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La Fuerza Armada en el banquillo

Guerrilleros, paramilitares, traficantes de drogas, delincuentes de todo tipo, han hecho de la frontera un pasadizo familiar

  • ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL

27/03/2021 11:23 am

Claudio Fermín

El pasado domingo 21 de marzo se produjeron enfrentamientos entre la Fuerza Armada Nacional y guerrilleros colombianos en La Victoria, población del municipio Páez del estado Apure. La violencia no ha cesado desde entonces en esa zona fronteriza.

Se capturaron grupos armados que han invadido nuestro territorio; se decomisaron armas y drogas; se desmantelaron campamentos. Se ha dado de baja a irregulares, entre ellos un jefe apodado “El Nando”. La guerra ha dejado sus dolorosas consecuencias y también resultaron heridos militares venezolanos y fallecieron dos oficiales en cumplimiento del honroso deber de defender el suelo patrio de agresiones criminales extranjeras, el Mayor Edward Ramón Corobo y el Teniente Yonathan Miguel Duarte, a quienes la Patria llora y reconoce su entrega y valentía.

Estos trágicos hechos son frecuentes en la frontera. Y son acompañados por una silenciosa invasión que tiene muchos años produciéndose, no sólo como parte de la dinámica humana de las geografías fronterizas sino también por el abandono que las autoridades colombianas han hecho de su frontera con Venezuela.

El conflicto se les fue de las manos a los colombianos. No han sido capaces de resolverlo y traspasó su territorio. Desde Bogotá denuncian que esos irregulares encontraron refugio en nuestro país, cuando en verdad la frontera oriental la abandonaron deliberadamente para que los complotados contra el Estado colombiano pudieran encontrar una ruta de escape, un “aliviadero”, y así trasladarle el conflicto a Venezuela, con lo cual, además, complicarían y debilitarían al país vecino.

Guerrilleros, paramilitares, traficantes de drogas, delincuentes de todo tipo, han hecho de la frontera un pasadizo familiar. Y no han llegado sólo para guarecerse de sus perseguidores, sino que en variados casos han ejercido control comunitario y político en nuestro suelo. Nuestro pueblo, silente y temeroso, ha tenido que aguantar esa humillación.

Muchas comunidades se fueron acostumbrando a esa convivencia completamente irregular. Se dejó avanzar la penetración. Se mezclaron con la población civil y ante la mineralización de esos hechos la gente ha aguantado callada.

Ahora ha habido un giro en las instituciones venezolanas. El presidente Maduro ha anunciado una conducta de tolerancia cero con irregulares colombianos. La Fuerza Armada Nacional actúa. El Ministerio de Relaciones Exteriores denuncia intereses políticos por parte del gobierno colombiano. La Asamblea Nacional declara que las instituciones democráticas no permitirán presencia de irregulares en nuestro territorio. Hay indicios de un cambio de política en relación al problema capital de la frontera que es la violencia importada del vecino país y que se ha traducido en enfrentamientos armados; secuestros (la mayoría no denunciados); fincas abandonadas por temor a ser atacados o secuestrados; vacunas permanentes al comercio y a los productores; delincuencia en general. Los pueblos fronterizos han estado bajo acoso y a la intemperie.

Más de 4.000 venezolanos han huido esta semana por el Arauca hacia Arauquita, en Colombia, donde estos irregulares no actúan. Han abandonado casas, cosechas y rebaños. Todo lo han dejado atrás para salvaguardar sus vidas. La Victoria es hoy un pueblo abandonado, un pueblo solo.

Lo que más aspiran es que el gobierno venezolano tome el control de la zona. Eso es un clamor del pueblo apureño, sobre todo después del anuncio de la alcaldesa de Arauquita, quien emitió un decreto anunciando que no recibirá un venezolano más. Son más de 3.000 compatriotas en los albergues y unos 1.000 en casas de familiares y amigos.

La Fuerza Armada Nacional Bolivariana debe mantenerse firme en la protección de nuestro suelo patrio, en la defensa de la Soberanía nacional y en la protección y custodia de nuestros nacionales. No debe dar un paso atrás.

Los mismos invasores e irregulares, quienes por años tejieron un escudo humano alrededor de las inocentes y hospitalarias comunidades fronterizas, comienzan a levantar aviesamente banderas de defensa de los derechos humanos (que por supuesto siempre hay que salvaguardar) como mecanismo para espantar y echar a nuestros soldados de una zona que a la fuerza han hecho suya y creen que les pertenece. Quienes por mucho tiempo han sometido y extorsionado a campesinos y a la población civil pretenden mostrarse como sus defensores.

No será fácil para nuestra Fuerza Armada el manejo de la opinión pública, a la que intereses extranjeros y serviles criollos tratarán de malponer. Si el gobierno no actúa es porque ampara a guerrilleros y a narcotraficantes. Si, por lo contrario, actúa, entonces es porque está interviniendo a favor de una facción de la guerrilla, o porque son violadores profesionales de los derechos humanos.

Siempre sacarán un argumento debajo de la manga para que todo siga igual, pero nuestro Ejército no puede permitir que Venezuela sea aliviadero de nadie. Colombia debe resolver su problema. Venezuela necesita y reclama paz.

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