Las sociedades se están enfrentado de manera cada vez menos silenciosa a una nueva realidad, me refiero a la controversial discusión sobre sexo, género y las “modernas” tendencias que intentan acabar con las mismas reglas de la naturaleza, por ello termino de sucumbir en la tentación y doy “send” a esta columna desde hace mucho en el tintero.

Empiezo por destacar mi más auténtico respeto a todas las minorías y al libre pensamiento, sin embargo mi fe no oculta y la creencia en un solo Dios, creador de todo lo que conocemos, imponen un límite a la barbarie.

Creo en el Dios de Adán y Eva, el que hizo al hombre y a la mujer, y defiendo por supuesto la igualdad de los derechos de ambos.

En todas las especies existe el sexo y ello tiene un papel fundamental en la misma evolución, sobre todo en su proceso de conservación; no se trata por ende de algo trivial.

Confundir 
Una minoría en el mundo, patrocinada por el liberalismo, está consiguiendo legislación para acabar con eso que conocemos tradicionalmente y es parte del ser humano. Se nos intenta confundir equiparando sexo con género: el sexo es algo biológico-orgánico, una condición que distingue a los machos de las hembras; hay en juego un tema de cromosomas-genético y mucho más. Por ejemplo, los hombres tenemos una carga superior de testosterona y las mujeres de estrógeno y eso es así, ¡porque sí! Por su parte el género -algo más complejo que el sexo-, “incluye roles y expectativas que tiene la sociedad sobre conductas, pensamientos y características que acompañan al sexo asignado a una persona”, en consecuencia género y sexo no siempre van de la mano, sin embargo es el común denominador de una mayoría en el mundo.

Defiendo y respeto a los grupos LGBT; que un ser humano tenga la proyección del instinto sexual con una persona de su mismo sexo es, en la mayoría de los casos, una decisión personal. No quiero entrar en la discusión de si existe, o no, una predisposición natural en esto, pues, de haberla, también la acepto; lo que no es posible es incentivar en niños y niñas, sin ton ni son, a cambiar eso que la naturaleza creó.

Obviamente hago una excepción con aquellos seres humanos que nacen con rasgos definidos de un sexo y con órganos reproductivos de otro, los que, lamentablemente, nacen con órganos genitales de ambos; en esos casos considero que se hace necesario brindar todo el apoyo de la sociedad y la ciencia.

Reta a la naturaleza 
No podemos pretermitir, gente muy desquiciada, aberrada, pero con penetración en las universidades, en la política y en las redes, nos fuercen a aceptar una nueva ideología en la cual se prioriza al género sobre el sexo y se reta a la naturaleza y a Dios, amenazándonos además, con que, de no reconocerles, habrán consecuencias.

Me opongo a que, en una partida de nacimiento exista la posibilidad de elegir entre: “sexo diverso, tercero o sin identificar”; como dice mi amigo Franco: ¡no me lo calo!, a pesar de que algún idiota, de alguno mis grupos de WhatsApp se moleste conmigo.

¡Basta de tanta tolerancia!

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