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Lorenzo Vigas: “Cada vez que haces una película te mueres un poquito”

"La caja", el segundo largometraje del cineasta venezolano, se estrena en la Mostra de Venecia el 6 de septiembre

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

29/08/2021 01:00 am

Del corto Los elefantes nunca olvidan (2003) a su segundo largometraje La caja (2021), y luego del éxito que obtuvo con su ópera prima Desde allá (2015), el cineasta venezolano Lorenzo Vigas ha pasado casi dos décadas indagando en el tema de la paternidad, la que se ejerce desde la negación o la violencia, hasta la que brilla por su ausencia.

Ha dicho que, quizás, la película con la que regresa al Festival Internacional de Cine de Venecia, donde en 2015 recibió el León de Oro, cierre la trilogía en torno a la figura del padre. “Por ahora, La caja es el fin de un ciclo, de una etapa en mi carrera, pero quién quita que el tema regrese. Así son las obsesiones”, asoma Vigas desde México, país en el que lleva veinte años residenciado.

La caja, en la competencia oficial de la edición número 78 de la Mostra, que se desarrollará entre el 1° y el 11 de septiembre, cuenta la historia de Hatzín (Hatzín Navarrete), un joven de 13 años que viaja al norte de México con la esperanza de recuperar los restos de su padre, hallados en una fosa común. Ya en Chihuahua, Hatzín conoce a un hombre (Hernán Mendoza) tan parecido a su padre, que comienza a dudar de la muerte de su progenitor. Ese hombre, en realidad, se encarga de reclutar trabajadores para las maquiladoras del lugar.

Hatzín Navarrete, un talento innato para la actuación (CORTESÍA)

-Más de una década montado en el tema de la paternidad. ¿Qué ha aprendido?, ¿a qué conclusión llega?
-Aunque Los elefantes nunca olvidan, Desde allá y ahora La caja tratan el tema de la paternidad, no hago películas para aprender. Me gusta que me enseñen cosas, pero no es algo que pueda decirte qué es porque todo es un proceso interior. Desde un punto de vista consciente, no es algo que pueda definir. Lo que sí puedo decir es que me apasionó y que hablé sobre eso, era algo más fuerte que yo. No sé si aprendí algo sobre el tema, conté estas historias, por alguna razón tenía que contarlas, y salieron…

“Sí aprendí mucho haciendo las películas, del proceso de realización. Una película es un proceso de vida, cuando haces una, dejas una parte de tu vida en ella. Cada vez que haces una película te mueres un poquito, porque dejas mucha vida en ella. Todo lo que sufres, lo que sacrificas, lo que gozas, todo al mismo tiempo, es hacer una película, y eso es un aprendizaje de vida”, agrega.

Recuerda Vigas que cuando escribió Los elefantes nunca olvidan pensó en un niño que busca a su padre y éste no lo reconoce; igualmente en Desde allá está el chico al que su padre abandonó y cuando sale a buscarlo consigue en un mecánico dental una especie de figura paterna… “El tema salió solo o, por lo menos, no de ningún sitio racional o consciente”.

-Claro, pero esas historias sobre la ausencia del padre dejan de ser individuales, personales, para adquirir una dimensión social. Hablamos del paternalismo, de sociedades que cifran sus esperanzas en una figura paterna, del caudillismo. ¿Qué dimensiones adquirió el tema durante los más de diez años que lo ha venido trabajando?
-Esa lectura viene después, pues no sé por qué cuento las historias que me salen. Y una vez que las veo, si yo le meto a la parte inconsciente, que es todo el proceso creativo, un poco de consciencia, me doy cuenta que vivimos en un continente donde el tema del padre tiene unas implicaciones sociales muy grandes, tremendamente importantes, porque a veces es más relevante lo que falta que lo que tienes; la mamá casi siempre está, pero el papá no. No es que yo, entendiendo que el tema es muy importante en el continente, decidí tocarlo. No, estas historias salen, no sé por qué, y después me doy cuenta que sí, que en Latinoamérica el asunto de la paternidad es muy importante, cómo la gente sustituye la figura paterna cuando no la tuvo, cómo toda tu vida depende mucho de la relación con tu padre…

“Tuve una relación muy cercana con mi papá, afectivamente buena, él siempre estuvo presente, siempre conté con su palabra, con lo que un niño espera de un padre, que a veces te diga cosas que te tranquilicen, esas cosas que provee el padre, esa sabiduría. Entonces, tampoco es un tema personal”, acota.

