Miguel von Dangel: "El arte se apiadó de mí"
El artista venezolano, nacido en Alemania, falleció la madrugada de hoy en el Hospital Clínico Universitario de Caracas. Tenía 75 años
“Cuando estaba vomitando sangre a causa de úlceras sangrientas, y los médicos se están ocupando de ti en el contexto de la primera, segunda, tercera… sexta intervención, te dejan arruinado, y la salud se va perdiendo, de pronto te encuentras en una clínica en San Bernardino y en la mañana tienes el privilegio de ver El Ávila. Entonces te dices: ‘¡Qué efímero soy yo!, allí está ese bloque de basalto y esa enormidad tan maravillosa que mucho antes de que uno existiera estaba allí y que obviamente va a estar por un par de millones de años todavía cuando ya no existamos nosotros, cuando ni nuestras proposiciones ni nuestro brillo intelectual aporten nada’. Allí sí hay una lección de humildad. Y todavía estoy luchando con la aceptación, tengo que aceptarlo y la soberbia no me deja. Pero es que el arte es un oficio por excelencia de gente soberbia. Creo que a veces somos artistas porque la providencia nos ubica en el oficio donde más palos vamos a recibir y donde terminaremos de aprender lo efímeros que somos”.
Dura batalla la que le dio Miguel von Dangel a la muerte. Ambos trajinaron mucho en ese rabioso forcejeo que inevitablemente lleva a los seres humanos a un plano más allá del físico. Las palabras anteriores las expresó el artista con motivo de la presentación en la galería D'Museo, del Centro de Arte Los Galpones, de la exposición Epifanía a la sombra de la montaña sagrada, una especie de particular y especial -todo en Von Dangel fue siempre particular y especial- tributo a la montaña que corona su casa en una empinada calle del sector El Dorado, en Petare. Hoy, en la madrugada de este domingo 25 de julio de 2021, a la 1:35 am, falleció en el Hospital Clínico Universitario, un artista que, sin las exageraciones propias de este tipo de notas necrológicas, deja una profunda impronta en el arte contemporáneo venezolano.
En aquella misma entrevista, publicada en El Universal el pasado 10 de febrero, decía Von Dangel que el arte es eternamente nuevo porque es eterno e inagotable como solución y como pregunta, como cuestionamiento y como respuesta. “Creo que el arte es una respuesta a lo previo que existe en uno. Un poco la tesis platónica de que uno no aprende, si no que repite lo ya aprendido, despierta en uno lo que ya uno sabe. Aunque sea un atavismo, uno solo puede responder con lo que ya tiene dentro de uno, y para sorpresa inagotable del ser humano, el arte es esencialmente eso. El arte no es nuevo nunca, lo que no quiere decir que haya manifestaciones de arte viejas, por ejemplo, la cinética, que descubre a Heráclito dos mil años después y nos emociona enormemente como algo nuevo. Aunque creo que después de Altamira y Lascaux hay poca novedad que descubrir. Es como el amor, vamos a decirlo así. ¿Hay un nuevo amor, o es el amor que se repite eternamente en nuestras relaciones humanas? La justicia podría ser otro ejemplo. Hay gente que ofrece mucha justicia nueva, como si la justicia fuera renovable permanentemente con cada nuevo gobierno, con cada nuevo esquema de poder. Entonces, ¿hay una nueva justicia o es la justicia de siempre la que debemos buscar?”.
Así de claro y directo era este artista, nacido en Bayreuth, Alemania, en 1946, pero que desde los cuatro años abrió los ojos a la exuberancia y el caos de la naturaleza tropical, cuando él y sus padres, el zoólogo polaco Félix Von Dangel y la alemana Susanne Hertrich, emigraron a Venezuela. Siempre pensé -y perdóneseme el uso de la primera persona; no se trata de un arranque de petulancia- que aquel artista de altura y gestos intimidantes, de gran brillantez intelectual; gustos básicos como su modesta vivienda en Petare, siempre llena de matas; una cama que se recuerda como un catre; un café en taza de peltre; un bermuda y un chaleco de fotógrafo como vestimenta, y la compañía de libros de grandes pensadores de la humanidad: los filósofos griegos, Lutero, Goethe, Cioram, Humboldt, Nietzsche... como se presentaba Miguel von Dangel ante los demás, no era más que una armadura externa para ocultar a un hombre tímido, pero para nada inseguro en cuanto a sus convicciones, la personales y las artísticas.
