque no se pone en lugares cómodos.

-¿Qué textos o montajes han dejado una huella en usted?
-Esta carrera que está completamente supeditada al conocimiento de ti mismo, de tus emociones, de saber traducir eso sin traumas. La primera obra que protagonicé, Miss, de Gustavo Ott, dejó su huella porque me encantó la relación con el autor; en los ensayos con él había una cosa interesante que se desataba de hablar del texto. Ahí desarrollé esa cosa analítica que me enseñaron en la universidad, pero a la que no le había sacado el jugo. A partir de ese trabajo con Gustavo, aprendí a conectarme con la parte intelectual que debe tener un actor, a estar en contacto con la palabra desde la serenidad, sentir el toque de la emoción.

-¿Cómo ha modelado la actuación a la Carolina Torres ser humano?
-Me ha enseñado a calmarme un poco, todavía me faltan algunas lecciones porque soy hiperactiva, y miles de cosas más.

-¿Qué quiere decirle al mundo a través de la actuación?
-Que hay que sentir al otro, sentir nuestras emociones, ser compasivo. Estamos en un mundo que solo se mira el ombligo y eso es terrible. El día que un teatro se quede vacío, ahí perderemos la esperanza, porque es el único arte que conecta con el otro de una manera mucho más tajante.
@juanchi62



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