-¿Cómo surgen los temas en usted? Por lo que dice, es un proceso muy orgánico, una pulsión.
-Es una curiosidad y una inquietud sobre algo. Para La caja estaba viendo una noticia acerca de unos parientes de gente de la guerra civil española que iban a buscar a sus abuelos que estaban enterrados en fosas comunes en Guernica. Viendo esa información me pregunté: “¿Y si un niño va a buscar los restos de su padre?”. De ahí salió la idea. Yo estaba en México, y con la realidad mexicana de las fosas comunes, me pregunté: “¿Pero qué pasaría si ese niño que viaja a buscar a su papá ve a un hombre que es igualito a su padre?”. Ese fue apenas el punto de partida de La caja. Fue un proceso larguísimo porque desde que tuve esa idea y escribí un argumento, lo dejé reposando años hasta que se pudo terminar el guion.

-Las películas de los grandes autores del cine contemporáneo son reflejos de ellos mismos. En Los comulgantes se muestran las dudas religiosas de Bergman, y Ocho y medio, Fellini desnuda las angustias que le generaban las crisis de creatividad. Si sus tres películas tratan de relaciones conflictivas o inexistentes entre padres e hijos, no encaja mucho que la relación con su padre -el pintor Oswaldo Vigas- haya sido completamente armoniosa. ¿Cómo se explica eso?
-Lo que sí es cierto es que durante un tiempo de mi vida sí hubo una tensión que venía del hecho de que yo era hijo de una persona muy importante, y eso entonces me ponía en una situación difícil, en la que yo me puse solo pues a mí nadie me exigía nada. Mi padre siempre me apoyó en todo, pero uno mismo se pone esa presión de tener que convertirte también en alguien importante porque eres hijo de una persona importante. Entonces, esa tensión claro que existió cuando era adolescente y quizás hizo que me conectara con el arquetipo del padre latinoamericano, pero no por algo que yo haya vivido. Esa tensión, en cierta forma, disparó esa inquietud en mí.

Con una licenciatura en Biología, Vigas abandonó la maestría en Biología Molecular que cursaba en Boston, luego de haber hecho empíricamente el documental Vigas en París, a propósito de una exposición de su padre en el Museo de la Moneda. Se formó como cineasta en Nueva York. De su carrera científica le quedó la rigurosidad, “pero sufro mucho por eso, porque me gustaría no serlo tanto y poder hacer las películas más rápido. Seguramente es algo que hace que mis películas queden bien, pero que también me hace sufrir mucho”.

-La caja toca tangencialmente otros temas aparte del de la paternidad: la identidad, los desaparecidos en México, la violencia contra las mujeres, la explotación laboral…
-Todo eso lo entiendo una vez que veo la película terminada. La película se sitúa en el estado de Chihuahua, el más grande de México; al norte está Ciudad Juárez. El hombre viaja por todo el estado en un autobús escolar para llevar gente a trabajar en las maquiladoras; Hatzín, entonces, queda atrapado en ese mundo, y ahí aparece el tema; fue inevitable tocar el tema de las mujeres desaparecidas, pero todo salió muy naturalmente mientras escribía la historia. No estaban en la premisa inicial, pero salieron cuando se comenzó a desarrollar la película. Es el final de un proceso donde te das cuenta de lo que trata lo que estás haciendo. La profundidad no la puedes buscar, te tienes que tropezar con ella. Si tú buscas hablar sobre un tema, yo creo que no vas a conseguir nada trascendente, porque haces que el proceso sea muy consciente. Los significados más importantes están enterrados en el subconsciente. Yo no quería hablar de la identidad en un principio, pero al final me doy cuenta que sí, que la película tiene que ver con eso.

