El superportero criollo
No es solo un portero, es la muestra del deterioro social que evidencia el mal manejo de las cuotas de poder que le son conferidas para servir y no para maltratar
El superportero criollo no es solo un portero, él es un ser supremo con la capacidad de decidir si entras o no, si terminas tu gestión o no, si tienes servicios o no, si pones gasolina o no, hasta si eres feliz o la amargura se apropia de ti. Más que el súper héroe que cree ser, es un maleante de baja ralea.
El superportero criollo es un ser de otro mundo, pero en este mundo. Más que una deidad etérea está allí, es tangible, tiene presencia material, por si no espiritual. Es una especie de dios en la tierra aunque con su mismo poder y alcance, si no más.
No es mitológico ni fruto de una leyenda, es de verdad. Lo puedes ver y escuchar directamente cuando con mirada de villano de telenovela mexicana posa sus ojos con humillación en tu ser inferior y luego al girar la vista hacia abajo en señal de desprecio te dice: “esa vaina no es así… aquí es como yo te digo”, esto último viendo a otro lado, ignorándote en lo absoluto.
Es, sin emular al creador pues está sobre él, omnipotente y omnipresente. Él tiene la capacidad de arreglarlo todo o no, o decirte quién tiene la autoridad conferida por él para hacerlo.
El poder del superportero criollo va más allá de su zona de acción ya que tiene la capacidad de mutar y aparecer en cualquier lugar, cargo, cuerpo, persona y función. Es como el agente Smith de Matrix pero sin Internet.
Sin importar su rol, su principal misión es obstaculizar… prohibir… sabotear… trancar… joder.
Trajeado con su uniforme impecable, aunque a veces no tan impecable y sí arrugado, roído y hasta descolorido según el rol asumido, trata de infundir el respeto que no otorga. Si tiene un radio en la mano es de una estirpe mayor, ¡cuidado! Si está de civil igualará el radio con el teléfono celular aunque no tenga saldo. Su mirada será siempre despectiva y tratará a las personas como objetos de poco valor.
Es como una degeneración de Policía Metropolitana –valga la escandalosa redundancia- mezclado con político nacional y guapo é pueblo. Sus decisiones, nunca fundamentadas en la razón, deben ser de estricto cumplimiento so pena de sufrir penosas sanciones o imposibilidad de acceso y soluciones hasta que a este triste personaje le dé la gana.
Puede transmutarse y ser cualquiera, como Los Gemelos Fantásticos, la sensual exterminadora T-X de Terminator 3 o Ismael García. Será el encargado de seguridad de un supermercado, policía municipal, trabajador público, oficinista de banco, perrocalentero, dueño/trabajador o responsable de una estación de servicio, socio de un supermercado, guardia nacional, político o realmente un portero.
Pero sus trabas no las pone para que le paguen, bueno eso dice él… y si lo dice él debe ser verdad. Y aunque no toque el cochino dinero que puedas ofrendarle, como una versión High Definition del hermano Cocó, lo gasta.
En la puerta del supermercado revisa sólo con su visión superpoderosa de rayos catódicos y anódicos y en contra factura el contenido de la bolsa. Por su forma de mirar parece poder ver la cantidad de productos, temperatura, estado de salubridad y peso, porque es capaz hasta de detectar si te comiste el cambur antes o después de pagarlo. Es una versión reggeatonera de RoboCop.
En su adaptación de trabajador, socio o responsable de estación de servicio asume todo el poder del cargo de Generalísimo de la Generalidad de los Generalotes y decide quién, cómo y cuánto pone combustible. Su majestad tiene el poder de otorgar la facultad del movimiento a los mortales mientras en sus manos retiene una figura alada de Niké (Diosa de la victoria) emulando a Zeus o Atenea en el Acrópolis de Atenas. Por estos días con el tema de la gasolina tiene más poder que los mismos dioses de la Mitología Griega.
