La catedral de Valencia, España, uno de los centros espirituales de Europa, sitio cargado de leyendas, historia y acontecimientos, amalgama armoniosa y original del arte, lugar en el que nació el renacimiento en la península, es igualmente receptáculo admirable de piezas y reliquias de extraordinaria significación religiosa, joyas de la fe, huellas de la santidad cristiana, entre ellos, algunas espinas de la corona que impusieron a Cristo, el Cáliz de la Ultima Cena y restos de la Cruz. Es la pasión en todos sus elementos; es la divinidad, por ser dedicada a ella, de la virgen María.
¡Cuánta crueldad se ejerció con el Señor! Ver la espina es sentir el dolor, evidenciar su sufrimiento, la injusticia y el mal.
Los restos de la Cruz y la forma como Santa Elena la encontró en Jerusalén, es la evidencia de su misión admirable. El Cáliz, por su parte, la promesa de la nueva vida y la salvación del hombre, por la gracia de Dios a través de Jesús.
Tal y como nos contó el ilustre prelado José Verdaguer, responsable del patrimonio del templo, llegó a Valencia, es auténtica, y se encontraba junto a los tesoros más importantes de la corona de Aragón.
Es una copa redonda, pequeña, sencilla. Por su significación extraordinaria y debido al hecho que la tocó Cristo se le realizaron dos asas para que la mano humana no la profanase, sostenida y demostrada su autenticidad por su origen y por su antigüedad.
Copa de ágata, de origen oriental indudablemente proveniente de Palestina según los tipos descubiertos. Testimonios documentales la describen como lo que en efecto es, el vaso que Cristo utilizó antes de su martirio y con el cual consagró su inmediato sacrificio a favor el perdón para la raza humana.
Para que no se dudase lo que es, tiene la Copa una inscripción en hebreo antiguo: “Jesús Dios”.
¿Cuál es entonces la riqueza mayor del sitio? Dios que acompaña a la humanidad para ofrecerle un camino de redención: su hijo Jesucristo.
jfd599@gmail.com
¡Cuánta crueldad se ejerció con el Señor! Ver la espina es sentir el dolor, evidenciar su sufrimiento, la injusticia y el mal.
Los restos de la Cruz y la forma como Santa Elena la encontró en Jerusalén, es la evidencia de su misión admirable. El Cáliz, por su parte, la promesa de la nueva vida y la salvación del hombre, por la gracia de Dios a través de Jesús.
Tal y como nos contó el ilustre prelado José Verdaguer, responsable del patrimonio del templo, llegó a Valencia, es auténtica, y se encontraba junto a los tesoros más importantes de la corona de Aragón.
Es una copa redonda, pequeña, sencilla. Por su significación extraordinaria y debido al hecho que la tocó Cristo se le realizaron dos asas para que la mano humana no la profanase, sostenida y demostrada su autenticidad por su origen y por su antigüedad.
Copa de ágata, de origen oriental indudablemente proveniente de Palestina según los tipos descubiertos. Testimonios documentales la describen como lo que en efecto es, el vaso que Cristo utilizó antes de su martirio y con el cual consagró su inmediato sacrificio a favor el perdón para la raza humana.
Para que no se dudase lo que es, tiene la Copa una inscripción en hebreo antiguo: “Jesús Dios”.
¿Cuál es entonces la riqueza mayor del sitio? Dios que acompaña a la humanidad para ofrecerle un camino de redención: su hijo Jesucristo.
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