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La cuarentena

En una situación como la que nos ha tocado no existen medias tintas. O se siguen con rigurosidad las reglas impuestas o simplemente no cumplimos lo acordado

  • JOSÉ ANTONIO GÁMEZ E.

23/09/2020 05:00 am

“Y para ser justos con lo que cuenta la historia, cuarenta días y cuarenta noches muerto de hambre en el desierto es un buen ejemplo del tipo de experiencia que te puede conducir allí. Es así como el mundo objetivo y el mundo subjetivo acaban chocando. Cuarenta días supone un periodo de tiempo profundamente simbólico, como cuarenta fueron los años que los israelitas pasaron vagando por el desierto tras escapar de la tiranía del faraón de Egipto. Cuarenta días son muchos días en el inframundo de los pensamientos sórdidos, la confusión y el miedo, lo suficiente como para llegar a su mismo centro, que no es otro que el infierno”. (Jordan B. Peterson, 12 REGLAS PARA VIVIR Un antídoto al caos).

El aislamiento, la exclusión o el claustro, son definitivamente contrarios a nuestro comportamiento natural. Por naturaleza tendemos a juntarnos, reunirnos, encontrarnos, comunicarnos. En ese sentido las medidas de distanciamiento social y cuarentena nos resultan especialmente costosas. Son en sí mismas reglas impuestas, por una situación que no tenemos otra forma de controlar. Siquiera aminorar su impacto sobre nosotros

Posiblemente el comienzo de la cuarentena nos sorprendió durante un viaje, una visita o un paseo. La gran mayoría recibió las medidas de cuarentena, distanciamiento social y aislamiento, en medio de su actividad ordinaria. Una actividad que desde entonces cambió por completo. La imagen del desierto, del campo desolado y vacío se nos presenta como la muestra más clara de la gravedad del tiempo que vivimos. Una experiencia totalmente nueva. Una realidad con signos distópicos.

El recorrido
“Los conocimientos de historia también pueden resultar útiles. Así, un paseo por los horrores totalitarios del siglo XX, con sus campos de concentración, sus trabajos forzados y sus patologías ideológicas asesinas, supone un lugar adecuado para empezar el recorrido, así como para ponerse a pensar que los peores guardias de los campos de concentración eran también seres humanos. Todo esto sirve para dar veracidad a la historia del desierto, para actualizarla en la mente moderna”.

Teniendo en cuenta el punto de partida, que siempre se presenta como sorpresa, como imprevisto, nos adentramos en un recorrido desconocido. Es notable cómo los sonidos que nos acompañaban normalmente en nuestra cotidianidad, han cambiado por el silencio. Para muchos incomprensible. Reconocemos que estamos poco habituados al silencio. Ahora a muchos nos resulta una experiencia nueva, tener que lidiar con un compañero que pareciera no tener nada que decir.

Nuestra subjetividad choca con la objetividad de un ambiente extraño, sin referencias personales. De imposiciones violentas. Es normal que surjan el miedo y el desconcierto en medio de esta etapa de nuestro recorrido. Especialmente cuando la expectativa que teníamos, era de que este tiempo de aislamiento sería mucho más corto. Actualmente nos sorprendemos cuando nos dicen que posiblemente falte más tiempo de cuarentena que el que ya ha pasado. Sin duda lo más difícil de manejar es la incertidumbre. No saber cuándo puede terminar el “lockdown”, para que comience la “nueva normalidad”.

Al mencionar esa “nueva normalidad”, nos surge la inquietud de qué será mejor. Seguir cómo vamos o llegar allí. Especialmente cuando la realidad social y económica se maneja con un grado de sospecha, donde lo único seguro es “quién sabe”. De cualquier forma hemos comenzado el camino y lo seguimos teniendo en cuenta que la solidaridad y la compañía de muchos nos han de asistir, en el momento más necesario. Es una experiencia de la que también podemos dar testimonio.

Reglas implícitas
Ya con un trecho andado, el camino se hace más llevadero. Sin embargo, no deja de asaltar la duda de si conviene seguir todas las reglas. En una situación como la que nos ha tocado no existen medias tintas. O se siguen con rigurosidad las reglas impuestas o simplemente no cumplimos lo acordado. Salimos del juego, hicimos trampa. Un juego que ya sabemos por experiencia, que es de vida o muerte. Asumir que la “viveza criolla” o la epiqueya nos permitirán un descanso, es simplemente escapar de la coyuntura y desarticular el sistema. Un sistema en el que debemos participar, para mantenerlo dentro de los parámetros de la humanidad. Esa humanidad auténtica, que esperamos prevalezca al final.

“Todo juego cuenta con unas reglas, y algunas de las más importantes son implícitas. Las aceptas a partir del momento en el que empiezas a jugar. La primera de ellas es que el juego es importante, porque, si no lo fuera, no estarías jugando. El mero hecho de participar en un juego lo define como algo importante. La segunda es que las jugadas que realizamos son válidas si te ayudan a ganar. Si realizas una jugada que no te ayuda a ganar, entonces, por definición, es mala y tienes que intentar otra cosa. Y ya lo sabes, es absurdo hacer una y otra vez lo mismo y esperar resultados diferentes”.

jagamez@icloud.com
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