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Divina Providencia

Ante el cierre obligado de las iglesias, no cede la fe cristiana entre los venezolanos y más se renueva. La hoz y el martillo como los cultos ocultos y la santería, no pueden imponerse entre un pueblo mayoritariamente cristiano...

  • PEDRO E. PIÑATE B.

10/06/2021 05:02 am

Hubo una vez un país muy rico que por causa de un mal gobierno y gobernantes, se volvió muy pobre. Tan pobre que en abril 2021 después de 22 años seguidos de desgobierno, alcanzó a distinguirse como el país más miserable del mundo. Descubierto por Cristóbal Colón en 1492, fue llamado por sus bondades naturales como Tierra de Gracia antes de ser conocido como Venezuela. Siguiendo al Descubrimiento, hasta el siglo XIX pasó por diferentes etapas: la Conquista, la Colonia, la Independencia y la Federación. En el siglo XX transcurrió entre dos férreas dictaduras, golpes de estado y democracia, siendo el de la etapa Petrolera y de enfermedad holandesa, despidiéndose en 1999 con el inicio de la actual y letal etapa del “Socialismo del siglo XXI”. Signada por la dominación y expoliación Castrocomunista del país, esta es la etapa de destrucción nacional, de la agricultura, de la industria petrolera y los servicios básicos, que demuestra el país hambriento y paralizado sin alimentos ni combustibles, ni electricidad, agua, etc. De estas etapas da cuenta nuestra Historia, salvo la última cuya escritura aguarda su desenlace, con todos sus principales actores incluidos, faltando el detalle de los nuevos líderes que dirigirán la nación debiendo primero liberarla del yugo actual.

Quebrado y golpeado por la debacle política, social, económica y ambiental, agravada por la pandemia Covid-19, el pobre país otrora rico petrolero de la América del Sur, se resiste a un destino peor. De país libre convertido en nación, hoy se deshace junto a sus instituciones desaparecidas en manos del poder omnímodo, siendo suerte de barco a la deriva que hace aguas. La tripulación de facto dedicada al saqueo nacional y perdida en su perspectivas, hace todo para que se hunda sin importarle nada ni nadie salvo ellos y sus socios y cómplices del mal nacionales y extranjeros. Esto mientras entre los pasajeros se distinguen aparte de los colaboracionistas, tres grupos: los que huyen desesperados por el hambre, la miseria y el terror; los sumisos o pasivos que igual parece da vivir o morir esclavos puesto que todo el maltrato dictatorial aguantan callados sin protestar; y los que resisten y luchan para cambiar el mando de la nave, salvar el barco país y así salvarse y salvar a todos.

Mientras los días pasan aparentemente sin cambios, la Divina Providencia hace lo suyo. Por eso ante el cierre obligado de las iglesias, no cede la fe cristiana entre los venezolanos y más se renueva. La hoz y el martillo como los cultos ocultos y la santería, no pueden imponerse entre un pueblo mayoritariamente cristiano. Al buen pastor pendiente de sus ovejas lo acompaña siempre la Divina Providencia, a la cual los camaradas criollos aunque ateos le temen, por aquello de la justicia divina.

ppinate@gmail.com
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