Musk vs. Trump: Choque de titanes
El enfrentamiento entre Elon Musk y Donald Trump simboliza una fractura más profunda en el pensamiento político y económico en momentos que EEUU está en la búsqueda de un nuevo proceso de evolución socio-política y económica
El “impasse” entre Elon Musk y Donald Trump no sólo es una pugna entre dos de las figuras más influyentes de EEUU. Plantea implicaciones profundas en el orden político, comercial e internacional. La disputa toca las relaciones con China, el Tratado entre México, EEUU y Canadá (T-MEC), y el debate sobre el déficit fiscal estadounidense. Un choque de visiones que no es una mera medición de fuerzas, sino un reflejo de modelos distintos de liderazgo y pensamiento estratégico sobre el futuro económico y geopolítico del país. Es el prólogo de una nueva ola civilizadora en un mundo nuevo, que se empeña en retroceder.
También es menester analizar la variable personalidad. Amén de estar en presencia de caracteres fuertes e indoblegables, pronostico que la virtud del entendimiento, el sano sobrepeso de la conveniencia y la prudencia, pronto encontrarán espacio para ‘ajustar temperamentos’. .
Orígenes del conflicto: divergencias de visión y poder
La tensión entre Musk y Trump se ha intensificado recientemente a raíz de las críticas de Trump hacia los subsidios verdes y la postura progresista de algunas empresas tecnológicas, entre ellas Tesla. Aunque Musk ha coqueteado con posturas conservadoras e incluso ha defendido principios de libre mercado típicos del ideario republicano. Sin embargo su rechazo a las barreras económicas de Trump y sus críticas al creciente déficit lo han distanciado del presidente.
Musk ha arremetido contra lo que considera “una administración fiscalmente irresponsable, de cualquier color político”, alertando sobre la insostenibilidad del gasto federal estadounidense. A ello se suma su creciente incomodidad con las interferencias gubernamentales que, según él, sofocan la innovación. Musk quién fue designado por el Presidente Trump para dirigir El Departamento de Eficiencia Gubernamental [DOGE], ha ejercido una gestión a lo menos, reveladora y polémica.
El llamado DOGE, no es una dependencia oficial del gobierno de los EEUU. El término [DOGE] ha sido utilizado para referirse a las propuestas de Musk orientadas a reformar la burocracia estatal, optimizar procesos administrativos y reducir el gasto público. Musk ha promovido públicamente una serie de principios y directrices que podrían encuadrarse en los objetivos de una sugerida agenda de eficiencia gubernamental. Esto incluye: i.-Crítica al sobredimensionamiento del Estado federal; ii.-Impulso a la digitalización y automatización administrativa mediante la adopción de herramientas tecnológicas, inteligencia artificial y blockchain para agilizar procesos, combatir la corrupción y reducir el tiempo de respuesta de las agencias públicas; iii.- Promoción de contratos por eficiencia con el Estado, desde empresas como SpaceX o Tesla, demostrando cómo actores privados pueden ejecutar proyectos estratégicos (como el transporte espacial) a menor costo y mayor celeridad que agencias gubernamentales.
[Musk] alerta que un incremento del déficit fiscal-incluso en períodos de bonanza económica-implementado políticas fiscales como recortes de impuestos sin contrapartida en reducción del gasto, compromete la sostenibilidad del Estado. Otro aspecto crítico es que a pesar de promesas de “drenar el pantano” (drain the swamp), Musk alerta que la administración Trump no logró simplificar y optimizar el funcionamiento del gobierno federal, manteniendo estructuras ineficientes o politizadas.
El proteccionismo arancelario también vino a taladrar la dupla Musk-Trump. El líder de Tesla, X y SpaceX ha cuestionado el enfoque de Trump sobre comercio internacional—especialmente los aranceles generalizados propuestos por la “Big Beautiful Bill”— argumentando que encarecen la producción, afectan la competitividad de empresas y perjudican a los consumidores.
En síntesis, Musk ha asumido una retina tecnocrática de la política tradicional, incluida la de Donald Trump, proponiendo una visión centrada en rendimiento, datos y accountability.
