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Insistir en el error

Culpar a los demás es muy fácil y con frecuencia tiende a convertirse en una manera de no reconocer nuestros propios errores, de no asumir la propia responsabilidad

  • ECCIO LEÓN R.

01/01/2020 05:00 am

¿Cómo se prepara actualmente Venezuela para poder aprovechar el potencial del talento humano en pro del desarrollo económico y social? ¿Se está promoviendo la educación, la cultura, la disciplina o el trabajo? ¿Se está trabajando para superar las fallas de la ineficiencia, mala calidad y pésima orientación del sistema educativo actual? ¿Se está construyendo una sociedad culta, informada, inteligente y productiva encaminada a afrontar los retos del futuro?

Culpar a los demás es muy fácil y con frecuencia tiende a convertirse en una manera de no reconocer nuestros propios errores, de no asumir la propia responsabilidad. Si reflexionáramos sobre nuestros errores con la misma energía con la que opinamos sobre los errores de los demás seríamos más coherentes. Es perentorio aprender a reconocer los errores.

La ética de algunas personas les lleva a justificar que el mal obrar puede terminar siendo compensado con actos caridad o incluso con asistir a la iglesia. como una especie de frívola transacción financiera con la que el pecado desaparece. Con suerte logran engañarse a sí mismos y a la sociedad en general, pero no siempre resulta tan sencillo mantener la paz consigo mismo. Por esta razón es fundamental aprender a disculparse, a aceptar las disculpas y a vivir en armonía con los demás. Mentir, perjudicar, traicionar, usurpar, simular, murmurar, engañar, manipular, robar y vilipendiar (en resumen, mostrar desprecio hacia una persona mediante la palabra o actos), son sólo algunos de los catalizadores que interrumpen ese delicado equilibrio de la armonía social.

Existe una creencia generalizada de que los grandes personajes no cometen errores cuando lo cierto es que quien no comete errores no es capaz de descubrir nuevas cosas. El haber errado nos lleva a pensar que si hemos hecho algo mal es porque no somos lo suficientemente capaces, lo que puede terminar afectando la autoestima, pero ¿qué ocurre cuando nos equivocamos? Lo que suele suceder es que cuando no asumimos los errores, se termina culpando a los demás o a las circunstancias. Por ello no es accidental escuchar frases tales como: “Yo no me quedo nunca dormido, es que hay mucho tráfico”, solo para no admitir que a veces somos impuntuales. Los impulsa el miedo a una evaluación negativa, a ser juzgados por los demás, a ser tratados con desprecio o desdén, a que los demás piensen que son unos estúpidos, débiles, ineptos o incluso que se está mal de la cabeza.

Aprender de nuestros errores requiere admitir que hemos fallado, a tomar la responsabilidad de nuestros actos. Por fortuna, aún hay quienes sí son capaces de reconocer que se han equivocado, y que están dispuestos a corregir, reparar, enmendar y mejorar. Bienaventurados sean aquellos que construyen nuevos caminos a partir los fracasos y que usan ese aprendizaje como trampolín hacia un mejor futuro.

Si embargo, hay que tener cuidado, ya que a veces nos encontramos con personas con una actitud que se sitúa en el otro extremo, asumiendo además de su responsabilidad, la de los demás. Estos individuos terminan llevando una carga muy pesada y con frecuencia injusta, tomando a veces los matices de castigo en lugar del de un aprendizaje.

Los venezolanos por alguna razón hemos estado incurriendo en los mismos errores. La envidia, el egoísmo, la deslealtad, y la más peligrosa: el hablar mal de los demás. Bien se ajusta aquella frase: “Cuando juzgas, hablas más de ti que del otro”. Lamentablemente algunos siguen recorriendo caminos que no conducen más que a su propia destrucción.

¿Cómo quedará nuestro país después de las tormentas de los mercados, la lucha por los recursos naturales y la competencia por la tecnología y la información? ¿Terminará rezagada o derrotada por sus innumerables problemas internos? ¿Cansada porque sus líderes no supieron superar la mentalidad rentista y adoptar una filosofía que estimule la productividad y la competencia? ¿O bien lograremos convertirnos en los protagonistas del milagro económico del siglo XXI transformando los múltiples fracasos en oportunidades? El destino es un lienzo que terminará con el paisaje que nuestra inspiración conduzca.

En fin, resulta necesario hacer un esfuerzo en crear y construir una visión de futuro para nuestro país con el mismo compromiso y vigor que tuvieron los fundadores de nuestra democracia en su momento cuando definieron un nuevo camino para Venezuela y se esforzaron por llevarlo a la realidad. Sería preciso entonces que nos propusiéramos calcar el ejemplo de quienes edificaron nuestra actual modernidad, quienes se negaron en reincidir en los errores del pasado, y más bien se avocaron a conseguir una transición de la Venezuela agrícola a la industrial, del país rural a urbano, del atraso Gomecista al progreso de la modernidad y con ello, a la democracia.

@el54r
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