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Lecciones de Irak, Libia, Angola, Vietnam

as experiencias muestran que, en contextos donde el Estado está bajo conflicto político, el fortalecimiento del sector privado mediante puede acelerar la reactivación económica y mejorar la estabilidad social

  • ALEJANDRO J. SUCRE

17/08/2025 05:07 am

Las experiencias de reconstrucción económica en escenarios de conflictos políticos han demostrado que el fortalecimiento del sector privado constituye una herramienta esencial para estimular la actividad económica, crear empleos y reducir la dependencia de estructuras estatales politizadas. Países como Irak, Libia y Angola, Vietnam y otros ofrecen valiosas lecciones sobre cómo actores internacionales —incluyendo gobiernos como el de Estados Unidos— han priorizado el apoyo al sector productivo privado como base para una recuperación sostenible, sin esperar una transformación política total.

Irak: reconstrucción bajo presión sectaria. Tras la intervención militar de 2003, Irak se enfrentó a un entorno marcado por la fragmentación institucional, la inseguridad y la polarización política. Ante la imposibilidad de confiar plenamente en el aparato estatal, el gobierno de EE.UU. canalizó recursos y asistencia técnica hacia el desarrollo de capacidades productivas privadas. Se promovió la contratación de operadores no estatales para la reconstrucción de infraestructura clave, y se estimularon iniciativas empresariales para el suministro de bienes y servicios esenciales. La estrategia se centró en movilizar el capital humano y técnico iraquí, crear condiciones de mercado, y establecer reglas básicas de gobernanza corporativa en sectores estratégicos.

Libia: apoyo empresarial en un entorno institucional fragmentado. Tras la caída de Gaddafi en 2011, Libia vivió una prolongada etapa de inestabilidad política con múltiples gobiernos rivales. En este contexto, los esfuerzos internacionales —incluidos los de Estados Unidos, la Unión Europea y el Banco Mundial— se orientaron hacia el fortalecimiento de actores económicos no estatales, especialmente pequeñas y medianas empresas. Se promovieron iniciativas de formación empresarial, acceso a microcréditos, asesoría técnica y promoción de asociaciones productivas en ciudades clave como Bengasi y Misrata. Esta orientación permitió preservar parte del tejido económico sin depender del consenso político ni del control estatal.

Angola: sin intervención, pero con cooperación productiva. Aunque Angola no vivió una intervención extranjera directa tras el fin de su guerra civil en 2002, EE.UU. impulsó programas de comercio, inversión y cooperación en sectores productivos. A través de agencias como OPIC (hoy DFC) y misiones comerciales del Departamento de Comercio, se promovió el desarrollo agrícola, energético y social a partir de alianzas con empresas privadas. En paralelo, compañías como Chevron desarrollaron programas de impacto comunitario y formación técnica que fortalecieron el entorno productivo sin pasar por mecanismos estatales centralizados.

Vietnam (años 80–90). Contexto: Tras la guerra y un largo período de aislamiento por parte de EE. UU., Vietnam tenía una economía estatizada y cerrada. A finales de los 80 inicia el programa Đổi Mới (Renovación) con reformas de mercado. Respuesta de EE. UU.: Aunque el régimen seguía siendo comunista, Washington fue levantando progresivamente sanciones, primero para permitir comercio agrícola y luego para abrir relaciones diplomáticas plenas en 1995. El engagement económico llevó a Vietnam a integrarse en la economía global (ingresó a la OMC en 2007), atrajo inversión extranjera y redujo la dependencia total de un único socio (antes URSS, luego China). La apertura controlada dio incentivos para reformas internas sin un cambio político total previo.

Angola (años 90–2000). Tras una larga guerra civil y un gobierno autoritario del MPLA, Angola estaba sancionada y aislada. Durante los 90, compañías petroleras occidentales (Exxon, Chevron, BP) fueron autorizadas a operar bajo esquemas que limitaban el acceso directo del régimen a divisas, pero fortalecían infraestructura y empleo local. La inversión petrolera fue un motor clave de reconstrucción tras el fin del conflicto en 2002. Aunque el sistema político siguió siendo autoritario, la presencia empresarial creó espacio para que el sector privado y la sociedad civil crecieran. Engagement sectorial (energía) permitió desarrollo económico y fortalecimiento de actores no estatales incluso en contexto autoritario.

Myanmar (Birmania) – años 2010. Contexto: Dictadura militar cerrada y sancionada desde 1988. Acción: A partir de 2011, EE. UU. y la UE relajaron sanciones selectivamente para premiar reformas democráticas iniciales, permitiendo inversión extranjera en sectores estratégicos. Resultado: Hubo un breve período de liberalización económica y política: elecciones parcialmente libres en 2015, entrada de empresas internacionales, expansión de telecomunicaciones y prensa independiente. Lección: Aunque la apertura no fue irreversible (golpe militar en 2021), el engagement económico dio lugar a un sector empresarial más autónomo.

Lecciones para Venezuela: Las experiencias muestran que, en contextos donde el Estado está bajo conflicto político, el fortalecimiento del sector privado mediante puede acelerar la reactivación económica y mejorar la estabilidad social. Cuando está bien estructurado constituye un pilar legítimo y eficaz de la recuperación durante el conflicto. Venezuela, que cuenta con un tejido empresarial resiliente y conectado internacionalmente.

X: @alejandrojsucre
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