Consecuencias geopolíticas: China como telón de fondo
El conflicto entre ambos magnates tiene implicaciones directas en la relación de EE.UU con China. Mientras Trump ha impulsado una política de confrontación y tarifas punitivas para contener el ascenso económico chino, Musk ha abogado por una relación más pragmática. Tesla, con una fábrica emblemática en Shanghái, ha sido uno de los principales inversionistas estadounidenses en China, y Musk no ha ocultado su interés por mantener una relación estable con el gigante asiático.
El impacto en el T-MEC y la política arancelaria regional [México/Canadá] también forman parte de la discordia. Uno de los puntos más conflictivos ha sido la política arancelaria hacia México y Canadá. Trump ha sugerido reescribir el T-MEC para imponer aranceles más agresivos, especialmente a productos con partes chinas ensamblados en México. Esta postura, según Musk, afectaría gravemente la integración industrial norteamericana y perjudica a consumidores y productores estadounidenses.
Musk-defensor de un comercio más abierto pero equilibrado-ha advertido que desmantelar el T-MEC podría ser un error estratégico. Para Tesla y otras compañías tecnológicas y manufactureras, la estabilidad del tratado es clave para mantener la competitividad global.
Musk también se pronunció contra el déficit fiscal y la referida Ley de Presupuesto. En el corazón del conflicto está una visión antagónica sobre el manejo del gasto público. Musk considera la ‘Gran ley hermosa [Big Beautiful Bill]’ como “una bomba de tiempo”. Ha cuestionado a la administración Biden como a los republicanos por aprobar presupuestos expansivos que comprometen el futuro económico del país. La mencionada Ley incluye un aumento significativo en el gasto militar y subsidios sociales. Ello contradice la visión de Musk sobre una “reforma estructural del gasto público” para evitar un colapso de confianza en los mercados financieros y una futura crisis de deuda.
El enfrentamiento entre Elon Musk y Donald Trump simboliza una fractura más profunda en el pensamiento político y económico en momentos que EEUU está en la búsqueda de un nuevo proceso de evolución socio-política y económica, frente a las demandas de la modernidad, la tecnología, los bloques económicos, la energía y la paz mundial. No es un asunto personal. EEUU busca migrar de un modelo liberal desbordado por la relativización de valores, la ética woke, la crisis de identidad, una economía de élites, el intervencionismo guerrerista y la hegemonía comunicacional, a un estado conservador, sin perder el valor de la integración y la sana competencia global, permutando integración ideológica por integración tecnológica. En este peldaño evolucionista, moderar posiciones y reconstruir alianzas, demanda de un buen ejemplo en casa.
La disyuntiva entre un nacionalismo proteccionista y una visión tecnológica-globalista, están agenciando un debate impostergable. Trump enarbola el retorno a un EE UU industrial tradicional y tutelado. Musk apuesta por un futuro tecnológico, abierto al mundo, con un Estado menos interventor. No son tesis enfrentadas, pero sí estrategias o aproximaciones encaradas. Es la visión política [amplia y generosa] y corporativa [sostenible e ilustrada] para conciliar visiones.
Pienso que Musk cederá. Ya lo hace. Controla sus propios impulsos. Trump por su parte, es un jugador más rudo. llevará el desquite al límite, pero sabe que deberá aflojar para lograr el salto histórico que todo hombre de poder anhela. No se trata sólo de Tesla contra MAGA. Se trata del alma económica de América y de cómo debe posicionarse ante un mundo cada vez más interconectado, incierto, vulnerable y competitivo.
¿Quién ganará esta batalla de titanes entre Elon Musk y Donald Trump?
El distanciamiento entre Elon Musk y Donald Trump no favorece a Musk, a Trump, EEUU ni a nadie. Podría desencadenar una serie de consecuencias políticas y económicas significativas para las empresas de Musk y para el desempeño político de Trump, teniendo Estados Unidos y el planeta en el medio.
Volvamos a la denominada “Big Beautiful Bill”. Sus pilares son: i.-Aranceles universales de hasta 10% sobre productos importados; ii Incentivos fiscales para quienes inviertan y relocalicen operaciones en USA; iii.-Sanciones comerciales contra países que mantengan superávit con EE.UU; iv.-Reducción de impuestos a ingresos personales y corporativos; v.-Recortes masivos al gasto federal “innecesario”, excluyendo defensa y agricultura. ¿Un país cerrado y autosuficiente, o interconectado y competitivo?; ¿Subsidios proteccionistas o incentivos a la innovación abierta?; ¿Déficit fiscal sin control, o disciplina presupuestaria con visión de futuro?. Son cuestionamientos válidos que sin duda contarán con la voluntad revisora y capacidad de rectificación de Trump y del propio Musk. Ya Musk borra mensajes hostiles. Trump aún resiente. Pero "necessitas non habet legem" [la necesidad no tiene ley].
