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Acerca del lenguaje inclusivo

Nuestros niños y jóvenes son presas de burdos antagonismos, que pretenden disociarlos para ponerlos al servicio de sobrevenidas ideologías, cuyos artífices mueven sus hilos desde torres de marfil, y sus peones se desplazan de uno a otro confín...

  • RICARDO GIL OTAIZA

28/03/2021 05:04 am

Más que “lenguaje inclusivo” yo lo llamaría lenguaje disociado, ya que echa por tierra la noción de humanidad como un todo (la Unitas Múltiplex, o la unidad en la diversidad), para fragmentarnos desde el “verbo” y convertirnos en presas fáciles de las terribles fauces de un enemigo silente, omnipresente, cuyas voces y ecos nos llegan de manera tangencial, pero que buscan escindir, desjuntar y atomizar a los fines de la hegemonía global. Resulta preocupante cómo esta noción, a todas luces contranatural (contra la lengua como unidad de pensamiento y de acción), está ganando espacios en importantes contextos (académicos, culturales, medios, redes), hasta el punto de exigírseles a los estudiantes de escuelas, liceos y universidades europeas, que en el ambiente de clase tanto los docentes como los estudiantes deben asumirlo como parte de la “normalidad” o del nuevo orden, so pena de ser pechados de distintas maneras (bajas calificaciones, recisión de contratos, graves reproches sexistas, etc.).

Si bien la lengua española es inclusiva desde sus orígenes, se la está forzando hasta los extremos del ridículo, al transformar vocablos genéricos provenientes de la antigua tradición greco-latina, que llegaron hasta nosotros como legado intergeneracional, para adaptárseles bajo la égida de una ideología impositiva, punitiva y cercenadora de la unidad del Ser. Tal es la extravagancia y la osadía de los propulsores de tamaño adefesio lingüístico, que se obliga a quienes se expresan de manera oral y escrita, a tener que echar mano de manera permanente de un sinnúmero de artículos (y de sus necesarias barras y guiones), que rompen la unidad temática y morfosintáctica, y hacen de cada discurso y texto una urdimbre elefantiásica y antitética (y, qué duda cabe, antiestética también).
 
Como parte fundamental de la ideología de género, al “lenguaje inclusivo” se le utiliza como portentosa arma política, que busca posicionar, sobre todo en los estratos infantiles y juveniles, la idea de una falsa guerra de sexos, cuyas banderas en disímiles países las enarbolan quienes responden a intereses supranacionales, y por ende hegemónicos, a los fines de la disolución de los estados, de la unidad cultural y familiar, y de la división del hombre y de la mujer en dos trincheras o bandos irreconciliables. Para ello, los progres, quienes se han hecho portavoces de tamaño desafío civilizatorio, utilizan los discursos alevosos y envenenados para achacar a la derecha y a la centro derecha el ser sus propulsores, mientras ellos avanzan a pasos agigantados en la consecución de sus no tan nobles objetivos teleológicos, de la mano de un supuesto liberalismo. Es la izquierda, hay que decirlo sin tapujos, la más interesada en su instauración, porque está en correspondencia con su discurso social y de lucha de clases (hoy también de géneros), que a los oídos de muchos incautos suena “bonito”, porque en el fondo responde al atávico deseo de la igualdad.

Por supuesto, el “lenguaje inclusivo” no es nuevo, por lo menos para los venezolanos, ya que fue el chavismo el que comenzó a entronizarlo en todos los espacios públicos desde su arribo al poder a finales de los años noventa del siglo pasado. Baste una somera mirada a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, para percatarnos de su ostentosa inserción, lo que causó entonces gran polémica en los medios nacionales, y burlas de parte de líderes de algunos países amigos. Por cierto, desde España no se hicieron esperar las críticas al “lenguaje inclusivo” utilizado por los personeros del gobierno, comenzando por el propio presidente, y no faltaron las opiniones autorizadas de ciertos académicos de la lengua, que denostaron con aires de superioridad la burrada que aquí se cometía con el lenguaje, recordándonos la obligatoriedad de la unidad de la lengua en todos los países hispanohablantes. Lamentablemente, como el pez muere por la boca, España cayó rendida al fenómeno que denostó hace más de dos décadas, de la mano de los aprendices ibéricos del Socialismo del Siglo XXI, que se han sabido mover con gran suspicacia en los predios palaciegos de la Moncloa sin levantar demasiada polvareda, y sin gritar consignas revolucionarias (por lo menos hasta ahora).

Se la están poniendo muy cuesta arriba a las nuevas generaciones. Nuestros niños y jóvenes son presas de burdos antagonismos, que pretenden disociarlos para ponerlos al servicio de sobrevenidas ideologías, cuyos artífices mueven sus hilos desde torres de marfil, y sus peones se desplazan de uno a otro confín cazando adeptos y sumando ingentes capitales y poder político. Padres y maestros también la tenemos difícil, porque de no estar atentos a los vertiginosos cambios que se dan a la velocidad del rayo, llegará un momento en el que no podremos ayudar a nuestros muchachos, para que enfrenten con estoicismo las duras batallas que se perfilan en el horizonte, y serán blanco perfecto de oscuros intereses. Los ideólogos de estas nuevas nociones no duermen. Personas como George Soros y muchos otros no descansan en su afán por revertir el presente orden. ¿Lo alcanzarán?

@GilOtaiza

@ricardogilotaiza

www.ricardogilotaiza.blogspot.com
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