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Sin máscara

Lo grave de la situación no es solo la sospecha permanente sobre la ciencia, sino la pérdida de confianza en la razón

  • JOSÉ ANTONIO GÁMEZ E.

17/12/2020 05:00 am

“Para ser claros, la ciencia soporta el uso de máscaras, con estudios recientes sugiriendo que estas pueden salvar vidas de diferentes maneras: investigaciones demuestran que pueden cortar tanto el chance de trasmisión como de contagio del coronavirus, y algunos estudios apuntan que las máscaras son capaces de disminuir la severidad de la infección si las personas tienen contacto con la enfermedad. Pero ser más contundentes en cómo funcionan las máscaras y cuándo usarlas, se torna complicado. Hay muchos tipos de máscaras, usadas en una variedad de ambientes. Hay interrogantes sobre la disposición de las personas para usarlas, o de usarlas adecuadamente. Inclusive los interrogantes sobre qué tipos de estudios proveen pruebas definitivas de que ellas funcionan, son difíciles de responder”. (Lynne Peeples , Face masks: what the data say; Nature; 8 October 2020).

Es admirable la gran cantidad de interrogantes y pruebas que el virus chino ha traído consigo. Prácticamente todo lo que se conocía hasta el momento en áreas como la infectología, la salud pública, la epidemiología y la higiene social, se ha puesto entre dicho. Ha escrito el politólogo John Keane “Las pandemias destruyen viejas costumbres. Rompen corazones. La gente se vuelve temerosa. La muerte acecha. Las certezas son arrojadas al viento. La gente siente en las tripas la necesidad de pensar las cosas de nuevo…” (La democracia y la gran pestilencia; Letras Libres)

Existen otro tipo de realidades que se han puesto a la vista de todos, como consecuencia de la pandemia. Una de ellas es el uso de máscaras, escudos faciales, batas, guantes y trajes para tratar de prevenir el contagio de la enfermedad. Tanto en un caso como en el otro, lo que la pandemia deja al descubierto es la forma mentis nuestra y de nuestros contemporáneos. Unas formas de pensar y razonar, de conceptualizar que sorprenden por su emocionalidad o pasión. Toda una paradoja dentro de una civilización que se jacta de racional, científica, neutral y tolerante.

Primero duda
"La cuestión acerca de las máscaras va más allá de la biología, la epidemiología y la física. La conducta humana es el núcleo de cuán bien funcionan las máscaras en la vida real. << No quiero a alguien infectado en un área llena de gente, sintiéndose seguro mientras usa uno de esos trapos para cubrirse la boca >> dice Michael Osterholm director del centro de investigación y políticas de enfermedades infecciosas de la Universidad de Minnesota en Minneapolis. ( doi.org/10.1038/d41586-020-02801-8)

Tomar conciencia de que no existe ninguna medida segura si no pasa por una concesión de la libertad humana, es un hecho al que no pocos científicos están dispuestos a llegar. El fundamentalismo científico, y mucho más acentuado el técnico, hace que se busque una seguridad con grado de certeza física, en materias determinadas por variables humanas. Mientras tanto siguen realizando más y más estudios sobre el uso de las máscaras, que no acaban de otorgar el grado de evidencia buscado.

Existe una desconfianza casi innata dentro de grandes sectores de la población, que sorprende por lo irracional de su proceder. Especialmente en las sociedades del bienestar, donde el Estado es considerado un benefactor irrestricto. La desconfianza alcanza unos niveles enfermizos. Se tejen y elaboran grandes relatos de conspiraciones y valentías que recuerdan cualquier novela de Frederick Forsyth. Para muestra un botón: Kamran Abbasi, El curioso caso del estudio danés sobre el uso de las máscaras (BMJ2020;371:m4586 http://dx.doi.org/10.1136/bmj.m4586)

Después confía
Lo grave de la situación no es solo la sospecha permanente sobre la ciencia, sino la pérdida de confianza en la razón. Al punto de que se termine concluyendo, no solo que el uso de las máscaras no sirve de nada, sino que inclusive es dañino para ciertos grupos de personas, como los adultos mayores ( doi:10.1001/jama.2020.21905). Un verdadero laberinto donde las propias intuiciones y sentimientos son los únicos mediadores entre las preguntas y sus posibles respuestas. Dejar al descubierto nuestras deficiencias epistemológicas, no es solución suficiente. Posiblemente sea solo un camino transitable, cuando volvamos a confiar en que es posible alcanzar algún grado de verdad.

“Tu no tienes mucha matemática que aportar acerca de lo que es obviamente una buena idea”, expresa Jeremy Howard, un investigador de la Universidad de San Francisco en California. Quien forma parte de un equipo que ha revisado la evidencia sobre la efectividad del uso de las máscaras en un artículo no impreso, que ha sido ampliamente difundido. Pero tales estudios están hechos sobre la confianza de que las directrices sobre el uso de las máscaras han sido reforzadas y las personas las están usando de manera correcta. ( doi.org/10.1038/d41586-020-02801-8)

Volvemos a preguntarnos: ¿Al comienzo del conocimiento verdadero está la confianza, o el principio es la duda?

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