Si trabaja en un empresa de servicios, pública o privada, él decide quien se comunica y quién no. Es la encarnación del técnico de Cantv que mueve tu señal de la tarjeta buena a la mala para dejarte sin tono telefónico ni Internet. Es el llavero de la hidrológica que decide hasta cuándo abrir sin importar quién reciba el vital líquido. Es el técnico del cable operadora que corta el cable, daña el cajetín y deja expuestos los equipos para que tengas mala señal. El común denominador de estos tipos es que accionan sólo si le jalas bastante y le das una vainita para revisar –el servicio tiene otro valor- porque ellos en su deidad deciden quién se conecta al mundo y quién no.
Es su rol de funcionario público el que más disfruta. Allí veja, ofende, humilla, maltrata y extorsiona a todo aquel que tenga los bríos de acudir ante él aunque sea para pedir la hora. Ya el cafecito ofrendado no basta para que esboce una tímida sonrisa y facilite los procedimientos, los tiempos han cambiado y con ello los tributos.
Si está en una alcabala o algo que se le asemeje ahí la cosa se pone mejor, o peor. Tiene la capacidad de convertirte en la Penélope de Ulises que no solo destejerá sueños, sino realidades, planes y tiempo. También puede cual Moisés abrir los mares y dejarte pasar entre los otros vehículos detenidos en el espacio eterno del irrespeto, la trampa y la extorsión.
Si es asistente o escolta de un ministro, gobernador, alcalde, diputado o funcionario de alta jerarquía él es el poder encarnado en sí mismo. No hay solicitud que pase ni problema que se resuelva si caes en sus garras. El asistente decide qué hace, aprueba y a quién recibe el alto funcionario. El escolta lo aleja y desconecta de la gente, la realidad y de su razón de ser.
En la noche se retira a sus aposentos cansado de la jornada, lucrado por los sacrificios que los mortales le han de ofrecer; disfrutando las mieles de su poder absoluto de la mediocridad y la falta de humanidad y respeto; narrando sus épicas aventuras a sus hijos y familiares para asegurarse de perpetuar la estirpe; fraguando nuevas formas para perjudicar y timar al prójimo mientras se regodea en la misma mierda social que crea y lo justifica.
No es solo un portero, es la muestra del deterioro social que evidencia el mal manejo de las cuotas de poder que le son conferidas para servir y no para maltratar.
En su distancia de deidad también se aleja a sí mismo de la esencia propia del venezolano, de ese ser colaborador, solidario y buena gente.
El superportero criollo es un ser de otro mundo, pero en este mundo. Más que una deidad etérea está allí, es tangible, tiene presencia material, por si no espiritual. Es una especie de dios en la tierra aunque con su mismo poder y alcance, si no más.
No es mitológico ni fruto de una leyenda, es de verdad. Lo puedes ver y escuchar directamente cuando con mirada de villano de telenovela mexicana posa sus ojos con humillación en tu ser inferior y luego al girar la vista hacia abajo en señal de desprecio te dice: “esa vaina no es así… aquí es como yo te digo”, esto último viendo a otro lado, ignorándote en lo absoluto.
Es, sin emular al creador pues está sobre él, omnipotente y omnipresente. Él tiene la capacidad de arreglarlo todo o no, o decirte quién tiene la autoridad conferida por él para hacerlo.
El poder del superportero criollo va más allá de su zona de acción ya que tiene la capacidad de mutar y aparecer en cualquier lugar, cargo, cuerpo, persona y función. Es como el agente Smith de Matrix pero sin Internet.
Sin importar su rol, su principal misión es obstaculizar… prohibir… sabotear… trancar… joder.
Trajeado con su uniforme impecable, aunque a veces no tan impecable y sí arrugado, roído y hasta descolorido según el rol asumido, trata de infundir el respeto que no otorga. Si tiene un radio en la mano es de una estirpe mayor, ¡cuidado! Si está de civil igualará el radio con el teléfono celular aunque no tenga saldo. Su mirada será siempre despectiva y tratará a las personas como objetos de poco valor.
Es como una degeneración de Policía Metropolitana –valga la escandalosa redundancia- mezclado con político nacional y guapo é pueblo. Sus decisiones, nunca fundamentadas en la razón, deben ser de estricto cumplimiento so pena de sufrir penosas sanciones o imposibilidad de acceso y soluciones hasta que a este triste personaje le dé la gana.
