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Venezuela y España hoy

La historia de Venezuela y España es un camino de amor y odio, pasión encendida y reproches tajantes. Se puede señalar que son desencuentros de familia, unas veces bien avenida y otras de cuchillos afilados al alba de los acontecimientos...

  • RAFAEL DEL NARANCO

07/03/2021 05:08 am

Ha transcurrido una semana de una nueva acometida entre Venezuela y el Reino de España que parece formar parte de una tirantez que comenzó a partir de la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, celebrada en Santiago de Chile el 10 de noviembre de 2007.

Se recuerda que en esa reunión y ante las reiteradas interrupciones de Chávez a unas opiniones de Rodríguez Zapatero – hoy convertido en flotador del régimen - , el Rey Juan Carlos I, ya molesto, le exigió al presidente en una expresión que se hizo viral: “¿Por qué no te callas?”. A partir ese día, y con Nicolás Maduro en Miraflores, los desencuentros entre las dos naciones han ido “in crescendo” sin verse un descenso de la situación.

Basta recordar a este tenor el duro impasse sucedido el 26 de enero de 2018, cuando Maduró exigió la salida del país del embajador de España, Jesús Silva Fernández, cuya orden categóricamente expresaba: “Dispone de 72 horas para abandonar el país antes de que lo echen”.
 
Habría que mirar años atrás – enero de 1960 - para recordar una situación tan drástica. Aconteció en la época de Francisco Franco, cuando se ordenó la salida de Cuba, tras una decisión tajante de Fidel Castro, del embajador Juan Pablo de Lojendio, al declararlo persona “non grata”, tras presentarse en el plató de la emisora Telemundo para intentar responder al Comandante que acusaba a España de contrarrevolucionaria.

La historia de Venezuela y España es un camino de amor y odio, pasión encendida y reproches tajantes. Se puede señalar que son desencuentros de familia, unas veces bien avenida y otras de cuchillos afilados al alba de los acontecimientos del momento histórico que cada país vive.
 
El último escollo vivido estos mismos días, se fraguó en el Puente Simón Bolívar en Cúcuta, esa travesía que tanto ha marcado la vivencia diaria de ambos pueblos, bajo el ese río Táchira de tantos crueles ramalazos, que arropan a los dos pueblos fusionados en sangre, angustias, soledades y aprensiones.
 
Una llama de poca lumbre que se apagaría ella sola si la diplomacia, en Caracas y Madrid, percibiera lo mucho que les une y lo poco que les separa. Siempre los conflictos de esta especie se hacen más grandes de lo que en realidad son, y se elevan por algo tan sencillo como la falta de razonar las consecuencias. Es sabido que todo el parapeto que envuelve esos enfrentamientos son palabras y más palabras. Simples vocablos.
 
El Gobierno conoce las causas que llevan a miles de venezolanos a irse del país por las trochas: falta de alimentos, de trabajo, futuro incierto, inseguridad y pocas o nulas medidas gubernamentales para paliar la dura vida diaria. En bien sabido que lo único compasivo que poseen las fronteras y sus trochas son los pasos clandestinos.

Han salido del país por todos los medios posibles unos seis millones de almas. Se dice fácil. Una desgarradora sangría. Cientos de ellas viven en Colombia, Brasil y en otros países del continente. En Europa, la mayoría camina hacia España y Portugal, debido al idioma y a la protección de las gerencias gubernamentales ibéricas.
 
Miraflores no posee una política firme sobre esa hilera interminable de almas que abandonan la nación. La mayoría de ellas, tras haber cotizado el Seguro Social durante años, no reciben el pago estipulado por la Constitución Bolivariana en su Artículo 91.

Se debe añadir nuevamente que la conexión entre las dos naciones – siempre llamadas “hermanas” – está resquebrajada en todos sus flancos. El presidente Maduro ordenó revisar las relaciones con el reino hispano, tras la consabida visita a Cúcuta de Aracha González Laya, ministra de Asuntos Exteriores de España, donde habló, y supervisó, la situación de los migrantes venezolanos, que salen a diario por el puente Simón Bolívar hacia el exilio bajo una condiciones lamentables.

Caracas consideró ese episodio como una agresión hacia los asuntos internos venezolanos: “Vamos a revisar a fondo toda la relación con España. Basta de hipocresía”. Y añadió con ímpetu Nicolás Maduro: “Responderemos de manera contundente cualquier agresión que venga, sea de palabra, sea de acción, sea diplomática, sea política”.

Y algo más por si lo enunciado fuera corto: “Nos conduciremos de forma contundente”.

Es sabido que los países no tienen amigos, sino intereses. Y ahora, aunque Hugo Chávez expresó que “Venezuela es un país libre y soberano para tener las relaciones diplomáticas, políticas y económicas que decida”, la geopolítica es un conglomerado que necesita más coloquio y menos irritación.
 
Con todo, los conflictos no han roto los vínculos. Hubo instantes de dureza como las imputaciones al Gobierno de José María Aznar de apoyar en 2002, el golpe de Estado que mantuvo a Chávez dos días apartado del poder, y el impasse fue salvado a tiempo.
 
Hugo visitó España en enero de 1999 ya como presidente electo y, el príncipe Felipe asistió a su toma de posesión en su primer mandato, fecha en el que se firmaron acuerdos de cooperación que aún perduran.

rnaranco@hotmail.com
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