La caída del gobierno
Como si tanto problema fuera poco, el crédito de la República se ha desprestigiado en el exterior y ya nadie le quiere prestar a Venezuela
El apoyo al Presidente de la República parece ir desvaneciéndose con el pasar de los días y los suyos comienzan a abandonarlo. La realidad del asunto es que jamás ha contado con popularidad pues ha llegado al poder gracias a una elecciones fraudulentas y, además de eso, ha tenido que probar en tribunales que no es cucuteño como solía rumorearse en los periódicos.
Corre el año 1899 y la crisis que atraviesa el país esboza un escenario aterrador para los venezolanos. A los males de la guerra civil conocida como el “Grito de Queipa” y liderada por José Manuel “El Mocho” Hernández, se le ha juntado una peste de viruela que ha diezmado poblaciones enteras. Los comerciantes no pueden cumplir en sus transacciones ya que la importación de mercaderías se ha suspendido y las Aduanas, únicas fuentes de ingreso fiscal, permanecen aisladas de otros puertos gracias a la cuarentena.
Como si tanto problema fuera poco, el crédito de la República se ha desprestigiado en el exterior y ya nadie le quiere prestar a Venezuela. Los precios del café, principal producto de exportación, han disminuido de manera estrepitosa en el mercado extranjero afectando gravemente la economía nacional y el General Joaquín Crespo, su protector político, ha caído muerto a causa de una bala que le ha cruzado el pecho en el Hato “La Mata Carmelera” en Cojedes cuando intentaba sofocar la rebelión mochista.
Las tropas del gobierno han logrado apresar al “Mocho” y lo pasean pueblo por pueblo, sobre un burro y encadenado, hasta llegar a una mazmorra de “La Rotunda” en Caracas. Pero el daño ya está hecho, el Gobierno del General Andrade no es más que un castillo de naipes que cualquier brisa puede echar por tierra.
Las cartas se desmoronan con una brisa que sopla desde Colombia. El General Cipriano Castro, al mando de 60 hombres y financiado por su compadre Juan Vicente Gómez, invade Táchira y marcha desde Capacho hasta La Victoria logrando triunfos en distintas escaramuzas, acumulando armamento, municiones y voluntarios para su “Revolución Liberal Restauradora”, una que promete nuevos hombres, nuevos ideales y nuevos procedimientos.
La crisis política alcanza su desenlace la madrugada del 20 de octubre cuando el General Ignacio Andrade decide abandonar la Magistratura y abandonar el país. Lo que sucede aquel día lo narra el mismo Andrade en las páginas finales de un texto titulado “Exposición a los venezolanos sobre los sucesos de 1898 y 1899”.
Cuenta el General Andrade, entre las páginas de sus crónicas, que a eso de las cuatro de la mañana mandó a llamar al Jefe de la Guardia Civil, su amigo Antonio Orihuela, y ensillaron junto un contingente, con el fin de visitar los cuarteles, la sede de la policía y la cárcel, imponer el orden y juzgar por sí mismos el fundamento de la alarma generalizada en la ciudad de Caracas.
Para ese instante ya era demasiado tarde para reaccionar a las circunstancias y la traición había sido consumada. Ni el Ministro de Guerra, General Ferrer, ni el Comandante de Armas, General González Espinosa, atendían a su llamado y en La Victoria, sin su consentimiento, capitularon con Cipriano Castro el General Luciano Mendoza y el banquero Manuel Antonio Matos.
Inmediatamente envió un emisario con la misión de llamar al Sr. Level, Gobernador de Caracas, y este apareció casi una hora después excusándose por la demora y culpando la distancia de su residencia. Entonces Andrade le entregó órdenes de liberar a todos los presos políticos, incluido el “Mocho” Hernández y le comunicó que había tomado la decisión de bajar desde Caracas hacia Macuto.
Andrade entendió que su gobierno estaba más que caído al enterarse del pacto que se había producido entre Mendoza, Matos y Castro. Entonces, sabiendo que nada podía hacerse para salvar su presidencia, se despidió de Orihuela y el amigo fiel le hizo prometer que abandonaría las costas de Venezuela y salvaría el pellejo pues ve la causa estaba perdida.
Es así como el General Ignacio Andrade, traicionado por muchos, abandona el Cuartel San Carlos acompañado por una pequeña fuerza de guardias y se dirige a La Guaira, puerto al que llega con las últimas luces del día. Allí se le informa que en Caracas se ha constituido un gobierno faccioso a manos del General Víctor Rodríguez y este lo ha declarado fuera de la ley.
