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¿Y si nos reconciliamos?

Disculpas, perdón, honestidad, confianza, reflexión, diálogo, reconocimiento de los errores y de las partes en pugna, intervienen en cualquier proceso de reconciliación

  • ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL

13/12/2020 04:30 am

MARAYIRA CHIRINOS

Si bien es cierto que la mejor parte de los conflictos es la reconciliación, hay aspectos de la realidad donde hacerlo alcanza mayores dimensiones de complejidad.

Son muchas las acepciones o conceptos relativos al significado de la palabra “Reconciliación”. Las hay en el ámbito de las parejas, familiar, comunitario, religioso, político, pero etimológicamente hablando, el término “reconciliación” tiene sus raíces en el latín “reconciliare” que quiere decir reconciliar, recuperar.

Pero, ¿recuperar qué? ¿La amistad? ¿La simpatía? ¿Las buenas costumbres? ¿La sindéresis política? ¿El sentido de la ciudadanía? ¿La buena educación? ¿La fe en Dios o en quien se creía? ¿La confianza en la gobernanza de un país?

¿Cuáles son los parámetros o pautas a seguir para lograr esa reconciliación?, ¿que se debería hacer?

“El juego amigo-enemigo ha hecho mucho daño a la posibilidad de la reconciliación entre las partes en conflicto”

Disculpas, perdón, honestidad, confianza, reflexión, diálogo, reconocimiento de los errores y de las partes en pugna, son algunas de las palabras y frases que vienen a la mente y que son imprescindibles para el establecimiento y sostenimiento de la paz entre las partes en conflicto o en crisis.

El desafío está en cómo hacerla potable, menos etérea y más realista. El politólogo venezolano Francisco Enrich Molinari, en conversación durante el Programa Pensamiento Propositivo por Globovisión, profundizó sobre las fórmulas que, sin ser mágicas, pueden hacer la reconciliación más viable y digerible al ciudadano común. Una de ellas parte del reconocimiento del otro que piensa distinto a ti. Molinari recomienda, entre otras cosas,” educar en reconciliación”, comenzar en casa desde la familia e incluso en la educación formal en las escuelas. Además, y no menos importante, sugiere “evitar el sesgo cognitivo que impera cuando nos rodeamos de personas que piensan igual a nosotros, lo que inhibe el reconocimiento del que piensa distinto”. No olvidemos que el juego amigo-enemigo ha hecho mucho daño a la posibilidad de la reconciliación entre las partes en conflicto.

Estos procesos suelen ser impopulares porque se tienen que hacer concesiones en medio de la mutua recriminación de lo que consideran ha sido la causa de tanto dolor en la ciudadanía. Es allí donde todos deben reconocer que hay un sufrimiento mutuo por los hechos acontecidos en el pasado y a partir de allí ver un futuro en común.

Sobre la reconciliación se encienden alarmas que nos involucran como seres individuales y colectivos, y nos obligan a actuar bajo el principio de Ganar-Ganar, que es clave en este proceso. El secreto está en convertirlo en una filosofía de la interacción humana que persiga el equilibrio en toda situación de relacionamiento con los demás, con la única finalidad de que ambas partes salgan lo mejor beneficiadas posible, y derive en un nivel de satisfacción para todos. En el juego de la reconciliación no se puede trabajar en una lógica donde unos ganan y otros pierden, unos perdonan y otros son perdonados, es simplemente sinergia, actuar convencidos que el éxito de todos supera al suceso o interés personal de una u otra parte.

En el ámbito político, que es uno de los que más necesita que este valor intervenga, se debe tomar en cuenta que la reconciliación debe ser bidireccional, no solo a un lado del conflicto político, debe haber perdón mutuo que desde luego no implique impunidad. Todos esos detalles deben ser sometidos a una mesa de negociación y dialogo en pro de la paz general.

Ahora bien, ¿Qué pasa cuando conflictividad política permea hasta las bases de la célula fundamental de la sociedad que es la familia? Es allí cuando debemos hacer un alto y entender que lejos de sumar, estamos dejándonos llevar por una corriente de intolerancia que incrementa el conflicto, haciéndolo perdurable en el tiempo porque arrastra aspectos que nada tienen que ver con el hecho político.

¡Reflexionemos! ¡Vamos a reconciliarnos!, empecemos el ejercicio en casa, con los vecinos, con los amigos, que ese pensamiento propositivo se convierta en accionar colectivo y nos blinde de cualquier elemento bien sea social o político que persiga “construir” objetivos desde la “destrucción” del tejido social y espiritual sembrando solo odio. Es hora de Recomenzar!



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