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Sanciones y gasolina

La gasolina llegará o no llegará; el Gobierno hará esfuerzos por procurarla; pero igual está dispuesto a sobrevivir sin ella, o arbitrando sobre mil excusas, razones y privilegios para distribuirla...

  • JOSÉ SANTIAGO NUÑEZ GÓMEZ

23/05/2020 05:00 am

Si se escucha con atención cómo discurre Maduro, se entenderá el casi inexistente horizonte que tienen las sanciones como determinante para que acepte excluirse del gobierno. Maduro se asume a si mismo a la cabeza de una cosa que llama “democracia popular”, la cual hasta entiende y acepta que se aparta de los caracteres de lo que tradicionalmente en Occidente llaman democracia -a la que agrega el calificativo de “representativa”-; y pide de los otros estados que reconozcan esa, la suya, como una forma particular de organizarse que tendríamos los venezolanos y que goza de la protección del principio de no-intervención. Desde luego que Maduro silencia, o le parece inmaterial, todos los retorcimientos que ha hecho de los procesos políticos en Venezuela y que desembocan en esa realidad para la cual pide respeto. Maduro se vé a si mismo como encarnando una “causa superior” -el socialismo-, frente a la cual, por una parte, cualquier incomodidad, cualquier privación, es una cosa pequeña que cede en importancia; y, por la otra, autoriza cualquier conducta, cualquier iniciativa, que pueda contribuir a sostenerla.

Como en casi todo, la medida es Fidel y Cuba. Cuando en Rusia, a finales de los años 80 del siglo pasado, hizo eclosión la esencial caducidad del socialismo, y, con ello, cesó el apoyo económico-financiero que ésta le daba a Cuba (equivalente a unos 10.000 millones de dólares anuales hoy), muchos pensaron que había llegado la hora final de Fidel Castro (Oppenheimer); pero éste no se arredró frente a ello y, por el contrario, propuso a los cubanos que fuese la Isla el último reducto de esa idea moralmente superior que según él seria el socialismo; y ello no obstante someter a la población a mortal hambruna (Padura).

La gasolina llegará o no llegará; el Gobierno hará esfuerzos por procurarla; pero igual está dispuesto a sobrevivir sin ella, o arbitrando sobre mil excusas, razones y privilegios para distribuir la poca que consiga. En fin, que las sanciones y sus efectos sobre los países afectados por ellas no son para causar decisiones finales de los gobernantes sobre la propia continuación de su ejercicio -ese es un efecto remoto e incierto-, son para que los ciudadanos de esos países se hagan juicios sobre la conveniencia de mantenerlos.

SANTINUNEZ@Yahoo.com
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