Creer o no creer
Nuestro país es víctima de una excesiva tormenta de mensajes de toda índole, sobre todo en el campo político, económico y social
Cada minuto se envían 38 millones de mensajes por Whatsapp, 187 millones de coreos electrónicos, 481 mil mensajes de Twitter y 25 mil gift por Messenger FB. Si eso le parece poco agreguemos 3,7 millones de búsquedas en Google, 174 mil visitas a Instagram, se ven 4,3 millones de videos en YouTube y se hacen 973 mil inicios de sesión en Facebook.
La avalancha de información es abrumadora. Variados y muy diversos los contenidos en redes sociales desplazaron por mucho a los mensajes recibidos por medios y formas tradicionales, incluyendo la interacción directa y personal.
Ante tan abrumadora cantidad de mensajes y contenidos no estamos exentos de recibir información que no es de nuestro interés y, por otro lado, información falsa. Claro está que gracias a nuestras búsquedas y los que vemos en redes e Internet los algoritmos de estas lo parametrizan y comenzamos a recibir contenidos relacionados con nuestras preferencias.
Sin embargo, seguimos siendo vulnerables a información mal intencionada. Recordemos que toda comunicación tiene una intención. En la comunicación nada es inocente. El problema se presenta cuando la intención no es loable
Nuestro país es víctima de una excesiva tormenta de mensajes de toda índole, sobre todo en el campo político, económico y social y, en no pocas ocasiones, hemos constatado que los mensajes son falsos o divorciados de la realidad.
Mucho de esto tiene que ver con el mundo de percepciones donde nos manejamos, en los que muchas veces está supera al discurso porque percibimos influenciados por factores sociales y culturales para construir o modificar nuestras impresiones y, los mensajes estarán dirigidos a moldearnos o convencernos. Cuando los contenidos no terminan de persuadir es porque se generó una disonancia cognitiva producto de un mensaje que rompe o altera nuestros esquemas, percepciones y patrones de conducta.
Los falsos mensajes, en cambio, son imperceptibles porque se asemejan mucho a nuestro mundo real y de deseos y plantean la concreción de situaciones positivas para nuestro entorno.
Este 2020 plantea que los mensajes se incrementarán por un proceso propio de crecimiento de las plataformas y número de usuarios.
Por eso debes aprender a seleccionarlos para sacar provecho de lo que te favorece y desechar todo aquello que no solo es contraproducente sino que además te quita tiempo.
Entramos en un año previsiblemente electoral. La cantidad de mensajes falsos y de contenidos con medias verdades serán la constante. Asegúrate de protegerte más allá de tus propias creencias y deseos. Revisa bien quien envía el mensaje y de quien es la autoría. Si sabes del autor verifica su capacidad para hablar sobre el tema. Y muy importante es no reenviar si no se estás seguro de lo positivo del contenido y del beneficio para otros. No caigas en el juego perverso de la desinformación, ese espiral de mentiras que ya es lamentablemente cotidiano.
Por tu parte, crea contenidos con valor para tu propósito. Si eres médico alergólogo aventúrate a escribir información con consejos para evitar sufrirlas y que hacer para resolver de manera sencilla las crisis ocasionales que puedan presentarse en un momento determinado. Invita con ello a que las personas se acerquen a tu consulta porque te has mostrado como conocedor del tema.
Así para todos los aspectos de negocios y emprendimientos. Genera contenido de calidad. Dentro de ese vasto universo de mensajes las personas esperan cosas de utilidad que le solucionen problemas o les satisfagan necesidades. Una vez fidelizados ya será más sencillo hacerlo consumidores de tu producto o servicio.
Invierte tu tiempo, capacidades y energías en cosas positivas y genera al mundo un espacio con mejores contenidos, pues al final eso incidirá positivamente en la vida de tus clientes y en la tuya propia.