-Es una película esencialmente mexicana.
-Más allá de los temas, lo que hace realmente que las películas sean muy de un lugar son las personas, los actores, y uno debe tener la sensibilidad para no imponerse, sino de que ellos también hablen, que los actores expresen sus emociones, su esencia, y ellos son mexicanos. Yo soy venezolano, pero los actores son los que hacen que la película sea mexicana.


La caja también se verá en los festivales de San Sebastián y Toronto (CORTESÍA)

-¿Cómo dio con Hatzín Navarrete?
-Hice un casting enorme para buscar al niño. Fuimos a muchísimos colegios de México, hicimos muchas entrevistas y un taller muy grande, pero yo no estaba completamente convencido, y Hatzín apareció una semana antes de tener que irnos a Chihuahua. Al final fue un gran riesgo que tomé porque él nunca había actuado, pero tenía emociones convulsivas en relación a su padre, que lo abandonó, y yo sabía que eso iba a ayudar en la historia; además, tiene un talento innato para la actuación.

Producción mexicana-estadounidense (Lucía Films y SK Global Entertainment), La caja se rodó en 12 semanas. Fue filmada en 35 milímetros. “Creo que parte de esa decisión tuvo que ver con haber ganado un premio tan importante con mi primera película. Me puse una presión enorme encima. Cuando te ganas un premio así, hay varias posibilidades: una, que te paralices y no puedas hacer más nada en tu vida, y otra, la que me tocó a mí, que tengas una enorme presión, ¿qué vas a hacer después?, sientes que la gente está esperando. Ganarse un premio como el León de Oro de Venecia es bueno y malo. Es bueno porque te abre puertas, pero también puede ser malo porque te pone una presión enorme”, comenta el cineasta.

-Quise que esta historia creciera lo más posible -prosigue-, quería hacer la película más grande posible, y eso tenía que ver con locaciones, paisajes, maquiladoras de verdad, escenarios avasallantes… Era una pequeña historia situada en un contexto abrumador. También quise empujar la imagen hacia eso. Soy un amante del celuloide, creo que el video hasta ahora no logra la conexión emocional que sí se consigue con la película.

Aunque trabajar con película fotosensible aumentó los costos del filme, el equipo de producción de La caja consiguió “precios especiales” por parte de Panavisión México (cámaras) y de Kodak (película virgen). Labofilms, dueño de una parte de la obra, asumió el revelado del material.

La caja tendrá su premiere mundial en la Mostra, el lunes 6 de septiembre, a las 7:00 pm (hora de Italia). Lorenzo Vigas estará navegando por sus canales tres días antes. Allí competirá con realizadores como Paolo Sorrentino, Pedro Almodóvar, Jane Campion y Ridley Scott, entre otros.

-Ganar en un festival de cine como Venecia, ¿genera dinero, ganancias?
-Yo invertí mucho en La caja (risas). No genera dinero porque no te dan ningún premio en metálico, pero lo que sí es que te abre puertas que tú tienes que aprovechar, la gente va a ver tu película, tienes más posibilidades de venderla.

-¿Cómo ve a Venezuela desde allá?
-Con mucha tristeza; con una mezcla de emociones porque tengo tiempo sin ir y tengo ganas de hacerlo. Quiero volver a hacer una película en Venezuela; todavía no porque tengo en planes hacer una película en Estados Unidos que tiene que ver con las diferencias de clases, con el éxito, eso de tener éxito a juro, y en la que quiero mezclar géneros. La caja, por ejemplo, es un drama, pero tiene mucho de thriller, de película de misterio.

Luego de su paso por Venecia, la nueva película de Lorenzo Vigas se verá en la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián y posteriormente tendrá una sesión especial en Toronto. Su exhibición en Venezuela dependerá de la compañía distribuidora que adquiera sus derechos.
@juanchi62



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