Precios y Venezuela, una encrucijada
Si la tendencia actual continúa, el país podría enfrentar una nueva fase de incertidumbre macroeconómica, con efectos directos en el empleo, la inversión y la seguridad alimentaria
En lo que va de 2025, Venezuela enfrenta una realidad que no se puede ocultar: la inflación se incrementa y el poder adquisitivo del venezolano disminuye. Según el Observatorio Venezolano de Finanzas, la inflación acumulada en los primeros cinco meses del año alcanzó el 105,5 %.
Este fenómeno golpea a todos los estratos sociales, pero castiga con mayor dureza a quienes dependen de salarios fijos y no tienen acceso a ingresos en divisas. El alza de precios no solo se refleja en los alimentos, sino también en medicinas, transporte y servicios básicos, creando un escenario de ansiedad para el ciudadano.
De hecho, algunas proyecciones estiman que la inflación anualizada podría situarse por encima de las previsiones más elevadas, mientras que el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB prevé que el cierre de 2025 arroje una inflación que supere lo esperado.
Si la tendencia actual continúa, el país podría enfrentar una nueva fase de incertidumbre macroeconómica, con efectos directos en el empleo, la inversión y la seguridad alimentaria. Las familias reducen gastos esenciales, ajustan su dieta y limitan el consumo energético para sobrevivir a este ciclo.
Este panorama vive una contradicción amarga: mientras unos hablan de recuperación y crecimiento, la realidad de salarios que no aumentan y consumo cada vez más prudente confirma la pérdida de calidad de vida.
La presión inflacionaria se refleja en los mercados y en la incapacidad de los hogares para planificar gastos a mediano plazo. No se trata ya de crisis económica, sino de una baja del ingreso real de las familias venezolanas, que obliga a posponer proyectos, limitar aspiraciones y buscar fuentes alternativas de sustento.
¿Por qué seguimos dentro de esta situación? Tres factores han incidido en este contexto. La monetización del déficit y la emisión monetaria es uno. Este exceso de dinero sin respaldo presiona los precios y devalúa el bolívar, reduciendo el poder adquisitivo.
La caída de los ingresos petroleros contribuye a la crisis. El sector se ha contraído un 11 % en producción según elucabista.com. Además, el control de cambios y la brecha entre la tasa oficial y la paralela generan especulación y llevan a que muchos precios se indexen al dólar libre, sumando presión y más incertidumbre.
¿Qué medidas se requieren para enderezar el rumbo? Si bien no hay soluciones fáciles, es imperativo implementar una estrategia coherente y multidimensional. Entre las prioridades pueden destacarse la reducción del gasto fiscal y el fin de la monetización del déficit. Restablecer disciplina presupuestaria y en el Banco Central de Venezuela.
La apertura de flujos de divisas a través de la renovación de licencias petroleras y asociaciones en el sector hidrocarburos, para recuperar ingresos y restituir reservas de divisas serían de gran ayuda.
Desdolarización gradual y reasignación de expectativas. Reducir la dependencia del dólar informal requiere restaurar una tasa de cambio más realista y confiable, acompañada de coordinación prudente con el sector privado.
Reforma impositiva y alivio para el sector productivo, ya que el sector privado sufre con cargas tributarias excesivas. Una reducción progresiva y temporal de cargas puede incentivar la recuperación económica. Incentivar la producción nacional, para reactivar el aparato productivo mediante créditos blandos, acceso a insumos y políticas de estímulo directo.
Transparencia y reconstrucción también son necesarias. La publicación de presupuestos, estadísticas oficiales confiables y diálogo con organismos multilaterales (FMI, BID, ONU) son esenciales para recuperar confianza y atraer inversión.
Recuperar el poder adquisitivo es también urgente y humano. Un enfoque de justicia social es clave: transferencias focalizadas, subsidios inteligentes, no universales y costosos; reposición del salario real, reactivación del empleo y protección del consumo esencial pueden contener el deterioro inmediato mientras se ejecutan reformas estructurales.
La implementación de programas de apoyo directo, junto con políticas de empleo sostenibles, puede devolver esperanza y estabilidad a millones de hogares.
Venezuela requiere una transformación decidida: política económica coherente, apertura productiva, equilibrio fiscal, fortalecimiento institucional y justicia redistributiva. El retorno a una senda de recuperación es posible si el país apuesta por políticas que prioricen la estabilidad, la productividad y la recuperación del poder adquisitivo.
