Ziad Rahbani: Crónica de una pérdida colectiva que no cabe en el olvido
Hoy nos duele profundamente tu partida física, Ziad. Pero nadie puede decir que has muerto. Tu obra sigue tan viva como siempre, en cada oído que resiste, en cada voz libre que se atreve, en cada conciencia que no se resigna
Por Iptisam Salame
¿Cómo se llora a alguien que forma parte de nuestra existencia sin haberlo conocido jamás? ¿Cómo despedir una voz que sigue resonando en cada rincón, desde Beirut y Damasco hasta El Cairo? ¿Cómo creer en la muerte cuando se trata de una leyenda que no cabe ni en el olvido ni en el tiempo, como Ziad Rahbani?El corazón de los pueblos de Líbano, Siria y gran parte del mundo árabe late hoy con un dolor colectivo. La partida física de Ziad Rahbani —genio musical, dramaturgo indomable, pensador cotidiano y provocador de conciencias— deja un vacío que trasciende lo artístico. Ziad no fue solo una figura cultural; fue, y sigue siendo para muchos, la voz interna de una generación rota, lúcida y despierta. Su legado de sesenta y nueve años se resume en una sola palabra: la verdad simple y desnuda.
¿Cómo se llora a alguien que forma parte de nuestra existencia sin haberlo conocido jamás? ¿Cómo despedir una voz que sigue resonando en cada rincón, desde Beirut y Damasco hasta El Cairo? ¿Cómo creer en la muerte cuando se trata de una leyenda que no cabe ni en el olvido ni en el tiempo, como Ziad Rahbani?El corazón de los pueblos de Líbano, Siria y gran parte del mundo árabe late hoy con un dolor colectivo. La partida física de Ziad Rahbani —genio musical, dramaturgo indomable, pensador cotidiano y provocador de conciencias— deja un vacío que trasciende lo artístico. Ziad no fue solo una figura cultural; fue, y sigue siendo para muchos, la voz interna de una generación rota, lúcida y despierta. Su legado de sesenta y nueve años se resume en una sola palabra: la verdad simple y desnuda.
Hijo de un linaje musical
Hijo de Fairuz, la voz celestial y embajadora eterna de las estrellas, y de Assi Rahbani, uno de los compositores que dieron vida propia al alma musical del Líbano, Ziad nació dentro de una constelación. Sin embargo, nunca aceptó girar en una órbita preestablecida. No heredó la música: la desmontó, la reconstruyó, la humanizó, la hizo más real, más callejera, más nuestra.Con él, la música dejó de ser un lujo exclusivo y se convirtió en una herramienta de confrontación. Bajó las notas del cielo para llevarlas a las calles rotas, a las casas oscuras por los apagones, a los cafés saturados de humo y misiles. Ziad transformó su piano en una trinchera, sus canciones en panfletos poéticos y su humor en un espejo afilado.
Hijo de Fairuz, la voz celestial y embajadora eterna de las estrellas, y de Assi Rahbani, uno de los compositores que dieron vida propia al alma musical del Líbano, Ziad nació dentro de una constelación. Sin embargo, nunca aceptó girar en una órbita preestablecida. No heredó la música: la desmontó, la reconstruyó, la humanizó, la hizo más real, más callejera, más nuestra.Con él, la música dejó de ser un lujo exclusivo y se convirtió en una herramienta de confrontación. Bajó las notas del cielo para llevarlas a las calles rotas, a las casas oscuras por los apagones, a los cafés saturados de humo y misiles. Ziad transformó su piano en una trinchera, sus canciones en panfletos poéticos y su humor en un espejo afilado.
El artista que dijo lo que nadie se atrevía a pronunciar
Ziad Rahbani encarnó una rebeldía constante. Frente al sectarismo, la hipocresía, la guerra civil y la falsa moral, eligió la sátira, el sarcasmo y el dolor convertido en arte. Su obra teatral, musical y radial dejó huérfanos a quienes valoran la sinceridad como forma de estar en el mundo. Desde los años setenta —cuando compuso su primera canción para su madre, Fairuz— marcó a generaciones con su mirada sin filtros, convirtiéndose en nuestro ídolo por excelencia y en un libertador intelectual que abrió conciencias hacia otras dimensiones.
Ziad Rahbani encarnó una rebeldía constante. Frente al sectarismo, la hipocresía, la guerra civil y la falsa moral, eligió la sátira, el sarcasmo y el dolor convertido en arte. Su obra teatral, musical y radial dejó huérfanos a quienes valoran la sinceridad como forma de estar en el mundo. Desde los años setenta —cuando compuso su primera canción para su madre, Fairuz— marcó a generaciones con su mirada sin filtros, convirtiéndose en nuestro ídolo por excelencia y en un libertador intelectual que abrió conciencias hacia otras dimensiones.
Entre sus obras emblemáticas destacan: Sahriyye (1973), su primera obra teatral, escrita y compuesta a los 17 años. Film Ameriki Taweel (1980), sátira política sobre la guerra civil. Bi Khsous el Karameh wel Shaab el 'Anid (1993), crónica ácida del desencanto. ¿Y piezas musicales como Abou Ali, Bennesbeh Labokra Chou?, Oumaima, y la emblemática colaboración con Fairuz en Habbaytak Ta Nseet el Naoum.