Este distanciamiento está empujando a Musk a adoptar una postura más política, al tiempo que pondrá a Trump a redefinir su narrativa empresarial. Ambos se necesitan. Y en el plano de las ‘conveniencias’ tendrán que regresar al trato afectivo y cauteloso. ¿Quién ganará la batalla? La pregunta es provocadora y compleja. Aquí no hay vencidos ni vencedores. Ambos pueden registrar bajas sensibles pero sobrevivirán por su poderío político y empresarial. Quienes pueden salir heridos son los inversionistas y los ciudadanos. Y en ese plano, Trump y Musk demostrarán su inteligencia, controlando emociones y elevando valor.
Donald Trump tiene un electorado leal y una narrativa populista que sigue siendo muy poderosa. Su visión es más táctica que estratégica, más orientada al corto plazo político que a la transformación estructural del país. Y por ello aprieta y relaja, sofoca y oxigena, quita y [re]concede. Elon Musk está moldeando el futuro: transporte espacial, energía renovable, inteligencia artificial, neurotecnología. Es un visionario que opera desde la iniciativa privada con impacto global. Trump es terrenal. Musk tiene un pie en Marte y su defensa es cósmica Trump sabe como cabalgar por los pasillos de la Casa Blanca. Musk observa desde el espacio. Frente a estas fortalezas, la hostilidad es debilidad. Trump perdería legitimidad y Musk perdería capacidad disruptiva. La disputa es un perder-perder. Entonces conciliarán.
El verdadero “ganador” ante el buen reencuentro, sería un nuevo modelo de poder que logre equilibrar innovación, inclusión, libertad, responsabilidad fiscal, más soberanía, apertura global, seguridad y pluralidad. Los dos representan caminos posibles y rentables en lo político, social y económico. El destino de EE.UU dependerá tanto del impulso creador de Musk como de la defensa nacional de Trump, sin caer en el mesianismo tecnológico ni en el populismo polarizante.
Elon Musk: un influencer político de facto. Goliat contra Goliat
Musk ha mostrado una creciente inclinación a influir en el discurso público: opina sobre inmigración, política fiscal, libertad de expresión, política exterior (como el conflicto en Ucrania) y el rol del Estado en la economía. Su control sobre plataformas como X (antes Twitter) le otorga un megáfono sin precedentes. Ha dicho que el "80% de los Americanos, necesitan un nuevo partido político. ¿Se está anunciando?.
Su estilo es el de un “influencer político de facto”, con capacidad para moldear narrativas, cuestionar decisiones gubernamentales y condicionar inversiones o innovación según las políticas de turno. ¿Podrá Trump sostener su retórica sin el respaldo de los íconos de la innovación?. Trump ha basado gran parte de su discurso económico en el regreso del “sueño americano industrial”: fábricas, empleos locales, independencia energética, y una imagen de éxito que necesita “grandes empresarios” que validen esa visión.
Sin figuras como Musk, que encarnan la modernidad, el liderazgo empresarial y la capacidad de hacer de EE.UU, un país competitivo en sectores estratégicos (espacio, autos eléctricos, IA), puede quedar estancado. Apoyarse solo en industrias tradicionales como el petróleo o el acero podría limitar su alcance en las nuevas generaciones, tecnólogos y sectores empresariales que miran al futuro. Musk ya está en la política, aunque no en las urnas. Trump necesita a Musk (o a alguien como él) para dar credibilidad a su visión económica. Lo que está en juego no se resume en una rivalidad personal. Es la definición de una nueva historia. Una nueva ola civilizadora decíamos [dixit Huntington] del siglo XXI. No es David contra Goliat. Ambos son unos gigantes en cada uno de sus mundos.
