La vida de ayer
El movimiento sorpresivo y errático está llevando a la reducción de la clase media, al aumento del número de pobres y a la generación de un segmento de la población que quedará fuera de los circuitos económicos, tanto formales como también informales...
Pensando y pensando, la gente debe ir aceptando que las cosas no serán igual como antes y que de alguna forma y a partir de ahora, el ejercicio de conocimiento y comprensión de los fenómenos humanos y terrenales no va ser fácil de desarrollar. En pocas palabras, estamos en una situación transitoria entre el pasado y el presente, lo que es perjudicial para el mundo y también para América Latina y el Caribe.
Una de las secuelas más importante del Coronavirus en la región es su desarreglo económico exponencial, en términos de crecimiento, inversiones, desempleo, consumo y comercio exterior. Estas y otras referencias marcan para fines de este año signos preocupantes. La región no crecerá y en muchos casos echará para atrás, en términos de los parámetros de desarrollo y de hábitat. Esto repercute en la vivencia cotidiana.
El movimiento sorpresivo y errático está llevando a la reducción de la clase media, al aumento del número de pobres y a la generación de un segmento de la población que quedará fuera de los circuitos económicos, tanto formales como también informales. Para usar un concepto tradicional, el sector de marginados ha crecido y su destino dependerá de la ayuda directa, estatal y multilateral.
La situación descrita favorece la creación de grupos de emigrantes cada día más grandes y de desplazados internos, lo que genera unas condiciones aptas, además de lo mencionado previamente, para generar un brote permanente de violencia, de malestar social y de protesta en las calles.
El desafío que todo esto significa, está vinculado estrechamente a la reducción de una estabilidad política que se refleja en dos planes: en primer lugar, en el peligro de una pérdida del ejercicio democrático y en segundo lugar, en la formación de un vacío que puede llevar a la especie de un ciudadano incomunicado, silente y alejado del ejercicio del poder.
Estos problemas y sus derivados significan un gran reto para quienes se dedican al estudio comparado de América Latina y el Caribe. Nunca va a ser igual lo que se analiza ni los datos observables ni, el debate y de sus componentes críticos, principalmente el referido a la búsqueda y obtención de un consenso mayoritario sobre cómo identificar y clasificar los fenómenos sociales.
Hasta ahora sólo tenemos claro la importancia de esta ruptura global motivada por la pandemia, pero estamos muy lejos todavía de encontrar nuevas y eficaces herramientas para estudiarla mejor y proyectar sus caminos. Sabemos el daño causado al comercio, al turismo, a la producción de bienes y servicios, pero no tenemos claro cómo afecta a cada segmento social, a los recursos naturales y al ambiente, entre otros tópicos relacionados.
Esperemos que las secuelas del Covid-19 no sean tan fuertes para el año 2021 y que se puedan evitar males mayores, dentro de un proceso histórico que no dio suficientes señales de alarma para responder a tiempo a esta calamidad que está retando sin misericordia a lo que hasta ayer fueron verdades absolutas y que hoy se recuerdan como “la vida de ayer”.
romecan53@hotmail.com
Una de las secuelas más importante del Coronavirus en la región es su desarreglo económico exponencial, en términos de crecimiento, inversiones, desempleo, consumo y comercio exterior. Estas y otras referencias marcan para fines de este año signos preocupantes. La región no crecerá y en muchos casos echará para atrás, en términos de los parámetros de desarrollo y de hábitat. Esto repercute en la vivencia cotidiana.
El movimiento sorpresivo y errático está llevando a la reducción de la clase media, al aumento del número de pobres y a la generación de un segmento de la población que quedará fuera de los circuitos económicos, tanto formales como también informales. Para usar un concepto tradicional, el sector de marginados ha crecido y su destino dependerá de la ayuda directa, estatal y multilateral.
La situación descrita favorece la creación de grupos de emigrantes cada día más grandes y de desplazados internos, lo que genera unas condiciones aptas, además de lo mencionado previamente, para generar un brote permanente de violencia, de malestar social y de protesta en las calles.
El desafío que todo esto significa, está vinculado estrechamente a la reducción de una estabilidad política que se refleja en dos planes: en primer lugar, en el peligro de una pérdida del ejercicio democrático y en segundo lugar, en la formación de un vacío que puede llevar a la especie de un ciudadano incomunicado, silente y alejado del ejercicio del poder.
Estos problemas y sus derivados significan un gran reto para quienes se dedican al estudio comparado de América Latina y el Caribe. Nunca va a ser igual lo que se analiza ni los datos observables ni, el debate y de sus componentes críticos, principalmente el referido a la búsqueda y obtención de un consenso mayoritario sobre cómo identificar y clasificar los fenómenos sociales.
Hasta ahora sólo tenemos claro la importancia de esta ruptura global motivada por la pandemia, pero estamos muy lejos todavía de encontrar nuevas y eficaces herramientas para estudiarla mejor y proyectar sus caminos. Sabemos el daño causado al comercio, al turismo, a la producción de bienes y servicios, pero no tenemos claro cómo afecta a cada segmento social, a los recursos naturales y al ambiente, entre otros tópicos relacionados.
Esperemos que las secuelas del Covid-19 no sean tan fuertes para el año 2021 y que se puedan evitar males mayores, dentro de un proceso histórico que no dio suficientes señales de alarma para responder a tiempo a esta calamidad que está retando sin misericordia a lo que hasta ayer fueron verdades absolutas y que hoy se recuerdan como “la vida de ayer”.
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