Selecciona mejor lo que lees, aprende, construye y haz de lado todo lo que no te sirve. Si ya sabes seleccionar lo que te beneficia, ahora puedes disfrutarlo, creerlo y aprenderle.
Creer o no creer, ese es tu dilema.
Aprende, crea y emprende.
Comunicador social UCV
Instagram, Facebook & Twitter: leozuritave
leozurita.ve@gmail.com
La avalancha de información es abrumadora. Variados y muy diversos los contenidos en redes sociales desplazaron por mucho a los mensajes recibidos por medios y formas tradicionales, incluyendo la interacción directa y personal.
Ante tan abrumadora cantidad de mensajes y contenidos no estamos exentos de recibir información que no es de nuestro interés y, por otro lado, información falsa. Claro está que gracias a nuestras búsquedas y los que vemos en redes e Internet los algoritmos de estas lo parametrizan y comenzamos a recibir contenidos relacionados con nuestras preferencias.
Sin embargo, seguimos siendo vulnerables a información mal intencionada. Recordemos que toda comunicación tiene una intención. En la comunicación nada es inocente. El problema se presenta cuando la intención no es loable
Nuestro país es víctima de una excesiva tormenta de mensajes de toda índole, sobre todo en el campo político, económico y social y, en no pocas ocasiones, hemos constatado que los mensajes son falsos o divorciados de la realidad.
Mucho de esto tiene que ver con el mundo de percepciones donde nos manejamos, en los que muchas veces está supera al discurso porque percibimos influenciados por factores sociales y culturales para construir o modificar nuestras impresiones y, los mensajes estarán dirigidos a moldearnos o convencernos. Cuando los contenidos no terminan de persuadir es porque se generó una disonancia cognitiva producto de un mensaje que rompe o altera nuestros esquemas, percepciones y patrones de conducta.
Los falsos mensajes, en cambio, son imperceptibles porque se asemejan mucho a nuestro mundo real y de deseos y plantean la concreción de situaciones positivas para nuestro entorno.
Este 2020 plantea que los mensajes se incrementarán por un proceso propio de crecimiento de las plataformas y número de usuarios.
Por eso debes aprender a seleccionarlos para sacar provecho de lo que te favorece y desechar todo aquello que no solo es contraproducente sino que además te quita tiempo.
Entramos en un año previsiblemente electoral. La cantidad de mensajes falsos y de contenidos con medias verdades serán la constante. Asegúrate de protegerte más allá de tus propias creencias y deseos. Revisa bien quien envía el mensaje y de quien es la autoría. Si sabes del autor verifica su capacidad para hablar sobre el tema. Y muy importante es no reenviar si no se estás seguro de lo positivo del contenido y del beneficio para otros. No caigas en el juego perverso de la desinformación, ese espiral de mentiras que ya es lamentablemente cotidiano.
Por tu parte, crea contenidos con valor para tu propósito. Si eres médico alergólogo aventúrate a escribir información con consejos para evitar sufrirlas y que hacer para resolver de manera sencilla las crisis ocasionales que puedan presentarse en un momento determinado. Invita con ello a que las personas se acerquen a tu consulta porque te has mostrado como conocedor del tema.
Así para todos los aspectos de negocios y emprendimientos. Genera contenido de calidad. Dentro de ese vasto universo de mensajes las personas esperan cosas de utilidad que le solucionen problemas o les satisfagan necesidades. Una vez fidelizados ya será más sencillo hacerlo consumidores de tu producto o servicio.
Invierte tu tiempo, capacidades y energías en cosas positivas y genera al mundo un espacio con mejores contenidos, pues al final eso incidirá positivamente en la vida de tus clientes y en la tuya propia.
Selecciona mejor lo que lees, aprende, construye y haz de lado todo lo que no te sirve. Si ya sabes seleccionar lo que te beneficia, ahora puedes disfrutarlo, creerlo y aprenderle.
Creer o no creer, ese es tu dilema.
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