Sanciones y gasolina
La gasolina llegará o no llegará; el Gobierno hará esfuerzos por procurarla; pero igual está dispuesto a sobrevivir sin ella, o arbitrando sobre mil excusas, razones y privilegios para distribuirla...
Si se escucha con atención cómo discurre Maduro, se entenderá el casi inexistente horizonte que tienen las sanciones como determinante para que acepte excluirse del gobierno. Maduro se asume a si mismo a la cabeza de una cosa que llama “democracia popular”, la cual hasta entiende y acepta que se aparta de los caracteres de lo que tradicionalmente en Occidente llaman democracia -a la que agrega el calificativo de “representativa”-; y pide de los otros estados que reconozcan esa, la suya, como una forma particular de organizarse que tendríamos los venezolanos y que goza de la protección del principio de no-intervención. Desde luego que Maduro silencia, o le parece inmaterial, todos los retorcimientos que ha hecho de los procesos políticos en Venezuela y que desembocan en esa realidad para la cual pide respeto. Maduro se vé a si mismo como encarnando una “causa superior” -el socialismo-, frente a la cual, por una parte, cualquier incomodidad, cualquier privación, es una cosa pequeña que cede en importancia; y, por la otra, autoriza cualquier conducta, cualquier iniciativa, que pueda contribuir a sostenerla.
Como en casi todo, la medida es Fidel y Cuba. Cuando en Rusia, a finales de los años 80 del siglo pasado, hizo eclosión la esencial caducidad del socialismo, y, con ello, cesó el apoyo económico-financiero que ésta le daba a Cuba (equivalente a unos 10.000 millones de dólares anuales hoy), muchos pensaron que había llegado la hora final de Fidel Castro (Oppenheimer); pero éste no se arredró frente a ello y, por el contrario, propuso a los cubanos que fuese la Isla el último reducto de esa idea moralmente superior que según él seria el socialismo; y ello no obstante someter a la población a mortal hambruna (Padura).
La gasolina llegará o no llegará; el Gobierno hará esfuerzos por procurarla; pero igual está dispuesto a sobrevivir sin ella, o arbitrando sobre mil excusas, razones y privilegios para distribuir la poca que consiga. En fin, que las sanciones y sus efectos sobre los países afectados por ellas no son para causar decisiones finales de los gobernantes sobre la propia continuación de su ejercicio -ese es un efecto remoto e incierto-, son para que los ciudadanos de esos países se hagan juicios sobre la conveniencia de mantenerlos.
SANTINUNEZ@Yahoo.com
Como en casi todo, la medida es Fidel y Cuba. Cuando en Rusia, a finales de los años 80 del siglo pasado, hizo eclosión la esencial caducidad del socialismo, y, con ello, cesó el apoyo económico-financiero que ésta le daba a Cuba (equivalente a unos 10.000 millones de dólares anuales hoy), muchos pensaron que había llegado la hora final de Fidel Castro (Oppenheimer); pero éste no se arredró frente a ello y, por el contrario, propuso a los cubanos que fuese la Isla el último reducto de esa idea moralmente superior que según él seria el socialismo; y ello no obstante someter a la población a mortal hambruna (Padura).
La gasolina llegará o no llegará; el Gobierno hará esfuerzos por procurarla; pero igual está dispuesto a sobrevivir sin ella, o arbitrando sobre mil excusas, razones y privilegios para distribuir la poca que consiga. En fin, que las sanciones y sus efectos sobre los países afectados por ellas no son para causar decisiones finales de los gobernantes sobre la propia continuación de su ejercicio -ese es un efecto remoto e incierto-, son para que los ciudadanos de esos países se hagan juicios sobre la conveniencia de mantenerlos.
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