Sin distracciones
ARGENIS ALEXANDER ANGULO. A mi querido amigo, compañero de carreras, desde mi canal en la pista, y en conciencia de mi andar, le respondí: “con quienes comparto la misión, yo no compito, yo coopero"
Recientemente un gran amigo, desde otro extremo del mundo, me envió un mensaje: “hermano, te salió competencia”. Se refería a un reportaje periodístico sobre una organización cuyo servicio lucía bastante similar a alguno de los que empresarialmente ofertamos a nuestros clientes.
¡Que interesante! Lo que para él era percibido como un riesgo, para mí era, lo menos, una noticia interesante; lo más, una oportunidad. Interesante ver cómo el trabajo sostenido va preparando un mercado fértil para muchos. Una oportunidad para mostrar los atributos de valor de mis productos o servicios; esos que los hacen únicos y difíciles de alcanzar.
Ahora bien, comprendo y agradezco su alerta… Formamos parte de una comunidad programada para competir… Para correr y avanzar más rápido… Y en esa lucha, las miserias humanas surgen… Y así las zancadillas, y así la deslealtad, y la envidia, y en definitiva las distracciones.
Es como el atleta común, que tras semanas, meses y años de entrenamiento físico para representar a su país en el campeonato mundial, también se distrae. Y llegada la hora, vestido de su bandera, teniendo la capacidad de convertir el vibrante rugir de las gradas en un contundente y motivador “¡tú puedes!”, en un enérgico “¡dale!”, o en un “¡vamos!” compartido, decide escuchar algo más.
Y aunque avanza, y se adelanta, como en algún momento creyó que nunca podría hacerlo… Y aunque maneja una técnica adecuada a su realidad… Luego de haber logrado que el cuerpo avanzara como si se comandara por sí mismo y no tuviese un ente que lo habita y lo gobierna, el “yo” del corredor se detiene. Escucha una amenaza. Es el alerta de un competidor que se aproxima. Y aunque su cuerpo continúa, su mente es interceptada por el miedo. Y le obliga a girar la cabeza, a perder la guía de las líneas blancas que sobre la pista enmarcaban el camino que tanto había esperado transitar. Y se desenfoca, y sus pies ya no son tan suyos, y se enreda, y se cae, como es natural, pues dejó de competir con él, para competir con otro.
Así que a mi querido amigo, compañero de gradas y carreras, desde mi canal en la pista, y en conciencia de mi andar, le respondí: “con quienes comparto la misión, yo no compito, yo coopero”.
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