Para comprender quién fue Ziad y por qué sigue vigente, basta con escucharlo. Su arte sigue latiendo en cada nota y en cada frase. Nos enseñó a nombrar el amor, la muerte, las crisis de pareja, la opresión de clase, el miedo y el absurdo político con una sensibilidad feroz. Su estilo —ese "fácil-difícil" imposible de imitar— fusionó poesía y conciencia, música y crítica, verdad y sarcasmo, guerra y amor, muerte y vida, junto al sueño de un Líbano y una nación árabe libres, emancipados y reales, sin temor a amenazas ni a desaprobaciones forzadas.Sus títulos eran en sí mismos un acto de protesta contra el sectarismo religioso. Por ejemplo, Abu Ali es un nombre chiita que ofrecía una lección de convivencia en plena guerra civil, entre maronitas y cristianos, en un Líbano desgarrado por heridas religiosas.
El compromiso más allá del discurso
Para Ziad, la política fue siempre una forma profunda de estar en el mundo. Desde el escenario, desde el piano e incluso desde el silencio, todo lo que producía tenía un mismo impulso: confrontar. No distinguía entre el poder y quienes lo sostienen. Criticó a todos por igual.No militó por comodidad: se acercó al Partido Comunista cuando creyó en sus principios y se alejó cuando lo traicionaron. Apoyó a Hezbolá después de 2006 como forma de resistencia, pero denunció su desconexión con las verdaderas necesidades sociales. Ziad representó al artista que no solo opina, sino que encarna. Que no predica desde la distancia, sino que se quema con el fuego. Tuvo todas las oportunidades para abandonar el país, pero nunca lo hizo. Eligió quedarse, presenciar el derrumbe y decir lo que veía con crudeza y lucidez. Vivió en carne propia la guerra civil libanesa, denunciando la corrupción política y clerical de todos los sectores.
Para Ziad, la política fue siempre una forma profunda de estar en el mundo. Desde el escenario, desde el piano e incluso desde el silencio, todo lo que producía tenía un mismo impulso: confrontar. No distinguía entre el poder y quienes lo sostienen. Criticó a todos por igual.No militó por comodidad: se acercó al Partido Comunista cuando creyó en sus principios y se alejó cuando lo traicionaron. Apoyó a Hezbolá después de 2006 como forma de resistencia, pero denunció su desconexión con las verdaderas necesidades sociales. Ziad representó al artista que no solo opina, sino que encarna. Que no predica desde la distancia, sino que se quema con el fuego. Tuvo todas las oportunidades para abandonar el país, pero nunca lo hizo. Eligió quedarse, presenciar el derrumbe y decir lo que veía con crudeza y lucidez. Vivió en carne propia la guerra civil libanesa, denunciando la corrupción política y clerical de todos los sectores.
Una voz sin redes sociales, sin filtros, sin tiempo
Ziad nunca necesitó plataformas ni redes sociales; estaba más presente que el propio verbo presente. Su voz circulaba sin conexión. Sin embargo, rara vez pasa un día sin que en las redes aparezca alguna frase suya, una escena, una canción o un gesto recordado.Entre sus frases célebres están:"Estoy en contra de la pobreza, no de la riqueza... pero sí de la riqueza que nace de la pobreza de otros.""Sé natural, espontáneo, honesto con la gente… créeme: los vas a perder a todos.""Detrás de cada mujer grandiosa no hay nadie. Dios la creó grandiosa. No necesita que haya alguien detrás."Para los oprimidos, sus casetes eran compañía en las noches oscuras sin electricidad, interrumpidas solo por el sonido de las balas. Para muchos, Ziad fue un filósofo de la calle, un testigo incómodo de la realidad, un defensor de los derechos humanos y un denunciante de la doble moral. Un artista completo, radical e irremplazable.
Ziad nunca necesitó plataformas ni redes sociales; estaba más presente que el propio verbo presente. Su voz circulaba sin conexión. Sin embargo, rara vez pasa un día sin que en las redes aparezca alguna frase suya, una escena, una canción o un gesto recordado.Entre sus frases célebres están:"Estoy en contra de la pobreza, no de la riqueza... pero sí de la riqueza que nace de la pobreza de otros.""Sé natural, espontáneo, honesto con la gente… créeme: los vas a perder a todos.""Detrás de cada mujer grandiosa no hay nadie. Dios la creó grandiosa. No necesita que haya alguien detrás."Para los oprimidos, sus casetes eran compañía en las noches oscuras sin electricidad, interrumpidas solo por el sonido de las balas. Para muchos, Ziad fue un filósofo de la calle, un testigo incómodo de la realidad, un defensor de los derechos humanos y un denunciante de la doble moral. Un artista completo, radical e irremplazable.
Ziad, hoy más que nunca
Hoy nos duele profundamente tu partida física, Ziad. Pero nadie puede decir que has muerto. Tu obra sigue tan viva como siempre, en cada oído que resiste, en cada voz libre que se atreve, en cada conciencia que no se resigna. Y como tú dijiste una vez:"No todas las historias tienen que tener un final feliz... Hermano, no estás viviendo en una película."Eso fue lo que hiciste: vivir fuera del guion, lejos de los ornamentos, profundamente cerca de la verdad.
Hoy nos duele profundamente tu partida física, Ziad. Pero nadie puede decir que has muerto. Tu obra sigue tan viva como siempre, en cada oído que resiste, en cada voz libre que se atreve, en cada conciencia que no se resigna. Y como tú dijiste una vez:"No todas las historias tienen que tener un final feliz... Hermano, no estás viviendo en una película."Eso fue lo que hiciste: vivir fuera del guion, lejos de los ornamentos, profundamente cerca de la verdad.
Ziad, hacia la eternidad…
Que tu espíritu, siempre en combate, descanse al fin en la paz que aquí jamás encontró.
Que tu espíritu, siempre en combate, descanse al fin en la paz que aquí jamás encontró.
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