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La nueva anormalidad

Los sentimientos se reprimen, las manifestaciones se restringen. Ya no debo darte un abrazo, ya no puedo darte la mano. Aquel saludo extraño que impusieron los jóvenes es la nueva moda

  • JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ

13/09/2020 05:00 am

Entre las viejas y las nuevas anormalidades a las cuales no me he acostumbrado ésta es la peor de todas. Es la peor de todas por lo que significa, por lo que amenaza, por lo que ha hecho, por lo que quiere hacer a todos, por lo que reprime nuestra libertad y nuestros derechos. Ya no puedo salir, ya no puedo hablar, ya no puedo hacer lo que antes hacía, ya no puedo respirar de la misma manera, ya no puedo conversar abiertamente. Horrible cosa, simplemente horrible este Covid-19 sus gestores, sus cómplices, sus aprovechadores.

Yo no soy xenofóbico, mi país era y es aún en lo que queda un país tan abierto que al extranjero siempre recibió cordialmente, como a un hermano, como a un amigo al que ayudamos a conseguir trabajo y vivir pero, ahora, esta cosa de China, surgida en China, “made in China”, es intolerable y perniciosa.

Los chinos tienen ahora una inmensa responsabilidad que debe asumir su gobierno, sus científicos, sus empresas, sus mercaderes. No quiero imaginarme las interioridades del aquel mercado en Wuhan, ni las deficiencias de aquel laboratorio, ni la irresponsabilidad en el aeropuerto, ni el silencio de los que lo sabían y ocultaron. Lo cierto es que ahora, luego de un profundo análisis y de un juicio severo, alguien tiene que responder ante la humanidad.

En esta triste anormalidad han ocurrido y van a ocurrir varias cosas: reclamos, insuficiencias, abandonos, ausencias, lejanías, delitos. Una plaga como las antiguas, esas que a los Egipcios sacudieron por meterse con el pueblo elegido y no dejarlo en paz. Lo peor de todo ha sido en esta nueva era de comunicación y tecnología invasiva y controladora es la enfermedad y la muerte que estamos viviendo y como los dictadores aprovechan la coyuntura para limitar y sostener a la gente.

Los sentimientos se reprimen, las manifestaciones se restringen. Ya no debo darte un abrazo, ya no puedo darte la mano. Aquel saludo extraño que impusieron los jóvenes es la nueva moda. Te toco el codo, te lo rozo y me río. Por costumbre a una señora amiga yo no resistí la tentación de darle un beso y se sorprendió.

Ya no se puede decir te quiero sin la debida asepsia. Quitarse los zapatos, antes que decir ¡hola! ir directo al baño, ducharte a varias velocidades: rápida en la cara y en las manos, los brazos como primera etapa para estar tranquilo por lo que expusiste en la calle, luego de eso, ya se puede pasar a las profundidades. Manos limpias quiero que me llames. ¡Báñate primero y después me saludas, báñate primero...!

Menos mal que yo soy caribeño y que me acostumbré desde pequeño al baño constante demostrado con creces en otras latitudes y, en particular, en el invierno. Baño indispensable y sobre todo ante el calor de oriente, calor que extraño y quiero. Calor agradable de afecto y amistad; calor auténtico de afectos; calor que nos suda cariño; calor sincero y abierto; calor sin miedo como antes; calor de amor que no se oculta, calor de verdad.

Lo que ha ocurrido en Wuán es que se ha propiciado en el mundo en un país comunista, donde miles de millones no son libres, que al contrario luchamos, ansiamos y valoremos en el resto al sostener el derecho a no estar reprimidos.

China y su desgracia nos impulsa a no olvidar lo que somos o extrañar lo que fuimos. La verdadera revolución en China será aquella en la que millones de ellos se vuelvan a parar frente a tres tanques como aquel día inolvidable en Tiananmen. La superioridad y la lección de la valentía civil.

La nueva normalidad debe ser para reencontrar la humanidad, la humanidad en nosotros y en otros: esa que te mira y sonríe, esa que te habla, esa que te abraza y te besa. Esa que no se pone un pañuelo y que no se desvía en el camino; esa que no deja de quererte. El amor que no se acaba y que es limpio como los manantiales, como el agua del río puro que ha salido del alma, agua transparente, agua clara y abundante de los sentimientos.

La nueva normalidad será la que valore luego de tanta distancia y cuidado a la persona que tienes lejos y a la persona que tienes a tu lado, a la persona nueva, a la persona que ya no está, a la persona que siempre esperaste.

No me toques, No me toques, Noli Me Tangere, como era el título del libro de Rizal, No me Toques, pero que en su caso era un reclamo valiente contra lo que no se había dicho. Debemos preservar en el reclamo contra todo aquello que nos discrimine y margine. En medio de este trance la humanidad no puede perder lo que debe ser.

No escondamos la vida y el amor, lo que somos detrás de una mascarilla.

Jfd599@gmail.com
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