Pero ninguno debe subestimar su vulnerabilidad frente al otro. Ellos deben y tienen que anticipar cualquier riesgo innecesario y peligroso, cualquier retroceso a la violencia. Y pienso que lo harán consciente y sanamente, juntos montados en un Tesla…
Nota final: Lo que sucedió en Colombia es lamentable, repudiable y primitivo. Colombia está en retroceso. Venezuela va en retroceso. El autoritarismo y la violencia le ganan terreno a la democracia y a la libertad. Musk y Trump tienen el compromiso de evitar dar un salto en falso a un pasado oscuro, bipolar, cerrado y de guerras frías, y dejar un legado luminoso a la humanidad: una nueva ola civilizadora de paz en modernidad.
@ovierablanco
También es menester analizar la variable personalidad. Amén de estar en presencia de caracteres fuertes e indoblegables, pronostico que la virtud del entendimiento, el sano sobrepeso de la conveniencia y la prudencia, pronto encontrarán espacio para ‘ajustar temperamentos’. .
Orígenes del conflicto: divergencias de visión y poder
La tensión entre Musk y Trump se ha intensificado recientemente a raíz de las críticas de Trump hacia los subsidios verdes y la postura progresista de algunas empresas tecnológicas, entre ellas Tesla. Aunque Musk ha coqueteado con posturas conservadoras e incluso ha defendido principios de libre mercado típicos del ideario republicano. Sin embargo su rechazo a las barreras económicas de Trump y sus críticas al creciente déficit lo han distanciado del presidente.
Musk ha arremetido contra lo que considera “una administración fiscalmente irresponsable, de cualquier color político”, alertando sobre la insostenibilidad del gasto federal estadounidense. A ello se suma su creciente incomodidad con las interferencias gubernamentales que, según él, sofocan la innovación. Musk quién fue designado por el Presidente Trump para dirigir El Departamento de Eficiencia Gubernamental [DOGE], ha ejercido una gestión a lo menos, reveladora y polémica.
El llamado DOGE, no es una dependencia oficial del gobierno de los EEUU. El término [DOGE] ha sido utilizado para referirse a las propuestas de Musk orientadas a reformar la burocracia estatal, optimizar procesos administrativos y reducir el gasto público. Musk ha promovido públicamente una serie de principios y directrices que podrían encuadrarse en los objetivos de una sugerida agenda de eficiencia gubernamental. Esto incluye: i.-Crítica al sobredimensionamiento del Estado federal; ii.-Impulso a la digitalización y automatización administrativa mediante la adopción de herramientas tecnológicas, inteligencia artificial y blockchain para agilizar procesos, combatir la corrupción y reducir el tiempo de respuesta de las agencias públicas; iii.- Promoción de contratos por eficiencia con el Estado, desde empresas como SpaceX o Tesla, demostrando cómo actores privados pueden ejecutar proyectos estratégicos (como el transporte espacial) a menor costo y mayor celeridad que agencias gubernamentales.
[Musk] alerta que un incremento del déficit fiscal-incluso en períodos de bonanza económica-implementado políticas fiscales como recortes de impuestos sin contrapartida en reducción del gasto, compromete la sostenibilidad del Estado. Otro aspecto crítico es que a pesar de promesas de “drenar el pantano” (drain the swamp), Musk alerta que la administración Trump no logró simplificar y optimizar el funcionamiento del gobierno federal, manteniendo estructuras ineficientes o politizadas.
El proteccionismo arancelario también vino a taladrar la dupla Musk-Trump. El líder de Tesla, X y SpaceX ha cuestionado el enfoque de Trump sobre comercio internacional—especialmente los aranceles generalizados propuestos por la “Big Beautiful Bill”— argumentando que encarecen la producción, afectan la competitividad de empresas y perjudican a los consumidores.
En síntesis, Musk ha asumido una retina tecnocrática de la política tradicional, incluida la de Donald Trump, proponiendo una visión centrada en rendimiento, datos y accountability.
Consecuencias geopolíticas: China como telón de fondo
El conflicto entre ambos magnates tiene implicaciones directas en la relación de EE.UU con China. Mientras Trump ha impulsado una política de confrontación y tarifas punitivas para contener el ascenso económico chino, Musk ha abogado por una relación más pragmática. Tesla, con una fábrica emblemática en Shanghái, ha sido uno de los principales inversionistas estadounidenses en China, y Musk no ha ocultado su interés por mantener una relación estable con el gigante asiático.
