Héctor
Y Héctor cogió el consejo y resolvió hacerse presente en la vida de los venezolanos, prohibiéndoles ir a comprar alimentos si el último número de su cédula no coincide con una dupleta laberíntica...
Héctor Rodríguez, político del PSUV, le ha tocado entender que no es lo mismo adelantar una gestión desde un cargo del Ejecutivo, que estar en el Parlamento diciendo soquetaditas siguiendo con un guión escrito en Cuba. En su oportunidad, escuchamos su discurso cuando asumió la gobernación de Miranda. Sentíamos que caímos por un abismo mientras el entrante gobernador anunciaba resultados portentosos en magnitud y oportunidad: En pocos días unos talleres a los que se le repararían unos tornos, recuperarían, con el trabajo y talento de unos mecánicos criollos, toda la flota de autobuses; unas semanas después, el esfuerzo productor de los agricultores y criadores mirandinos convertiría los abastos de la región en una apabullante explosión de productos; y un par de meses más tarde Miranda se convertiría en potencia exportadora a escala mundial, tanto que ya no necesitarían andar hurgando en las pocas divisas del Banco Central; en fin, que Miranda sería, en poquísimo tiempo, un oasis de abundantes y buenos servicios y en una economía poderosa.
Nos imaginamos que la frustración de su utopía habrá sido la causa del eclipse total en el que cayó; desapareció de la escena. Pero he aquí que algún acólito le habrá recordado que no hay político con futuro si de él no se habla -“que hablen bien o mal; lo importante es que hablen de mí”, dijo originalmente Dalí y es regla corriente del marketing político. Y Héctor cogió el consejo y resolvió hacerse más que presente en la vida de los venezolanos, prohibiéndoles ir a comprar alimentos si el último número de su cédula no coincide con una dupleta laberíntica y casi imposible de memorizar. Por la crisis económica causada por el chavomadurismo, todas las empresas y tiendas del país se tambaleaban al 20% de sus ventas; la cuarentena las ha puesto en quiebra, con la excepción de las farmacias, los abastos y las panaderías; ahora los dos últimos también lo harán.
Como mala medida gubernativa, la de Héctor es perfecta, comenzando con que se anunció a pocas horas de ponerse en ejecución, de modo que nadie pudiera organizarse como para que le afectase menos. Por cierto, una pregunta, ahora que sólo las farmacias pueden recibir a todo el mundo ¿cómo se va a hacer para que no se compre allí productos que vendían los abastos?
SANTINUNEZ@Yahoo.com
Nos imaginamos que la frustración de su utopía habrá sido la causa del eclipse total en el que cayó; desapareció de la escena. Pero he aquí que algún acólito le habrá recordado que no hay político con futuro si de él no se habla -“que hablen bien o mal; lo importante es que hablen de mí”, dijo originalmente Dalí y es regla corriente del marketing político. Y Héctor cogió el consejo y resolvió hacerse más que presente en la vida de los venezolanos, prohibiéndoles ir a comprar alimentos si el último número de su cédula no coincide con una dupleta laberíntica y casi imposible de memorizar. Por la crisis económica causada por el chavomadurismo, todas las empresas y tiendas del país se tambaleaban al 20% de sus ventas; la cuarentena las ha puesto en quiebra, con la excepción de las farmacias, los abastos y las panaderías; ahora los dos últimos también lo harán.
Como mala medida gubernativa, la de Héctor es perfecta, comenzando con que se anunció a pocas horas de ponerse en ejecución, de modo que nadie pudiera organizarse como para que le afectase menos. Por cierto, una pregunta, ahora que sólo las farmacias pueden recibir a todo el mundo ¿cómo se va a hacer para que no se compre allí productos que vendían los abastos?
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