Los acontecimientos no le dejan otra opción que embarcarse esa misma noche hacia las Antillas y el destierro.
Jimenojose.hernandezd@gmail.com
Corre el año 1899 y la crisis que atraviesa el país esboza un escenario aterrador para los venezolanos. A los males de la guerra civil conocida como el “Grito de Queipa” y liderada por José Manuel “El Mocho” Hernández, se le ha juntado una peste de viruela que ha diezmado poblaciones enteras. Los comerciantes no pueden cumplir en sus transacciones ya que la importación de mercaderías se ha suspendido y las Aduanas, únicas fuentes de ingreso fiscal, permanecen aisladas de otros puertos gracias a la cuarentena.
Como si tanto problema fuera poco, el crédito de la República se ha desprestigiado en el exterior y ya nadie le quiere prestar a Venezuela. Los precios del café, principal producto de exportación, han disminuido de manera estrepitosa en el mercado extranjero afectando gravemente la economía nacional y el General Joaquín Crespo, su protector político, ha caído muerto a causa de una bala que le ha cruzado el pecho en el Hato “La Mata Carmelera” en Cojedes cuando intentaba sofocar la rebelión mochista.
Las tropas del gobierno han logrado apresar al “Mocho” y lo pasean pueblo por pueblo, sobre un burro y encadenado, hasta llegar a una mazmorra de “La Rotunda” en Caracas. Pero el daño ya está hecho, el Gobierno del General Andrade no es más que un castillo de naipes que cualquier brisa puede echar por tierra.
Las cartas se desmoronan con una brisa que sopla desde Colombia. El General Cipriano Castro, al mando de 60 hombres y financiado por su compadre Juan Vicente Gómez, invade Táchira y marcha desde Capacho hasta La Victoria logrando triunfos en distintas escaramuzas, acumulando armamento, municiones y voluntarios para su “Revolución Liberal Restauradora”, una que promete nuevos hombres, nuevos ideales y nuevos procedimientos.
La crisis política alcanza su desenlace la madrugada del 20 de octubre cuando el General Ignacio Andrade decide abandonar la Magistratura y abandonar el país. Lo que sucede aquel día lo narra el mismo Andrade en las páginas finales de un texto titulado “Exposición a los venezolanos sobre los sucesos de 1898 y 1899”.
Cuenta el General Andrade, entre las páginas de sus crónicas, que a eso de las cuatro de la mañana mandó a llamar al Jefe de la Guardia Civil, su amigo Antonio Orihuela, y ensillaron junto un contingente, con el fin de visitar los cuarteles, la sede de la policía y la cárcel, imponer el orden y juzgar por sí mismos el fundamento de la alarma generalizada en la ciudad de Caracas.
Para ese instante ya era demasiado tarde para reaccionar a las circunstancias y la traición había sido consumada. Ni el Ministro de Guerra, General Ferrer, ni el Comandante de Armas, General González Espinosa, atendían a su llamado y en La Victoria, sin su consentimiento, capitularon con Cipriano Castro el General Luciano Mendoza y el banquero Manuel Antonio Matos.
Inmediatamente envió un emisario con la misión de llamar al Sr. Level, Gobernador de Caracas, y este apareció casi una hora después excusándose por la demora y culpando la distancia de su residencia. Entonces Andrade le entregó órdenes de liberar a todos los presos políticos, incluido el “Mocho” Hernández y le comunicó que había tomado la decisión de bajar desde Caracas hacia Macuto.
Andrade entendió que su gobierno estaba más que caído al enterarse del pacto que se había producido entre Mendoza, Matos y Castro. Entonces, sabiendo que nada podía hacerse para salvar su presidencia, se despidió de Orihuela y el amigo fiel le hizo prometer que abandonaría las costas de Venezuela y salvaría el pellejo pues ve la causa estaba perdida.
Es así como el General Ignacio Andrade, traicionado por muchos, abandona el Cuartel San Carlos acompañado por una pequeña fuerza de guardias y se dirige a La Guaira, puerto al que llega con las últimas luces del día. Allí se le informa que en Caracas se ha constituido un gobierno faccioso a manos del General Víctor Rodríguez y este lo ha declarado fuera de la ley.
Los acontecimientos no le dejan otra opción que embarcarse esa misma noche hacia las Antillas y el destierro.
Jimenojose.hernandezd@gmail.com
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