Balzac según André Maurois
Lo sublime para Balzac aparecía “cuando las fuerzas naturales, los instintos más exigentes del hombre, están dominados por la voluntad o un gran sentimiento”. Los héroes de Balzac son modelos que todavía hoy...
Honoré de Balzac fue un verdadero genio de la literatura universal, y no solamente de la lingüística francesa. Su distinción con casi todos los demás grandes escritores que ha tenido la humanidad fue una inagotable capacidad en la creación de personajes, y sobre todo una destreza única en describirlos. Al entrar en sus escritos y comenzar a leer un perfil de cualquier protagonista de Balzac, el lector siente que lo conoce perfectamente. Que lo ha conocido toda la vida. Que lo está viendo mientras lee, y que sus estados de ánimo o humores se absorben a través de las letras. Balzac tenía el talento inusual de dibujar cada línea y cada detalle de sus héroes, con una precisión casi milimétrica. Su facultad para trazar los rasgos de la personalidad y representar las situaciones que vivían sus personajes, rayaba con una búsqueda casi obsesiva de la perfección. En su tiempo eran conocidas las quejas de los editores, debido a las innumerables correcciones que Balzac hacía a sus escritos en la imprenta. Devolvía la prueba final de cada novela una decena de veces, no solamente corrigiendo algunos fragmentos o párrafos de ella sino regresando una versión casi totalmente nueva en cada oportunidad. Los editores tenían forzosamente que dar un punto final a sus correcciones, pues de lo contrario nunca hubieran terminado de imprimir ninguno de sus libros. Es que Balzac jamás estaba totalmente conforme con lo que escribía. Era un perfeccionista patológico, quien al releer sus escritos siempre los quería mejorar.
El intelectual francés André Maurois plasmó la genialidad del novelista en un escrito llamado “Sabiduría de Balzac”. Allí nos dice que el genio sentía un gran respeto por las reglas sociales de su época, pero al mismo tiempo mostraba una intransigencia sobre lo esencial de sus creencias. Ese era su secreto para vivir, más que imaginar, las situaciones de los protagonistas de sus novelas. Si quieres dominar al mundo, anunciaba Balzac, entonces hay que empezar por obedecerle y estudiarlo bien. Y esa era su especialidad: estudiar al hombre sin juzgarlo, hasta llegar a convertirse en el mayor coleccionista de caracteres humanos de la historia. No hay ningún autor que haya creado tantos personajes en su vida, nacidos producto de una mezcla infinita y única de los rasgos de muchas personas que conoció a lo largo su existencia. Balzac supo atrapar esas fisonomías no en pincel, sino con su pluma. Podía escribir una novela extraordinaria cada mes, dependiendo de los apuros económicos en los cuales se encontrara. Casi todos los grandes literatos escriben una o dos novelas muy buenas durante sus vidas, y esas lo catapultan hacia el Olimpo de la posteridad para siempre. Balzac escribió tantas novelas extraordinarias y creó tantos personajes increíbles que resulta imposible contarlos, sobre todo porque al comienzo de su carrera literaria firmaba con seudónimos.
El novelista advertía, siempre bajo la mirada iluminada de Maurois, que había que dominar al mundo obedeciéndolo. “El hombre no manda a la naturaleza más que obedeciéndola”. Con un fatalismo positivo y sin rebeldías juveniles, Balzac reconocía que los hombres somos imperfectos y que los moralistas no podrían cambiar eso nunca. Sin acusar a nadie ni quejarse de la realidad aconsejaba: “Sabed solamente desenvolveros bien, allí está toda la moral de nuestra época”. Balzac nunca quiso cambiar a los seres humanos ni idealizarlos en sus historias, se conformaba con estudiarlos sin juzgarlos para dibujarlos con más precisión. “Los hombres en su conjunto son fatalistas, adoran los acontecimientos, se acercan al vencedor. Lograd el éxito; seréis justificados. Vuestras acciones no son nada en ellas mismas; son la idea que los demás se forman”.
Sin embargo pese a ese aparente cinismo las historias de Balzac están llenas de bellas imágenes humanas. El escritor empleaba la palabra “sublime” muy a menudo, y perfectamente a sabiendas de lo que hacía. Lo sublime para Balzac aparecía “cuando las fuerzas naturales, los instintos más exigentes del hombre, están dominados por la voluntad o un gran sentimiento”. Los héroes de Balzac son modelos que todavía hoy en día, en un contexto mundial totalmente diferente, nos recuerdan los valores más hermosos del ser humano. Honor al genio de Balzac.
alvaromont@gmail.com
El intelectual francés André Maurois plasmó la genialidad del novelista en un escrito llamado “Sabiduría de Balzac”. Allí nos dice que el genio sentía un gran respeto por las reglas sociales de su época, pero al mismo tiempo mostraba una intransigencia sobre lo esencial de sus creencias. Ese era su secreto para vivir, más que imaginar, las situaciones de los protagonistas de sus novelas. Si quieres dominar al mundo, anunciaba Balzac, entonces hay que empezar por obedecerle y estudiarlo bien. Y esa era su especialidad: estudiar al hombre sin juzgarlo, hasta llegar a convertirse en el mayor coleccionista de caracteres humanos de la historia. No hay ningún autor que haya creado tantos personajes en su vida, nacidos producto de una mezcla infinita y única de los rasgos de muchas personas que conoció a lo largo su existencia. Balzac supo atrapar esas fisonomías no en pincel, sino con su pluma. Podía escribir una novela extraordinaria cada mes, dependiendo de los apuros económicos en los cuales se encontrara. Casi todos los grandes literatos escriben una o dos novelas muy buenas durante sus vidas, y esas lo catapultan hacia el Olimpo de la posteridad para siempre. Balzac escribió tantas novelas extraordinarias y creó tantos personajes increíbles que resulta imposible contarlos, sobre todo porque al comienzo de su carrera literaria firmaba con seudónimos.
El novelista advertía, siempre bajo la mirada iluminada de Maurois, que había que dominar al mundo obedeciéndolo. “El hombre no manda a la naturaleza más que obedeciéndola”. Con un fatalismo positivo y sin rebeldías juveniles, Balzac reconocía que los hombres somos imperfectos y que los moralistas no podrían cambiar eso nunca. Sin acusar a nadie ni quejarse de la realidad aconsejaba: “Sabed solamente desenvolveros bien, allí está toda la moral de nuestra época”. Balzac nunca quiso cambiar a los seres humanos ni idealizarlos en sus historias, se conformaba con estudiarlos sin juzgarlos para dibujarlos con más precisión. “Los hombres en su conjunto son fatalistas, adoran los acontecimientos, se acercan al vencedor. Lograd el éxito; seréis justificados. Vuestras acciones no son nada en ellas mismas; son la idea que los demás se forman”.
Sin embargo pese a ese aparente cinismo las historias de Balzac están llenas de bellas imágenes humanas. El escritor empleaba la palabra “sublime” muy a menudo, y perfectamente a sabiendas de lo que hacía. Lo sublime para Balzac aparecía “cuando las fuerzas naturales, los instintos más exigentes del hombre, están dominados por la voluntad o un gran sentimiento”. Los héroes de Balzac son modelos que todavía hoy en día, en un contexto mundial totalmente diferente, nos recuerdan los valores más hermosos del ser humano. Honor al genio de Balzac.
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