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"¿Qué le pasó a tu país?"

Cuando leí eso, sentí un dolor inmenso. En aquella Venezuela nací y crecí. La Venezuela posible. El país más promisorio de América Latina, con la gente más amable, hospitalaria y cálida del mundo...

  • CAROLINA JAIMES BRANGER

01/06/2020 05:00 am

Juego en mi teléfono Apalabrados. Muy parecido al Scrabble, me entretiene y relaja. He conocido personas de todas partes de Iberoamérica, que viven en muchas partes del mundo. En estos días comencé una serie de partidas con un español que vive en Bali, y con las partidas comenzó el chat. Se confesó antimonárquico y simpatizante de la izquierda, aunque no le gusta Sánchez. A Iglesias, lo detesta. Le parecen hipócritas, corruptos, abusadores. Suena conocido, ¿verdad?...

“Estuve en Venezuela a final de los años setenta”, continuó. “En Caracas, una ciudad que me fascinó por cosmopolita, divertida, alegre. No dormí casi nada la semana que pasé allá. Durante el día visitas a lugares históricos, centros comerciales increíbles, restaurantes con la oferta gastronómica mejor y más variada que he visto en mi vida. En Margarita, un lugar al que sueño volver. Conocí todas sus playas y hasta consideré quedarme allá. En Mérida subí al teleférico más alto del mundo y cuando llegué arriba me dio un soponcio al que vosotros llamáis mal de páramo. No te imaginas la amabilidad con la que me trataron, gente que nunca en su vida me había visto. Fui a conocer el llano, el Estero de Camaguán es alucinante. Los morichales, imponentes. Pero lo que más me gustó es que las personas me invitaban a entrar en su casa a tomar un café delicioso que se llama “guallollo” (sic). En España no invitamos a las casas. Los cafés nos los tomamos fuera, a menos, que sea alguien familiar o amigo muy cercano. En Venezuela, era como si todos fueran familia”.

Cuando leí eso, sentí un dolor inmenso. En aquella Venezuela nací y crecí. La Venezuela posible. El país más promisorio de América Latina, con la gente más amable, hospitalaria y cálida del mundo. Y entonces, vino la pregunta lapidaria, precisa, lacerante: “¿qué le pasó a tu país?”.

“La respuesta”, le respondí, “me va a tomar indefinidas sesiones de chat. Puedo escribir veinte libros sobre lo que pasó en Venezuela y aún quedarías insatisfecho de mi respuesta. Porque es imposible de creer que un país que iba enrumbado a ser desarrollado y pujante, moderno y progresista, haya terminado como estamos hoy, con cerca de un 90% de pobreza, más de 70% de pobreza crítica, en crisis humanitaria, sin libertades, con un régimen autoritario y represor”.

“Lo siento, tía”, escribió. “Pero es que adoro Venezuela. Para nosotros saliendo del franquismo, era ir al paraíso terrenal. La libertad que se respiraba en tu país era increíble”. Le conté que cuando Colón llegó a las costas de Paria creyó haber llegado al paraíso. Por eso la llamó “Tierra de Gracia”.

“Pero ahora sois una “tierra de desgracia”. Lo veo en las noticias. Pero no pierdo la esperanza de que eso cambie, porque quiero volver”.

Yo tampoco pierdo la esperanza. Por eso estoy aquí, por eso me quedo. Terminé la conversación diciéndole: “el próximo guayoyo te lo vas a tomar en mi casa”.

@cjaimesb
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