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Bukele I y Lady Macbeth de Managua

Quizás nos toque ver la coronación de Bukele I en El Salvador con el aplauso desbordado de sus valedores en el Norte (y de buena parte de los ciudadanos salvadoreños, qué duda cabe), y la unción de algún -ya no tan joven- miembro de la nueva dinastía

  • JEAN MANINAT

08/08/2025 05:03 am

Hubo un tiempo en que las fronteras políticas eran evidentes, lo suficiente para que un juez de línea ideológica pudiera cantar fuera o dentro con claridad, cuando la pelota picaba veloz la línea de cal blanca que marca la cancha política. Entonces, era claro que en la Madre Patria el PP era de derecha y el PSOE de izquierda y sus prácticas diferentes, qué duda podía caber. En la pérfida Albión los tories se ubicaban a la derecha y los laboristas a la izquierda y eran inconfundibles, y en la Italia de los gobiernos crónicamente inestables, el PCI era de izquierda y la DC de derecha y el compromiso histórico de su amor jamás fructificó. Ah, y no acostumbraban -unos y otros- irse a la cama juntos y revueltos, al menos públicamente.

En una boutade devenida un clásico, Vargas Llosa definió la hegemonía del PRI en México como la “dictadura perfecta”. Participaba en un foro en televisión organizado por Octavio Paz quien, cuando escuchó la sentencia del escritor peruano, atinó a responder que en México no había dictadura, lo que había era: “hegemonía política y manipulación, pero no se ha destruido la sociedad civil”. La “dictadura perfecta” había permitido que floreciera una tupida enredadera cultural que se expresaba rotundamente en la arquitectura, la pintura (el muralismo, sobresalientemente), la literatura, el ensayo, el cine, y hasta el agudo humorismo popular de Tin-Tan y Cantinflas.

La “dictadura perfecta” surgió de un pacto entre los caudillos triunfantes de la revolución mexicana, según el cual cumplían su período presidencial de seis años y luego se retiraban a sus casas a no entrometerse en el Gobierno nunca más. Eso sí, todos, tapados y luego destapados, eran obligatoriamente militantes del PRI y la dictadura era perfecta porque -salvo el partido- nadie se atornillaba eternamente en el poder. Toda una innovación autoritaria.

El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, ha obtenido la reelección indefinida gracias a la reforma constitucional aprobada por la Asamblea Legislativa confeccionada a la medida de sus ambiciones. Además, como ñapa, se amplía el período presidencial a seis años y se adelantan las elecciones generales a 2027, dos años antes de que culmine su actual mandato presidencial. Y, albricias, el Departamento de Estado norteamericano ha dado su apoyo entusiasta al abracadabra de Bukele para perpetuarse en el poder. He may be a son of a bitch, but he is our son of a bitch... según la frase atribuida a Franklin D. Roosevelt sobre el dictador Anastasio Somoza. Es de los nuestros y todo vale.

En Nicaragua, la Lady Macbeth de Managua, Rosario Murillo, hizo apresar a medianoche a Bayardo Arce, el último comandante histórico del sandinismo originario en ser encarcelado. Ya había sufrido la misma suerte Humberto Ortega, hermano del presidente y otros dirigentes críticos de la revolución. La purga de referentes históricos del sandinismo pavimenta la vía a una sucesión en familia y no ha concitado mayor preocupación en los sectores de izquierda afiliados al Socialismo del siglo XXI en sus variantes andinas, caribeñas y europeas. Al contrario, han cantado su solidaridad antiimperialista con el régimen bicéfalo nicaragüense. Es de los nuestros y todo vale.

(Afortunadamente, el presidente chileno Gabriel Boric, y el presidente brasileño Lula da Silva han marcado su diferencia con la tribu galáctica denunciando al régimen Murillo-Ortega).

Quizás nos toque ver la coronación de Bukele I en El Salvador con el aplauso desbordado de sus valedores en el Norte (y de buena parte de los ciudadanos salvadoreños, qué duda cabe), y la unción de algún -ya no tan joven- miembro de la nueva dinastía nicaragüense con el aplauso desbordado de la izquierda oscura internacional. Al fin y al cabo, las derechas y las izquierdas radicales actuales se mimetizan en entidades iliberales y antipolíticas refrescadas. Comparten la misma deformación de la política democrática que cunde hoy día por doquier: debilitar la democracia desde adentro para instalar regímenes autoritarios que la detonen.

¿Por cierto, sería muy loco pensar en un eventual cruce de vástagos entre las casas reales de Bukele I y Lady Macbeth de Managua? Usted dirá…

@jeanmaninat 
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