La esperanza de la reunificación coreana
Siete décadas después, Corea aún sigue siendo el último reducto de la Guerra Fría y el país sigue dividido
En días recientes participamos en el interesante foro "La reunificación de Corea como base para la realización para la Paz Mundial", iniciativa promovida por la Universal Peace Federation, con la participación de destacados panelistas de toda América Latina y Corea en diversas áreas. Durante tres años tuve la oportunidad de representar a Venezuela ante el gobierno de Corea del Sur en Seúl. Fui testigo directo del perpetuo sentimiento de esperanza en torno al ideal de la reunificación de la Península Coreana y del pan-coreanismo que vive en el imaginario colectivo de ambas sociedades fruto de la herencia simbólica de quienes vivieron la separación. Como sabemos los orígenes de la separación se remontan a finales de la Segunda Guerra Mundial, en concreto tras la rendición de Japón el 15 de agosto de 1945, luego de los bombardeos nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki por parte de Estados Unidos; lamentablemente, tras décadas de protectorado japonés sobre la Península, prevaleció la visión que Corea y los coreanos no tendrían la capacidad de gobernarse a sí mismo y lograr establecer una república democrática y prospera; realmente esta visión enmascaraba el capricho e intereses expansionistas de las grandes potencias internacionales y el inicio incipiente de la Guerra Fría fruto de la bipolaridad que imperó durante todo el siglo XX. La ocupación soviética, de corte estalinista en el Norte de la Península, instauraría un gobierno de facto comunista; por su parte, Estados Unidos desembarcarían en el Sur en el marco de una política exterior orientada a frenar el avance del modelo capitalista. El triunfo de la revolución comunista en China el 1 de octubre de 1949 alteró completamente el equilibrio geoestratégico de Asia, y significaba el ascenso de uno de los aliados más férreos del régimen de Pyongyang. Es doloroso como centenares de personas, de familias, que comparten un mismo idioma, una misma cultura, las mismas costumbres y valores se vieron forzadas a separarse tras el estallido de la cruenta Guerra de Corea en 1950, tras la irrupción por parte de las tropas de Kim il Sung sobre el paralelo 38. Así se desató una de las guerras más violentas, caóticas y cruentas de la historia, que significó la muerte de más de 3 millones de personas y la devastación política, social y económica de la Península, que legó una división y confrontación que técnicamente sigue vigente ya que, más allá de un Armisticio, nunca se ha llegado a un Tratado de Paz entre Seúl y Pyongyang.
Vimos con esperanza como en 2018, lejos de la ideología Juche, y en el marco de los Juegos Olímpicos de Invierno de PyeongChang de febrero de ese año, se dio inicio a una etapa de deshielo que se consolidó con las Cumbres realizadas entre el líder norcoreano, Kim Jong Un, y el presidente de Corea del Sur de ese momento, Moon Jae In, en abril y mayo, y el encuentro entre Donald Trump y Kim Jong Un en junio. Este suceso reafirmó que la cultura, el deporte, y los valores compartidos son el único vehículo viable para la alcanzar la esperada reunificación. Es inmensurable la potencialidad que yace en una Península Coreana unificada, el poder económico, político, social y científico que representaría una sola Corea es inimaginable; pero claramente este es un factor que alarma a las grandes potencias, no sólo asiáticas, y se convierte en un obstáculo muy relevante, por lo que se opta a preservar el status quo de la Península. Experiencias como la alemana en 1990 luego de la Caída del Muro de Berlín, o la vietnamita, son modelos y experiencias que encarnan el progreso y la prosperidad que la unidad le confiere a las naciones.
Siete décadas después, Corea aún sigue siendo el último reducto de la Guerra Fría y el país sigue dividido. Y en el Norte sigue imperando un régimen estalinista que, con sus amenazas y ambiciones nucleares, está provocando una peligrosa tensión militar en Asia oriental y es un riesgo para la comunidad internacional; en el Sur ha imperado la democracia y la libertad. Esperemos que las nuevas generaciones asuman el compromiso de la reunificación como una tarea vital, y la esperanza de sus abuelos de ver un día una sola Corea vea un día la luz.
Hoy la expectativa se centra en torno a la nueva Administración del presidente Joe Biden y la actitud que tomará respecto a Corea; su predecesor, Donald Trump, marcó un hito histórico al reunirse un presidente de Estados Unidos por primera vez con un líder norcoreano y la visita histórica a la zona desmilitarizada. Esperemos que Washington continúe y afiance esa postura, particularmente dada la complejidad de la variable nuclear, tras los reiterados ensayos nucleares por parte de Pyongyang, que, ante la ausencia de Corea del Norte en los principales tratados de no proliferación nuclear, suponen una gran amenaza para la paz y la seguridad internacional. Difícil la tarea del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, por el poder de veto que miembros permanentes como China gozan, complejizando su labor en esta tarea.
Embajador Julio César Pineda
Correo: jcpineda01@gmail.com
Twitter e Instagram: jcpinedap
Vimos con esperanza como en 2018, lejos de la ideología Juche, y en el marco de los Juegos Olímpicos de Invierno de PyeongChang de febrero de ese año, se dio inicio a una etapa de deshielo que se consolidó con las Cumbres realizadas entre el líder norcoreano, Kim Jong Un, y el presidente de Corea del Sur de ese momento, Moon Jae In, en abril y mayo, y el encuentro entre Donald Trump y Kim Jong Un en junio. Este suceso reafirmó que la cultura, el deporte, y los valores compartidos son el único vehículo viable para la alcanzar la esperada reunificación. Es inmensurable la potencialidad que yace en una Península Coreana unificada, el poder económico, político, social y científico que representaría una sola Corea es inimaginable; pero claramente este es un factor que alarma a las grandes potencias, no sólo asiáticas, y se convierte en un obstáculo muy relevante, por lo que se opta a preservar el status quo de la Península. Experiencias como la alemana en 1990 luego de la Caída del Muro de Berlín, o la vietnamita, son modelos y experiencias que encarnan el progreso y la prosperidad que la unidad le confiere a las naciones.
Siete décadas después, Corea aún sigue siendo el último reducto de la Guerra Fría y el país sigue dividido. Y en el Norte sigue imperando un régimen estalinista que, con sus amenazas y ambiciones nucleares, está provocando una peligrosa tensión militar en Asia oriental y es un riesgo para la comunidad internacional; en el Sur ha imperado la democracia y la libertad. Esperemos que las nuevas generaciones asuman el compromiso de la reunificación como una tarea vital, y la esperanza de sus abuelos de ver un día una sola Corea vea un día la luz.
Hoy la expectativa se centra en torno a la nueva Administración del presidente Joe Biden y la actitud que tomará respecto a Corea; su predecesor, Donald Trump, marcó un hito histórico al reunirse un presidente de Estados Unidos por primera vez con un líder norcoreano y la visita histórica a la zona desmilitarizada. Esperemos que Washington continúe y afiance esa postura, particularmente dada la complejidad de la variable nuclear, tras los reiterados ensayos nucleares por parte de Pyongyang, que, ante la ausencia de Corea del Norte en los principales tratados de no proliferación nuclear, suponen una gran amenaza para la paz y la seguridad internacional. Difícil la tarea del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, por el poder de veto que miembros permanentes como China gozan, complejizando su labor en esta tarea.
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