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El hombre que fusiló al Diablo

JIMENO JOSÉ HERNÁNDEZ DROULERS. En Amazonas vivió un hombre que se dedicó a sembrar el terror.La sola mención de su nombre hacía temblar a cualquiera y recordar el más triste y oscuro de los episodios

  • JIMENO JOSÉ HERNÁNDEZ DROULERS

24/10/2018 05:00 am

En Amazonas vivió un hombre que se dedicó a sembrar el terror. La sola mención de su nombre hacía temblar a cualquiera y recordar el más triste y oscuro de los episodios. Traía a la mente la visión de una masacre a punta de machete y los restos humanos flotando en las turbias aguas del Orinoco para festín de pirañas y caimanes. Era tan temible que ni el mismo General Juan Vicente Gómez pudo contenerlo.

Ya en la selva estaban todos resignados. Le daban a los hijos en sus brazos para que los bautizara y enlazarse mediante el vínculo sagrado del compadrazgo. Lo adulaban cuando se paseaba por las calles de San Fernando de Atabapo y él, con suaves ademanes, saludaba a todo el mundo quitándose el sombrero y con un estrechón de manos.

La noche del 8 de mayo de 1913 tomó la casa del gobernador Roberto Pulido, lo asesinó cortándole la cabeza y luego procedió a hacer lo mismo con su mujer e hijos. En la terrible jornada perdieron la vida otras 60 personas. Al proclamarse como nueva autoridad del territorio le envió una carta al Presidente Gómez relatando lo sucedido. Fue así que Tomás Funes, el “Diablo de Rio Negro”, gobernó el territorio de Amazonas durante ocho años y hasta el día de su muerte.

Poco sabe la gente que la persona que mandó a fusilar a Tomás Funes paseaba libremente por la moderna Caracas a principio de década de 1960, cuando Rómulo Betancourt era Presidente de la República. Todos los días se pasaba por la plaza Bolívar un viejo delgado, de baja estatura, vestido de traje oscuro y corbata roja, peinado con la carrera por el medio y semblante serio, cualquiera diría que es profesor, pero es hacendado y comerciante de madera.

Nadie se imagina que en su pasado, Emilio Arévalo Cedeño fue guerrillero temido que luchó a mano armadadurante 23 años contra el régimen del General Juan Vicente Gómez y comandó un total de siete invasiones a Venezuela. Mucho menos que fue la persona que invadió San Fernando de Atabapo para someter, de una vez por todas al “Diablo de Río Negro” y ponerlo frente a un pelotón de fusilamiento.

El 17 de enero de 1921, luego de invadir territorio venezolano por los llanos del Casanare, pasar por Apure y navegar aguas arriba por los afluentes del Orinoco, llegó al poblado de San Fernando de Atabapo desembocado por la pica de Titi. A las cuatro de la madrugada se escuchan gritos y los primeros disparos, Funes abandona el chinchorro para empuñar el arma. El momento que temía finalmente había llegado, sintió la muerte pisándole los talones y supo que su tiempo había terminado.

Sus guardaespaldas “Avispa” y “El Picure” fueron los primeros en abandonarlo para salvar el pellejo. Se dio cuenta de ello al salir de la habitación y no ver a nadie en la casa. Apenas enfocaba la vista cuando sintió la descarga de la artillería contra la puerta. Por 28 horas logró mantener sus enemigos en la acera de enfrente a punta de fuego pero, sabiendo que todo estaba perdido, abrió una de las ventanas para mostrar un trapo blanco en símbolo que estaba dispuesto a negociar. Entonces se le dio palabra que sería escuchado.

Vestido de Blanco, ensombrerado, salió de la casa y caminó por el centro de la calle para entrevistarse con los dos generales enviados en nombre de Arévalo Cedeño, fueron ellos quienes evitaron que los compadres de Funes y el resto de habitantes de la población lo lincharan. Éstos, conteniendo a la masa, lo condujeron a la plaza para conociese a su captor.

-Usted ganó, y yo soy su prisionero, pero deme paso para el Brasil y devuélvame mi revólver; estoy dispuesto a abandonar Venezuela para siempre.-dijo el preso al momento de conocerlo.

Arévalo sonrió y meneó la cabeza en gesto negativo. -Está equivocado, el vencido no impone condiciones al vencedor.- ¿Merece la muerte un hombre que le arrebató la vida a más de 400 de sus compatriotas durante su reinado del terror en el Amazonas? Arévalo Cedeño sabía cuál era la respuesta a esa incógnita, pero no será quien la responda.

-Yo lo siento Coronel Funes, venimos aquí en nombre de la vindicta pública, se han cometido en estos últimos ocho años grandes crímenes y a usted lo señalan como responsable. Se le seguirá un juicio y si usted es inocente, podrá marcharse a donde guste.-

El tribunal que juzgó a Funes fue conformado Fermín Toro; Fernando Ramírez; Luis Felipe Hernández; Fernando Arias; Cornelio Oliveros; Francisco Teodoro Rodríguez y Marcial Azuaje. Poco se estudió el caso por los jueces tras conocerse la existencia de un cuaderno con los nombres de las 420 personas que ordenó desaparecer el “Diablo de Rio Negro” durante sus 8 años de reinado del terror en Amazonas.

En lo que el pelotón de fusilamiento levantó los fusiles y el Capitán Porras dio la orden-¡apunten!- Funes levantó la cara, se quitó el sombrero, lo lanzó al aire y grito: -Adiós, amigos míos.- Esas fueron sus últimas palabras antes de recibir diez tiros en el pecho y caer al suelo.

Así se refirió al episodio el mismo Arévalo Cedeño al ser entrevistado por el periodista Oscar Yanes, quien cuenta, entre las páginas de su libro “Cosas de Caracas” que –Los ojos de Arévalo Cedeño brillaban de la emoción cuando refería el episodio. Mentalmente, quizás vio otra vez desplomarse el cuerpo del dictador.-

Jimenojose.hernandezd@gmail.com
@jjmhd
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