Una lectura: entre signos y significados
La emulación de figuras del pasado puede parecer tentadora, pero el verdadero crecimiento radica en la capacidad de cuestionar y desarrollar ideas propias
La lectura, según el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), va más allá de la simple decodificación de caracteres. Es un proceso complejo que no solo involucra la comprensión de lo escrito, sino también la interpretación de signos y símbolos que se manifiestan en diversas formas. Desde las primeras escrituras cuneiformes hasta la interpretación de los astros o incluso los movimientos del mar, la humanidad siempre ha buscado desentrañar significados más profundos. Sin embargo, a menudo hemos pasado por alto señales que podrían haber alterado el destino de naciones enteras.
A lo largo de la historia, la adivinación y la búsqueda de oráculos se han entrelazado con la política y la sociedad. Muchas religiones han utilizado profecías e interpretaciones místicas para justificar decisiones que, con frecuencia, carecen de una lógica clara. Andrés Eloy Blanco, en su obra "Vargas: Albacea de la Angustia", aborda este fenómeno al analizar las discusiones que rodeaban al médico y expresidente guaireño. En un contexto donde muchos intentaban convertir a Vargas en un símbolo individual de revolución, él fue claro: lo que se necesita es una idea colectiva, una que trascienda a las figuras individuales. Este principio sigue siendo válido en nuestros días, ya que muchas sociedades se sienten atraídas por la figura del "mesías" que guiará su camino.
Recientemente, uno de los hechos que ha capturado la atención mundial es la decisión del Parlamento Salvadoreño de permitir la reelección indefinida. Esta acción revela una falta de reflexión sobre las lecciones aprendidas, tanto en la región como a nivel global. No solo se está fomentando la perpetuación de un liderazgo, sino que se ignora la responsabilidad que implica tal decisión. Elegir a un líder en vez de fomentar un sistema político robusto es como aceptar un espejismo a corto plazo, sin considerar las consecuencias futuras. La historia nos enseña que los líderes son, en última instancia, humanos y efímeros.
Del mismo modo, la reciente controversia en Colombia, se acerca más a nuestro lar, la aberración jurídica de un tribunal de primera instancia, ha dado carta blanca a improvisaciones, -quizás con una lectura sesgada de los liderazgos o una práctica calculada de los oportunistas –extraordinariamente similar al aquelarre que surgió en Venezuela posterior a aquella madrugada de triste remembranza que elevó las hormonas de una sociedad crédula de leyendas urbanas y añorantes de glorias imaginarias contadas por los juglares de la narrativa que avalan la retrotopía, donde se pone de manifiesto el culto a hades mientras se abraza la imagen de Zeus.. Recordemos aquellos momentos trágicos, cuando una declaración de "por ahora" sumió a la nación en un ciclo de confusión y promesas vacías. Esa búsqueda de un "delfín" no es más que un reflejo de nuestra incapacidad para leer el contexto político con la claridad necesaria. Así, en lugar de mencionar nombres que son eco de un pasado –bueno o malo -, deberíamos centrarnos en construir un futuro que no dependa de los caprichos de unos pocos.
La realidad es que, en tiempos de cambios políticos y sociales, a menudo nos encontramos atrapados en una narrativa que oscurece el análisis racional. La emulación de figuras del pasado puede parecer tentadora, pero el verdadero crecimiento radica en la capacidad de cuestionar y desarrollar ideas propias. La política no debe ser un juego de espejos, sino un espacio para el pensamiento crítico y la innovación.
Finalmente, es crucial reconsiderar nuestras lecturas. No podemos permitir que la historia se repita como una farsa, ni que caigamos en la tentación de seguir una trayectoria predeterminada por otros. Si realmente deseamos avanzar como sociedad, debemos aprender a barajar nuevamente las cartas y salir de la rutina de las viejas narrativas. Debemos ser conscientes de que la clave del progreso radica en la reflexión y la sabiduría colectiva, no en la adoración de ídolos de barro.
Así, nos encontramos ante un desafío fundamental: ser capaces de leer nuestro entorno de manera integral y crítica, sin dejarnos llevar por ilusiones pasajeras. La oportunidad de construir un futuro mejor está ante nosotros; solo necesitamos abrir bien los ojos y aprender a leer entre líneas. Con un poco de racionalidad y una mirada fresca, quizás podamos encontrar la chispa que nos impulse hacia adelante, lejos de los viejos paradigmas y más cerca de una sociedad que valore la diversidad del pensamiento.
Pedroarcila13@gmail.com
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