¿Quién ganó el debate?
El debate aparenta no haber cambiado la intención de voto de nadie. Veremos qué dicen las encuestas, no sobre quien ganó el debate, sino sobre el cambio de intención en el voto de los ciudadanos después de esta presentación...
El martes 29 de septiembre se realizó en una universidad de Cleveland el primero de los debates en la carrera por la presidencia de Estados Unidos, que se decidirá definitivamente el 3 de noviembre próximo cuando ocurran las elecciones. El segundo debate que reunirá cara a cara en vivo a los candidatos Donald Trump y Joe Biden se realizará el 15 de octubre en Miami, y el último en Nashville el 22 de ese mismo mes, un par de semanas antes de las elecciones. Los números preliminares de la empresa especializada Nielsen aseguran que 29 millones de personas vieron el debate en vivo, a través de las cadenas de televisión de señal abierta ABC, CBS, NBC y FOX. Eso representa un 36% menos que el primer debate de la elección del año 2016, que enfrentó a los candidatos Hilary Clinton y Donald Trump y fue visto por 45 millones de personas. Para tener el panorama completo, hay que esperar los números de individuos que vieron el debate en televisión por cable y también por medio de “streaming” desde sus dispositivos digitales, que son cada vez más utilizados.
Apartando las cuestiones de forma que ya han sido profusamente debatidas en todos los medios de comunicación y redes sociales que se ocupan del estilo personal de cada candidato, las descalificaciones, las interrupciones, los insultos y las expresiones que ya todos conocemos, hay que lanzar una mirada más profunda al fondo del debate para obtener algunas enseñanzas de este evento, que por tradición es un acontecimiento muy importante en todas las elecciones de Estados Unidos. Quién ganó el debate es tan subjetivo que resulta casi estéril responderlo, sin considerar antes ciertos aspectos en los cuales deben basarse esos forcejeos electorales.
Para comenzar debemos anotar que la agenda quiso abarcar más temas de los que se podían debatir en 90 minutos. Esto obligó a un tratamiento superficial de cada asunto, además que limitó la temática para los próximos debates. El moderador, Chris Wallace de Fox News, tenía libertad total para escoger los puntos a tratar y anunció a la Comisión Organizadora de los Debates Presidenciales que sus preguntas girarían en torno al historial personal de cada candidato, la Corte Suprema de Justicia, la pandemia del Covid–19, la economía, los problemas raciales, la violencia en las ciudades y la transparencia del proceso electoral. Demasiados asuntos de envergadura como para analizarlos en los escasos 15 minutos que correspondían a cada uno.
El segundo aspecto relevante del debate fue la pérdida de control que sufrió el moderador. Aunque Chris Wallace tenía experiencia pues ya había moderado en el año 2016 el último debate entre Hilary Clinton y Donald Trump, en esta oportunidad no demostró la habilidad necesaria ni el carácter que hacía falta para asegurar un tratamiento elevado, denso y serio de los temas debatidos en la agenda. Hubo varios momentos en los cuales Wallace pareció un protagonista de la confrontación, y no un árbitro del encuentro.
El tercer punto de este debate que vale la pena analizar en profundidad, es tratar de conocer si alguno de los candidatos logró sumar más votos de los que ya tenían asegurados. Los simpatizantes de cada uno ratificaron su decidida adhesión al aspirante de su preferencia, y quedaron contentos con su actuación. A todos les pareció que su candidato favorito lo hizo bien, y que el otro lo hizo mal. Los demócratas están convencidos de que Biden ganó el debate y los republicanos aseguran que fue Trump. Ningún militante puede afirmar que conoció por medio de este evento algún aspecto novedoso de su candidato. Para ellos no hubo sorpresas. Ahora les gusta más su pretendiente preferido, y rechazan aún más al candidato que oponen. ¿Y los indecisos? ¿Qué piensan los que no mostraban preferencia por ninguno? Pareciera que los apoyos y simpatías de cada candidato quedaron igual después de esta función. El debate aparenta no haber cambiado la intención de voto de nadie. Veremos qué dicen las encuestas, no sobre quien ganó el debate, sino sobre el cambio de intención en el voto de los ciudadanos después de esta presentación. Así se sabrá quien es el verdadero ganador, y si no hubo cambio en la intención de voto entonces nadie ganó. Quedó todo igual que antes.
Un punto positivo para cada candidato: Trump fue más preciso, sobre todo en la economía, y Biden más sereno. Los otros puntos positivos ya los conocen sus seguidores mejor que nadie, y los puntos negativos se los dejamos a sus opositores.
El próximo debate presidencial se llevará a cabo el 15 de octubre en Miami y será moderado por Steve Scully, editor de política de la cadena televisiva C-Span. Él y la Comisión de Debates Presidenciales darán a conocer los temas de ese encuentro una semana antes de que ocurra. Ojalá que la agenda no sea tan extensa para poder escuchar argumentos densos y no declaraciones efectistas pero sin solidez. Por lo pronto ya esa Comisión está analizando ciertas medidas para cambiar el formato de los próximos debates, y así evitar que se salga de control como ocurrió con el primero. Un vocero de la junta declaró unos días después de este primer encuentro: “Está claro que estructuras adicionales deben agregarse al formato de los siguientes debates, para asegurar una discusión más ordenada de los temas a tratar”. Una de las nuevas medidas podría ser darle al moderador la capacidad de apagar el micrófono al candidato que se exceda de su tiempo o interrumpa al otro.