El desafío es mayúsculo, pero para los venezolanos, vivir sin hiperinflación y con salarios que cubran necesidades básicas es prioritario. Solo con visión, realismo y voluntad se puede rescatar el futuro del país.
Este fenómeno golpea a todos los estratos sociales, pero castiga con mayor dureza a quienes dependen de salarios fijos y no tienen acceso a ingresos en divisas. El alza de precios no solo se refleja en los alimentos, sino también en medicinas, transporte y servicios básicos, creando un escenario de ansiedad para el ciudadano.
De hecho, algunas proyecciones estiman que la inflación anualizada podría situarse por encima de las previsiones más elevadas, mientras que el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB prevé que el cierre de 2025 arroje una inflación que supere lo esperado.
Si la tendencia actual continúa, el país podría enfrentar una nueva fase de incertidumbre macroeconómica, con efectos directos en el empleo, la inversión y la seguridad alimentaria. Las familias reducen gastos esenciales, ajustan su dieta y limitan el consumo energético para sobrevivir a este ciclo.
Este panorama vive una contradicción amarga: mientras unos hablan de recuperación y crecimiento, la realidad de salarios que no aumentan y consumo cada vez más prudente confirma la pérdida de calidad de vida.
La presión inflacionaria se refleja en los mercados y en la incapacidad de los hogares para planificar gastos a mediano plazo. No se trata ya de crisis económica, sino de una baja del ingreso real de las familias venezolanas, que obliga a posponer proyectos, limitar aspiraciones y buscar fuentes alternativas de sustento.
¿Por qué seguimos dentro de esta situación? Tres factores han incidido en este contexto. La monetización del déficit y la emisión monetaria es uno. Este exceso de dinero sin respaldo presiona los precios y devalúa el bolívar, reduciendo el poder adquisitivo.
La caída de los ingresos petroleros contribuye a la crisis. El sector se ha contraído un 11 % en producción según elucabista.com. Además, el control de cambios y la brecha entre la tasa oficial y la paralela generan especulación y llevan a que muchos precios se indexen al dólar libre, sumando presión y más incertidumbre.
¿Qué medidas se requieren para enderezar el rumbo? Si bien no hay soluciones fáciles, es imperativo implementar una estrategia coherente y multidimensional. Entre las prioridades pueden destacarse la reducción del gasto fiscal y el fin de la monetización del déficit. Restablecer disciplina presupuestaria y en el Banco Central de Venezuela.
La apertura de flujos de divisas a través de la renovación de licencias petroleras y asociaciones en el sector hidrocarburos, para recuperar ingresos y restituir reservas de divisas serían de gran ayuda.
Desdolarización gradual y reasignación de expectativas. Reducir la dependencia del dólar informal requiere restaurar una tasa de cambio más realista y confiable, acompañada de coordinación prudente con el sector privado.
Reforma impositiva y alivio para el sector productivo, ya que el sector privado sufre con cargas tributarias excesivas. Una reducción progresiva y temporal de cargas puede incentivar la recuperación económica. Incentivar la producción nacional, para reactivar el aparato productivo mediante créditos blandos, acceso a insumos y políticas de estímulo directo.
Transparencia y reconstrucción también son necesarias. La publicación de presupuestos, estadísticas oficiales confiables y diálogo con organismos multilaterales (FMI, BID, ONU) son esenciales para recuperar confianza y atraer inversión.
Recuperar el poder adquisitivo es también urgente y humano. Un enfoque de justicia social es clave: transferencias focalizadas, subsidios inteligentes, no universales y costosos; reposición del salario real, reactivación del empleo y protección del consumo esencial pueden contener el deterioro inmediato mientras se ejecutan reformas estructurales.
La implementación de programas de apoyo directo, junto con políticas de empleo sostenibles, puede devolver esperanza y estabilidad a millones de hogares.
Venezuela requiere una transformación decidida: política económica coherente, apertura productiva, equilibrio fiscal, fortalecimiento institucional y justicia redistributiva. El retorno a una senda de recuperación es posible si el país apuesta por políticas que prioricen la estabilidad, la productividad y la recuperación del poder adquisitivo.
El desafío es mayúsculo, pero para los venezolanos, vivir sin hiperinflación y con salarios que cubran necesidades básicas es prioritario. Solo con visión, realismo y voluntad se puede rescatar el futuro del país.
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