Immaculée Llibagiza. Perdonar no es impunidad
JUAN CARLOS GOITÍA GÓMEZ. Para Llibagiza, que quiere decir “resplandeciente y hermosa en cuerpo y alma”, el perdón es la liberación del odio que logra la víctima para sí, no para el victimario
JUAN CARLOS GOITÍA GÓMEZ
De “las nieblas del áfrica” viene Immaculée Llibagiza. Es Ruanda, tierra llamada así por la bruma que cubre sus colinas; donde convivieron los pueblos tutsi y hutu; uno dueño de rebaños, gobernante; otro agricultor, gobernado. Dos imperios tuvieron que ver mucho con la suerte de su terruño: el alemán, que a comienzos del siglo XX lo colonizó apoyándose en la clase dominante; y el belga -tomó su posesión despojada Prusia de él tras su derrota en la Primera Guerra Mundial- que actuó igual pero clasificando la población en base a diferencias como tamaño de cráneo y nariz, lo que estableció la segregación étnica.
En los años 50 del siglo XX África se sumió en un movimiento independentista. Los tutsis aspiraron emanciparse y para evitarlo los belgas pactaron con los hutu. En 1959 estalló la Revolución y el poder fue para estos. En 1962 se logró la República. Una guerra civil se inició en 1990 y en 1993 se negoció para evitarla la creación de un gobierno de conciliación, no aceptado por el sector radical hutu cuya estrategia era el genocidio “para no cometer los errores del pasado”. El asesinato del Presidente Habyarimana en abril de 1994 acabó la convivencia y desató la “solución final”: más de 800.000 tutsis y hutus moderados fueron exterminados en 100 días… nadie supo, nadie vio.
Immaculée, tutsi, con apenas 22 años, conoció el infierno en la Pascua, tiempo para celebrar la resurrección de Jesús. Visitaba la casa paterna en Mataba para el momento del magnicidio. Se ocultó durante 91 días con 6 mujeres en un minúsculo, sofocante y oscuro baño sellado por el ropero de la casa de un Pastor. Pasar 3 meses escondida y aterrada no fue lo peor, afuera toda su familia yacía liquidada.
“Al principio estaba furiosa… cuando salga arrojaré granadas en toda Ruanda…”, expresó en entrevista publicada por “El Espectador” de Colombia (1-10-2016). Trabajó en la Misión de la ONU para la reconstrucción del país y pudo ir de nuevo a su pueblo natal. Ver su casa en ruinas, familia y amigos sepultados en fosas comunes, y ojos imperturbables de los verdugos, la hicieron enterrar también su tolerancia. 4 años siguió con la labor y luego a New York. No dudaría en alejarse de tutsis y hutus.
En EEUU escribió sobre su tragedia, haciéndolo, sin darse cuenta, recuperaba la existencia. Con la publicación de su primer libro “Sobrevivir para contarlo” (2006), traducido a más de 40 idiomas, ayudó a que se supiera de la abominable matanza, y poco a poco comenzó a copar los escenarios del planeta predicando sobre el perdón. Dios le había asignado llevar a la humanidad el mensaje de la indulgencia sin impunidad cómo único camino a la paz entre los hombres.
A Felicien, un vecino partícipe en la muerte de los suyos y de quien dijo escuchaba desde el tenebroso baño preguntando por ella como la cucaracha, para matarla, lo visitó en prisión y perdonó. “… Cuando uno se convierte en alguien que odia, se enferma y empieza a odiar a gente inocente…” Diario El Tiempo de Colombia (24-5-2014).
Para Llibagiza, que quiere decir “resplandeciente y hermosa en cuerpo y alma”, el perdón es la liberación del odio que logra la víctima para sí, no para el victimario, quien deberá buscar su propio camino de redención. El perdón es unilateral y por eso no comporta la impunidad. Algunos siguen inmersos en “las nieblas del áfrica”, ella no, el sol radiante ilumina sus días.
@doctorgoitia
En los años 50 del siglo XX África se sumió en un movimiento independentista. Los tutsis aspiraron emanciparse y para evitarlo los belgas pactaron con los hutu. En 1959 estalló la Revolución y el poder fue para estos. En 1962 se logró la República. Una guerra civil se inició en 1990 y en 1993 se negoció para evitarla la creación de un gobierno de conciliación, no aceptado por el sector radical hutu cuya estrategia era el genocidio “para no cometer los errores del pasado”. El asesinato del Presidente Habyarimana en abril de 1994 acabó la convivencia y desató la “solución final”: más de 800.000 tutsis y hutus moderados fueron exterminados en 100 días… nadie supo, nadie vio.
Immaculée, tutsi, con apenas 22 años, conoció el infierno en la Pascua, tiempo para celebrar la resurrección de Jesús. Visitaba la casa paterna en Mataba para el momento del magnicidio. Se ocultó durante 91 días con 6 mujeres en un minúsculo, sofocante y oscuro baño sellado por el ropero de la casa de un Pastor. Pasar 3 meses escondida y aterrada no fue lo peor, afuera toda su familia yacía liquidada.
“Al principio estaba furiosa… cuando salga arrojaré granadas en toda Ruanda…”, expresó en entrevista publicada por “El Espectador” de Colombia (1-10-2016). Trabajó en la Misión de la ONU para la reconstrucción del país y pudo ir de nuevo a su pueblo natal. Ver su casa en ruinas, familia y amigos sepultados en fosas comunes, y ojos imperturbables de los verdugos, la hicieron enterrar también su tolerancia. 4 años siguió con la labor y luego a New York. No dudaría en alejarse de tutsis y hutus.
En EEUU escribió sobre su tragedia, haciéndolo, sin darse cuenta, recuperaba la existencia. Con la publicación de su primer libro “Sobrevivir para contarlo” (2006), traducido a más de 40 idiomas, ayudó a que se supiera de la abominable matanza, y poco a poco comenzó a copar los escenarios del planeta predicando sobre el perdón. Dios le había asignado llevar a la humanidad el mensaje de la indulgencia sin impunidad cómo único camino a la paz entre los hombres.
A Felicien, un vecino partícipe en la muerte de los suyos y de quien dijo escuchaba desde el tenebroso baño preguntando por ella como la cucaracha, para matarla, lo visitó en prisión y perdonó. “… Cuando uno se convierte en alguien que odia, se enferma y empieza a odiar a gente inocente…” Diario El Tiempo de Colombia (24-5-2014).
Para Llibagiza, que quiere decir “resplandeciente y hermosa en cuerpo y alma”, el perdón es la liberación del odio que logra la víctima para sí, no para el victimario, quien deberá buscar su propio camino de redención. El perdón es unilateral y por eso no comporta la impunidad. Algunos siguen inmersos en “las nieblas del áfrica”, ella no, el sol radiante ilumina sus días.
@doctorgoitia
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