El milagro de la Orquesta Cruz-Diez
Aplaudí, al igual que muchos que estábamos en la sala, la resiliencia, la fuerza de voluntad, la dignidad y la identidad de músicos emergiendo a través del desarraigo en este grupo de profesionales que demostraron lo que son capaces de lograr...
De pie, y con los ojos arrasados en lágrimas, el público aplaudió en Madrid, el pasado domingo, la actuación de la Orquesta Sinfónica Carlos Cruz-Diez.
“Gran Gala. Gran Vía. Gran reto”. Así resumiría Yaneth Hurtado, gerente de la agrupación, la empresa a la que se enfrentaban: desplegar todas sus habilidades para acompañar a cuatro cantantes de gran renombre -Ana Lucrecia García, Mariana Ortiz, Aquiles Machado y Víctor García Sierra- en una gala que tendría lugar el 2 de mayo al mediodía.
Les tocaba competir por la atención del público en una fecha especialmente adversa: Día de la Madre, feriado local y cierre de campaña para las elecciones de la Asamblea de la Comunidad de Madrid. No imaginaban que el destino les opondría un obstáculo más: el maestro Carlos Riazuelo, quien había ensayado durante semanas con los músicos, no podría acudir al evento.
No obstante, se levantó el telón y, compartiendo escena con el director titular, Manuel Jurado, hizo su aparición, para asombro de todos, una de las más relevantes figuras de la lírica europea: Roberto Gianola, director de la Ópera de Estambul. Un milagro. Uno más. Porque es un milagro que surja una orquesta conformada en su mayoría por inmigrantes, muchos de ellos en situación de vulnerabilidad, que se encuentran regularmente para producir música, solo por pasión, por vocación, sin recibir ninguna remuneración por ello.
De milagro, tienen atriles, porque el vendedor aceptó vendérselos a plazos y los han ido pagando poco a poco.
De milagro, tienen luces para leer las partituras, porque el mismo vendedor se las ha cedido en la esperanza de poder cobrarlas algún día.
De milagro, tuvieron un piscolabis, cortesía de La Cachiterie que, como en otras ocasiones, les envió una generosa partida de cachitos.
De milagro. Por la intercesión de Víctor García Sierra y de la propia Yaneth Hurtado, quienes han puesto al servicio de este proyecto todo su tiempo, su fervor y su conocimiento.
Víctor ha sido regista de más de un espectáculo operístico en Italia, a más de haber cantado en la famosísima Arena de Verona. Con la misma naturalidad con que abrió el espectáculo, dejando entusiasmado al público al interpretar la Canción del Toreador de la Carmen de Bizet, recogió los atriles al concluir la función. Y fue en razón de su amistad con él que Gianola aceptó, con apenas veinticuatro horas de anticipación, volar a España para dirigir la Gala. Este gesto, en sí mismo, permite medir la importancia que ha cobrado la Orquesta en su breve trayectoria, signada, entre otros, por dos hitos importantes: su interpretación del Concierto de Aranjuez en la semana centenaria del nacimiento de Joaquín Rodrigo, y su participación en La flauta mágica de Mozart, en la Escuela Superior de Canto de Madrid.
Sobreponiéndose a todo tipo de adversidades, y según los había preparado Riazuelo, este grupo de artistas conmovió a la audiencia madrileña, los venezolanos haciendo gala de lo que sembró en ellos El Sistema, con un profesionalismo excepcional y con gran docilidad hacia la inesperada batuta de Gianola, y del propio Jurado, considerado un prodigio.
Aplaudí la música, la depurada técnica, la ejecución límpida, el talento. Pero, sobre todo, aplaudí, al igual que muchos que estábamos en la sala, la resiliencia, la fuerza de voluntad, la dignidad y la identidad de músicos emergiendo a través del desarraigo en este grupo de profesionales que, en la mañana del domingo, demostraron lo que son capaces de lograr. Ojalá cosechen el apoyo que necesitan pues, sin duda, lo merecen.
linda.dambrosiom@gmail.com
“Gran Gala. Gran Vía. Gran reto”. Así resumiría Yaneth Hurtado, gerente de la agrupación, la empresa a la que se enfrentaban: desplegar todas sus habilidades para acompañar a cuatro cantantes de gran renombre -Ana Lucrecia García, Mariana Ortiz, Aquiles Machado y Víctor García Sierra- en una gala que tendría lugar el 2 de mayo al mediodía.
Les tocaba competir por la atención del público en una fecha especialmente adversa: Día de la Madre, feriado local y cierre de campaña para las elecciones de la Asamblea de la Comunidad de Madrid. No imaginaban que el destino les opondría un obstáculo más: el maestro Carlos Riazuelo, quien había ensayado durante semanas con los músicos, no podría acudir al evento.
No obstante, se levantó el telón y, compartiendo escena con el director titular, Manuel Jurado, hizo su aparición, para asombro de todos, una de las más relevantes figuras de la lírica europea: Roberto Gianola, director de la Ópera de Estambul. Un milagro. Uno más. Porque es un milagro que surja una orquesta conformada en su mayoría por inmigrantes, muchos de ellos en situación de vulnerabilidad, que se encuentran regularmente para producir música, solo por pasión, por vocación, sin recibir ninguna remuneración por ello.
De milagro, tienen atriles, porque el vendedor aceptó vendérselos a plazos y los han ido pagando poco a poco.
De milagro, tienen luces para leer las partituras, porque el mismo vendedor se las ha cedido en la esperanza de poder cobrarlas algún día.
De milagro, tuvieron un piscolabis, cortesía de La Cachiterie que, como en otras ocasiones, les envió una generosa partida de cachitos.
De milagro. Por la intercesión de Víctor García Sierra y de la propia Yaneth Hurtado, quienes han puesto al servicio de este proyecto todo su tiempo, su fervor y su conocimiento.
Víctor ha sido regista de más de un espectáculo operístico en Italia, a más de haber cantado en la famosísima Arena de Verona. Con la misma naturalidad con que abrió el espectáculo, dejando entusiasmado al público al interpretar la Canción del Toreador de la Carmen de Bizet, recogió los atriles al concluir la función. Y fue en razón de su amistad con él que Gianola aceptó, con apenas veinticuatro horas de anticipación, volar a España para dirigir la Gala. Este gesto, en sí mismo, permite medir la importancia que ha cobrado la Orquesta en su breve trayectoria, signada, entre otros, por dos hitos importantes: su interpretación del Concierto de Aranjuez en la semana centenaria del nacimiento de Joaquín Rodrigo, y su participación en La flauta mágica de Mozart, en la Escuela Superior de Canto de Madrid.
Sobreponiéndose a todo tipo de adversidades, y según los había preparado Riazuelo, este grupo de artistas conmovió a la audiencia madrileña, los venezolanos haciendo gala de lo que sembró en ellos El Sistema, con un profesionalismo excepcional y con gran docilidad hacia la inesperada batuta de Gianola, y del propio Jurado, considerado un prodigio.
Aplaudí la música, la depurada técnica, la ejecución límpida, el talento. Pero, sobre todo, aplaudí, al igual que muchos que estábamos en la sala, la resiliencia, la fuerza de voluntad, la dignidad y la identidad de músicos emergiendo a través del desarraigo en este grupo de profesionales que, en la mañana del domingo, demostraron lo que son capaces de lograr. Ojalá cosechen el apoyo que necesitan pues, sin duda, lo merecen.
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