Una de aquellas convicciones fue que para ser artista no era imprescindible pasar por la Academia. Tal revelación la tuvo Von Dangel siendo un joven que a los 17 años se inscribió en los talleres libres de la Escuela de Artes Visuales "Cristóbal Rojas", donde tuvo como maestro a Luis Guevara Moreno, pero al que los estudios de Taxidermia y la amistad con otro gran artista, Bárbaro Rivas, convencieron de abandonarlos. Eso sí, siempre mostró interés por las obras de Grünewald, Van Gogh, Bosch, Grosz, Armando Reverón, Emerio Darío Lunar y Mario Abreu.
Su pasión por la taxidermia y sus constantes viajes al Amazonas, el contacto directo con la cultura, los ritos, los mitos, la artesanía de los piaroas, maquiritares (yekunas) y panares, lo sumergieron, como émulo de Humboldt, en la desproporción de la naturaleza selvática. Marcaron su visión del arte, al punto que su obra podría percibirse como una expresión del carácter salvaje del alma humana.
Desde los insectos encerrados en resina de poliéster (Encapsulados), pasando por las Sacrifixiones, de 1969, de las que la obra Retrato espiritual de un tiempo causó tal crispación en la Iglesia venezolana que el párroco de la Catedral de Caracas intentó destruirla a bastonazos por representar a un perro crucificado; pasando también por la intervención de mapas de Venezuela, de los que escribió María Elena Ramos en Exploraciones del arte en la geografía venezolana: "Miguel von Dangel recorre códigos cartográficos de nuestros ríos y los transforma en reptiles ambiguos en el límite entre corriente, animal o astro (…) es río pintado sobre el mapa, transmutado en camaleón, alimaña, o ser con apenas semejanza al reptil. La 'apenas semejanza' es clave para rastrear las nuevas relaciones…”. (cita tomada del artículo "La rebelión espiritual de Miguel von Dangel". Inger Pedreáñez. Revista Estilo. Marzo, 2020); por Tauromaquia, un homenaje a Goya expuesto en la Galería Medicci en 2007 y por El Desesperanto, obra que comenzó a desarrollar en 2002 y que a manera de libros de arte contiene imágenes y textos alusivos a su vida y su obra, el tránsito creativo de Miguel von Dangel confirma la coherencia de un artista que antepuso su pensamiento, sus creencias (después de todo, fue un hombre de fe), sus convicciones a la fama, a la idolatría del vernissage, al barniz de la hipocresía social.
Premio Nacional de Artes Plásticas en 1990; Premio Anual de Artes Plásticas "Pedro Ángel González" en 2001; artista homenajeado en la Feria Iberoamericana de Arte de 2003 y tantos otros reconocimientos... Ninguno de ellos cambió al artista que fue Miguel von Dangel.
Así concluyó aquella entrevista de febrero de este año. Así concluye esta despedida, que no debería ser más que una incitación a estudiar a este hombre renacentista que fue Miguel von Dangel: "Cuando era muy muchacho decía que yo era artista porque no servía para otra cosa, y ahora creo que lo estoy confirmando. Creo que el arte me hace servir para algo, lo que nunca voy a saber es para qué voy a servir. El arte se apiadó de mí. En estos días lo decía: 'No soy yo quien hace el arte, es el arte el que me hace a mí'. Eso es un enorme privilegio y una enorme responsabilidad que termina uno comprendiendo: abrogarse el ser artista".
@juanchi62
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