Dólares contra los corruptos
El manejo político de la moneda es la antítesis de la transparencia cambiaria. Sus consecuencias son terribles en el área política (corrupción), económica (pobreza), social (desigualdad) y ética (inmoralidad)
La dolarización elimina la discrecionalidad de un banco central típico para sustituirla por la disciplina monetaria. La transparencia, sencillez y predecibilidad que brinda la dolarización elimina las posibilidades de corrupción en el área monetaria. Podría decirse que la dolarización representa el gobierno de la ley en vez del gobierno del rey.
El manejo monetario es un gran espacio abierto para la corrupción si se deja a la discreción de los políticos. Los sistemas de controles cambiarios son enormes caldos de cultivo para la corrupción. En Venezuela, los casos de corrupción más grandes de toda la historia han estado relacionados con la política monetaria, comenzando con la nefasta experiencia de Recadi. Las personas que deciden la política monetaria manejan un enorme poder que se presta fácilmente a la corrupción, como ha ocurrido no sólo en Venezuela sino en muchos países vecinos.
El control político de la moneda siempre se presta a corruptelas de todo tipo. Pero más importante aún, la discrecionalidad monetaria es inmoral pues genera pobreza y divide en forma drástica las clases sociales. La inflación y la devaluación hacen que los ricos se hagan más ricos y los pobres se hagan más pobres.
La inflación generada por las intervenciones monetarias es antidemocrática; se erige en el más perverso de los impuestos y afecta a toda la población. Mientras que los impuestos normales requieren discusión pública y aprobación legal, la inflación resulta de la impresión de dinero inorgánico, sin leyes, sin discusiones ni representantes. La inflación es un impuesto enmascarado, ilegal y regresivo.
La discrecionalidad monetaria no es una virtud sino un engaño, un abuso de autoridad y una violación de los derechos de los ciudadanos. El manejo político de la moneda es la antítesis de la transparencia cambiaria. Sus consecuencias son terribles en el área política (corrupción), económica (pobreza), social (desigualdad) y ética (inmoralidad).
www.cordeiro.org
El manejo monetario es un gran espacio abierto para la corrupción si se deja a la discreción de los políticos. Los sistemas de controles cambiarios son enormes caldos de cultivo para la corrupción. En Venezuela, los casos de corrupción más grandes de toda la historia han estado relacionados con la política monetaria, comenzando con la nefasta experiencia de Recadi. Las personas que deciden la política monetaria manejan un enorme poder que se presta fácilmente a la corrupción, como ha ocurrido no sólo en Venezuela sino en muchos países vecinos.
El control político de la moneda siempre se presta a corruptelas de todo tipo. Pero más importante aún, la discrecionalidad monetaria es inmoral pues genera pobreza y divide en forma drástica las clases sociales. La inflación y la devaluación hacen que los ricos se hagan más ricos y los pobres se hagan más pobres.
La inflación generada por las intervenciones monetarias es antidemocrática; se erige en el más perverso de los impuestos y afecta a toda la población. Mientras que los impuestos normales requieren discusión pública y aprobación legal, la inflación resulta de la impresión de dinero inorgánico, sin leyes, sin discusiones ni representantes. La inflación es un impuesto enmascarado, ilegal y regresivo.
La discrecionalidad monetaria no es una virtud sino un engaño, un abuso de autoridad y una violación de los derechos de los ciudadanos. El manejo político de la moneda es la antítesis de la transparencia cambiaria. Sus consecuencias son terribles en el área política (corrupción), económica (pobreza), social (desigualdad) y ética (inmoralidad).
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