Puede transmutarse y ser cualquiera, como Los Gemelos Fantásticos, la sensual exterminadora T-X de Terminator 3 o Ismael García. Será el encargado de seguridad de un supermercado, policía municipal, trabajador público, oficinista de banco, perrocalentero, dueño/trabajador o responsable de una estación de servicio, socio de un supermercado, guardia nacional, político o realmente un portero.
Pero sus trabas no las pone para que le paguen, bueno eso dice él… y si lo dice él debe ser verdad. Y aunque no toque el cochino dinero que puedas ofrendarle, como una versión High Definition del hermano Cocó, lo gasta.
En la puerta del supermercado revisa sólo con su visión superpoderosa de rayos catódicos y anódicos y en contra factura el contenido de la bolsa. Por su forma de mirar parece poder ver la cantidad de productos, temperatura, estado de salubridad y peso, porque es capaz hasta de detectar si te comiste el cambur antes o después de pagarlo. Es una versión reggeatonera de RoboCop.
En su adaptación de trabajador, socio o responsable de estación de servicio asume todo el poder del cargo de Generalísimo de la Generalidad de los Generalotes y decide quién, cómo y cuánto pone combustible. Su majestad tiene el poder de otorgar la facultad del movimiento a los mortales mientras en sus manos retiene una figura alada de Niké (Diosa de la victoria) emulando a Zeus o Atenea en el Acrópolis de Atenas. Por estos días con el tema de la gasolina tiene más poder que los mismos dioses de la Mitología Griega.
Si trabaja en un empresa de servicios, pública o privada, él decide quien se comunica y quién no. Es la encarnación del técnico de Cantv que mueve tu señal de la tarjeta buena a la mala para dejarte sin tono telefónico ni Internet. Es el llavero de la hidrológica que decide hasta cuándo abrir sin importar quién reciba el vital líquido. Es el técnico del cable operadora que corta el cable, daña el cajetín y deja expuestos los equipos para que tengas mala señal. El común denominador de estos tipos es que accionan sólo si le jalas bastante y le das una vainita para revisar –el servicio tiene otro valor- porque ellos en su deidad deciden quién se conecta al mundo y quién no.
Es su rol de funcionario público el que más disfruta. Allí veja, ofende, humilla, maltrata y extorsiona a todo aquel que tenga los bríos de acudir ante él aunque sea para pedir la hora. Ya el cafecito ofrendado no basta para que esboce una tímida sonrisa y facilite los procedimientos, los tiempos han cambiado y con ello los tributos.
Si está en una alcabala o algo que se le asemeje ahí la cosa se pone mejor, o peor. Tiene la capacidad de convertirte en la Penélope de Ulises que no solo destejerá sueños, sino realidades, planes y tiempo. También puede cual Moisés abrir los mares y dejarte pasar entre los otros vehículos detenidos en el espacio eterno del irrespeto, la trampa y la extorsión.
Si es asistente o escolta de un ministro, gobernador, alcalde, diputado o funcionario de alta jerarquía él es el poder encarnado en sí mismo. No hay solicitud que pase ni problema que se resuelva si caes en sus garras. El asistente decide qué hace, aprueba y a quién recibe el alto funcionario. El escolta lo aleja y desconecta de la gente, la realidad y de su razón de ser.
En la noche se retira a sus aposentos cansado de la jornada, lucrado por los sacrificios que los mortales le han de ofrecer; disfrutando las mieles de su poder absoluto de la mediocridad y la falta de humanidad y respeto; narrando sus épicas aventuras a sus hijos y familiares para asegurarse de perpetuar la estirpe; fraguando nuevas formas para perjudicar y timar al prójimo mientras se regodea en la misma mierda social que crea y lo justifica.
No es solo un portero, es la muestra del deterioro social que evidencia el mal manejo de las cuotas de poder que le son conferidas para servir y no para maltratar.
En su distancia de deidad también se aleja a sí mismo de la esencia propia del venezolano, de ese ser colaborador, solidario y buena gente.
Aprende, crea y emprende.
Comunicador Social UCV
Instagram, Facebook & twitter: leozuritave
leozurita.ve@gmail.com
Comunicador Social UCV
Instagram, Facebook & twitter: leozuritave
leozurita.ve@gmail.com
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones