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Ciencia, dignidad y amor por nuestra tierra

Un enigma quedaba por resolver: ¿qué suerte habían corrido los desaparecidos ejemplares que constaba que Beauperthuy había enviado al Museo de Ciencias Naturales de París?

  • LINDA D'AMBROSIO

21/07/2025 05:03 am

Hoy un email me trae a la memoria a uno de mis vecinos madrileños, el doctor José Esteban García de los Ríos, un gran hombre y un científico admirable, que por diversas razones terminó vinculado con la historia de nuestro país, por el que sentía un inmenso amor.
 
Lo conocí en una acera de mi zona, cuando ambos aguardábamos que cambiara el semáforo para cruzar la calle. Se quedó mirándome y me preguntó: “¿De qué parte de Venezuela eres?”

Hoy en día no hubiera sido tan extraño: los venezolanos sobreabundan en Madrid. Pero en aquel entonces no era un fenómeno tan frecuente y, sobre todo, yo no sabía cuáles eran los signos a partir de los cuales él había desentrañado mi gentilicio.

Se echó a reír con la bondad que lo caracterizaba, explicándome que no, no era pitoniso: simplemente me había escuchado hablar unos días antes cuando ambos habíamos coincidido en un autobús.

Ese fue el principio de una amistad que se habría de extender hasta el día de su muerte. Científico reverenciado, José Esteban era profesor universitario, un referente en materia de bioterrorismo y un héroe: compartía sus ideales científicos con la lucha por la democracia en pleno franquismo, lo que ocasionó que fuera detenido junto a su mujer y a su hijo de seis meses en agosto de 1973. Tras ser salvajemente torturado, fue condenado a prisión, en donde prosiguió sus estudios científicos e inició los de Derecho.

Apasionado por la historia de la medicina, acometió en 2008 un apasionante proyecto que lo llevaría a viajar regularmente Venezuela: una investigación sobre el médico y naturalista Luis Daniel Beauperthuy (1807-1871), descubridor del mosquito que transmite la fiebre amarilla y quien también investigó sobre otras enfermedades, como el cólera y la lepra.

Aunque nacido en Guadalupe, Beauperthuy se graduó de médico en París (José Esteban descubrió el lugar donde vivió e hizo colocar una placa) y firmó un convenio, fechado el 20 de marzo de 1838, con el Museo de Ciencias Naturales, comprometiéndose a remitir ejemplares de la flora y fauna venezolanas aprovechando las goletas que su padre, un acaudalado comerciante, empleaba para trasladar mercancías a Europa.

Beauperthuy estuvo establecido en Venezuela hasta el momento de su fallecimiento, que ocurrió en la madrugada del 3 de septiembre de 1871 a orillas del río Esequibo, por donde cruzaba diariamente hacia la isla de Kaow, dedicando sus días a un hospital que él mismo había fundado allí, destinado al tratamiento de personas con lepra, enfermedad en cuyo estudio ocupó los últimos meses de su vida.

Esa fue la razón por las que José Esteban comenzó a realizar frecuentes visitas a nuestro país, del cual quedaría prendado. Allí podía consultar los a bien conservados archivos de la familia Beauperthuy, y explorar el oriente venezolano, visitando, claro está, la casa del naturalista, que durante un tiempo fuera sede del Museo de Antropología de Cumaná.

Un enigma quedaba por resolver: ¿qué suerte habían corrido los desaparecidos ejemplares que constaba que Beauperthuy había enviado al Museo de Ciencias Naturales de París?

Un complejo arqueo condujo a encontrarlos tras salvar dos escollos: se descubrió que muchas muestras aparecían registradas como provenientes de Colombia (Venezuela había pertenecido a la Gran Colombia hasta pocos años antes del desplazamiento de Beauperthuy a América) y que el apellido del naturalista aparecía escrito de muy diversas formas, lo que entorpecía su localización en los archivos.

Esta historia se encuentra descrita pormenorizadamente en un artículo publicado en 2015 en la revista que edita la Real Sociedad Española de Historia Natural: Aula, Museos y Colecciones de Ciencias Naturales.

El diario español El País, en un artículo publicado con motivo del fallecimiento de este gran hombre, quien escribiera un interesante capítulo de la Historia Natural de nuestro país aseguraba que José Esteban había sido “un ejemplo de dignidad, humanismo y un referente para sus compañeros”. Y yo doy fe de que así fue, hoy, cuando un lector me escribe para investigar acerca de su trabajo, y me retrotrae a los tiempos felices en que me topaba con él y su esposa en Madrid.

linda.dambrosiom@gmail.com
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