Un tema frecuente de conversación que surge en la actualidad en diferentes ambientes, es la situación difícil que viven los venezolanos en el exterior. Por una parte por las dificultades que deben superar en relación al aprendizaje de un nuevo idioma, la realización de un trabajo diferente al que tenía en Venezuela, incluso una persona preparada para labores intelectuales que debe desempeñar trabajos fundamentalmente físicos, la inserción en una cultura diferente, el cambio de escolaridad de los niños y jóvenes, la lejanía de familiares y amistades y en general el cambio de modo de vida que tenían y que ya no tienen. Por otra parte el rechazo que perciben por su condición de extranjeros, lo cual afecta aún más desde el punto de vista psicológico a la persona que emigró.
Algunos opinan que es un rechazo por el hecho de ser extranjeros, lo cual les llama la atención, porque antes eran recibidos con los brazos abiertos en los mismos sitios donde hoy son rechazados. Otros comparan la situación actual con la amplia receptividad que tuvieron en Venezuela los inmigrantes procedentes de los países que hoy rechazan a los venezolanos. Algunos afirman que los venezolanos son víctimas de fobia a los extranjeros o xenofobia.
La Dra. Adela Cortina, filósofa española, catedrática de la Universidad de Valencia en España, ha planteado recientemente que hay que diferenciar la xenofobia de la “aporofobia”, ya que esta última se refiere al rechazo de las personas pobres o desfavorecidas, de tal forma que en muchas oportunidades el rechazo al inmigrante es fundamentalmente por el hecho de que es pobre o es percibido como pobre, porque viene de determinado país que está en malas condiciones socioeconómica, por lo tanto toda persona que emigre de ese país es supuestamente pobre y como consecuencia de esta situación, es víctima del rechazo y del odio que trae como consecuencia la agresión gestual, verbal e incluso física.
Sostiene la Dra. Cortina que “Lo que molesta, primero de los inmigrantes, y luego de los refugiados, no es que sean extranjeros, sino que sean pobres”. Señala a su vez que muchas fobias “son patologías sociales que se expresan en forma de odio al diferente, pero ésta llega enmascarada y constituye un sentimiento muy arraigado que, convenientemente manipulado con fines electoralistas, se ha convertido en un problema político y un desafío para la democracia”.
Los emigrantes venezolanos de las últimas décadas han sido víctimas de aporofobia, lo cual constituye un problema de magnitud continental. La percepción general es que los venezolanos son “pobres” y que por lo tanto constituyen una amenaza para los países receptores. Esta percepción tiene sus excepciones, porque también hay reconocimientos de los importantes aportes hechos por profesionales y trabajadores venezolanos en algunos escenarios.
Sin entrar en un análisis causal profundo, la descripción objetiva de la realidad actual venezolana refleja que las condiciones socioeconómicas se han deteriorado, lo cual ha motivado a miles de venezolanos a buscar nuevos horizontes y esto ha generado una reacción en los países receptores de migrantes, que se expresa en mayores restricciones de inmigración y en reacciones poblacionales de rechazo.
Las medidas de corte humanitario, son de efecto inmediato, pero son temporales y emocionales. La solución racional y definitiva para evitar la aporofobia, es el desarrollo de un modelo político, económico y social que genere las condiciones que estimulen la reinserción de esta población en los diferentes escenarios nacionales para que el venezolano prefiera vivir en Venezuela.
ascardio.coordinacion@gmail.com
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