Mientras eso se arregla, la atención política se focaliza ahora en el debate entre los candidatos a vicepresidente Kamala Harris y Mike Pence, que se llevará a cabo el próximo miércoles 7 de octubre en la Universidad de Utah, en Salt Lake City. La moderadora será Susan Page, jefe de corresponsalía en Washington del periódico USA Today. Serán 9 temas escogidos entre la moderadora y la Comisión, que se discutirán durante 10 minutos cada uno. Ojalá se desarrolle mejor que el primer debate presidencial, pero pareciera adolecer del mismo error de fondo al proponer una agenda que trata de abarcar demasiado. Lo analizaremos posteriormente.
alvaromont@gmail.com
Apartando las cuestiones de forma que ya han sido profusamente debatidas en todos los medios de comunicación y redes sociales que se ocupan del estilo personal de cada candidato, las descalificaciones, las interrupciones, los insultos y las expresiones que ya todos conocemos, hay que lanzar una mirada más profunda al fondo del debate para obtener algunas enseñanzas de este evento, que por tradición es un acontecimiento muy importante en todas las elecciones de Estados Unidos. Quién ganó el debate es tan subjetivo que resulta casi estéril responderlo, sin considerar antes ciertos aspectos en los cuales deben basarse esos forcejeos electorales.
Para comenzar debemos anotar que la agenda quiso abarcar más temas de los que se podían debatir en 90 minutos. Esto obligó a un tratamiento superficial de cada asunto, además que limitó la temática para los próximos debates. El moderador, Chris Wallace de Fox News, tenía libertad total para escoger los puntos a tratar y anunció a la Comisión Organizadora de los Debates Presidenciales que sus preguntas girarían en torno al historial personal de cada candidato, la Corte Suprema de Justicia, la pandemia del Covid–19, la economía, los problemas raciales, la violencia en las ciudades y la transparencia del proceso electoral. Demasiados asuntos de envergadura como para analizarlos en los escasos 15 minutos que correspondían a cada uno.
El segundo aspecto relevante del debate fue la pérdida de control que sufrió el moderador. Aunque Chris Wallace tenía experiencia pues ya había moderado en el año 2016 el último debate entre Hilary Clinton y Donald Trump, en esta oportunidad no demostró la habilidad necesaria ni el carácter que hacía falta para asegurar un tratamiento elevado, denso y serio de los temas debatidos en la agenda. Hubo varios momentos en los cuales Wallace pareció un protagonista de la confrontación, y no un árbitro del encuentro.
El tercer punto de este debate que vale la pena analizar en profundidad, es tratar de conocer si alguno de los candidatos logró sumar más votos de los que ya tenían asegurados. Los simpatizantes de cada uno ratificaron su decidida adhesión al aspirante de su preferencia, y quedaron contentos con su actuación. A todos les pareció que su candidato favorito lo hizo bien, y que el otro lo hizo mal. Los demócratas están convencidos de que Biden ganó el debate y los republicanos aseguran que fue Trump. Ningún militante puede afirmar que conoció por medio de este evento algún aspecto novedoso de su candidato. Para ellos no hubo sorpresas. Ahora les gusta más su pretendiente preferido, y rechazan aún más al candidato que oponen. ¿Y los indecisos? ¿Qué piensan los que no mostraban preferencia por ninguno? Pareciera que los apoyos y simpatías de cada candidato quedaron igual después de esta función. El debate aparenta no haber cambiado la intención de voto de nadie. Veremos qué dicen las encuestas, no sobre quien ganó el debate, sino sobre el cambio de intención en el voto de los ciudadanos después de esta presentación. Así se sabrá quien es el verdadero ganador, y si no hubo cambio en la intención de voto entonces nadie ganó. Quedó todo igual que antes.
Un punto positivo para cada candidato: Trump fue más preciso, sobre todo en la economía, y Biden más sereno. Los otros puntos positivos ya los conocen sus seguidores mejor que nadie, y los puntos negativos se los dejamos a sus opositores.
El próximo debate presidencial se llevará a cabo el 15 de octubre en Miami y será moderado por Steve Scully, editor de política de la cadena televisiva C-Span. Él y la Comisión de Debates Presidenciales darán a conocer los temas de ese encuentro una semana antes de que ocurra. Ojalá que la agenda no sea tan extensa para poder escuchar argumentos densos y no declaraciones efectistas pero sin solidez. Por lo pronto ya esa Comisión está analizando ciertas medidas para cambiar el formato de los próximos debates, y así evitar que se salga de control como ocurrió con el primero. Un vocero de la junta declaró unos días después de este primer encuentro: “Está claro que estructuras adicionales deben agregarse al formato de los siguientes debates, para asegurar una discusión más ordenada de los temas a tratar”. Una de las nuevas medidas podría ser darle al moderador la capacidad de apagar el micrófono al candidato que se exceda de su tiempo o interrumpa al otro.
Mientras eso se arregla, la atención política se focaliza ahora en el debate entre los candidatos a vicepresidente Kamala Harris y Mike Pence, que se llevará a cabo el próximo miércoles 7 de octubre en la Universidad de Utah, en Salt Lake City. La moderadora será Susan Page, jefe de corresponsalía en Washington del periódico USA Today. Serán 9 temas escogidos entre la moderadora y la Comisión, que se discutirán durante 10 minutos cada uno. Ojalá se desarrolle mejor que el primer debate presidencial, pero pareciera adolecer del mismo error de fondo al proponer una agenda que trata de abarcar demasiado. Lo analizaremos posteriormente.
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