El impacto en el T-MEC y la política arancelaria regional [México/Canadá] también forman parte de la discordia. Uno de los puntos más conflictivos ha sido la política arancelaria hacia México y Canadá. Trump ha sugerido reescribir el T-MEC para imponer aranceles más agresivos, especialmente a productos con partes chinas ensamblados en México. Esta postura, según Musk, afectaría gravemente la integración industrial norteamericana y perjudica a consumidores y productores estadounidenses.
Musk-defensor de un comercio más abierto pero equilibrado-ha advertido que desmantelar el T-MEC podría ser un error estratégico. Para Tesla y otras compañías tecnológicas y manufactureras, la estabilidad del tratado es clave para mantener la competitividad global.
Musk también se pronunció contra el déficit fiscal y la referida Ley de Presupuesto. En el corazón del conflicto está una visión antagónica sobre el manejo del gasto público. Musk considera la ‘Gran ley hermosa [Big Beautiful Bill]’ como “una bomba de tiempo”. Ha cuestionado a la administración Biden como a los republicanos por aprobar presupuestos expansivos que comprometen el futuro económico del país. La mencionada Ley incluye un aumento significativo en el gasto militar y subsidios sociales. Ello contradice la visión de Musk sobre una “reforma estructural del gasto público” para evitar un colapso de confianza en los mercados financieros y una futura crisis de deuda.
El enfrentamiento entre Elon Musk y Donald Trump simboliza una fractura más profunda en el pensamiento político y económico en momentos que EEUU está en la búsqueda de un nuevo proceso de evolución socio-política y económica, frente a las demandas de la modernidad, la tecnología, los bloques económicos, la energía y la paz mundial. No es un asunto personal. EEUU busca migrar de un modelo liberal desbordado por la relativización de valores, la ética woke, la crisis de identidad, una economía de élites, el intervencionismo guerrerista y la hegemonía comunicacional, a un estado conservador, sin perder el valor de la integración y la sana competencia global, permutando integración ideológica por integración tecnológica. En este peldaño evolucionista, moderar posiciones y reconstruir alianzas, demanda de un buen ejemplo en casa.
La disyuntiva entre un nacionalismo proteccionista y una visión tecnológica-globalista, están agenciando un debate impostergable. Trump enarbola el retorno a un EE UU industrial tradicional y tutelado. Musk apuesta por un futuro tecnológico, abierto al mundo, con un Estado menos interventor. No son tesis enfrentadas, pero sí estrategias o aproximaciones encaradas. Es la visión política [amplia y generosa] y corporativa [sostenible e ilustrada] para conciliar visiones.
Pienso que Musk cederá. Ya lo hace. Controla sus propios impulsos. Trump por su parte, es un jugador más rudo. llevará el desquite al límite, pero sabe que deberá aflojar para lograr el salto histórico que todo hombre de poder anhela. No se trata sólo de Tesla contra MAGA. Se trata del alma económica de América y de cómo debe posicionarse ante un mundo cada vez más interconectado, incierto, vulnerable y competitivo.
¿Quién ganará esta batalla de titanes entre Elon Musk y Donald Trump?
El distanciamiento entre Elon Musk y Donald Trump no favorece a Musk, a Trump, EEUU ni a nadie. Podría desencadenar una serie de consecuencias políticas y económicas significativas para las empresas de Musk y para el desempeño político de Trump, teniendo Estados Unidos y el planeta en el medio.
Volvamos a la denominada “Big Beautiful Bill”. Sus pilares son: i.-Aranceles universales de hasta 10% sobre productos importados; ii Incentivos fiscales para quienes inviertan y relocalicen operaciones en USA; iii.-Sanciones comerciales contra países que mantengan superávit con EE.UU; iv.-Reducción de impuestos a ingresos personales y corporativos; v.-Recortes masivos al gasto federal “innecesario”, excluyendo defensa y agricultura. ¿Un país cerrado y autosuficiente, o interconectado y competitivo?; ¿Subsidios proteccionistas o incentivos a la innovación abierta?; ¿Déficit fiscal sin control, o disciplina presupuestaria con visión de futuro?. Son cuestionamientos válidos que sin duda contarán con la voluntad revisora y capacidad de rectificación de Trump y del propio Musk. Ya Musk borra mensajes hostiles. Trump aún resiente. Pero "necessitas non habet legem" [la necesidad no tiene ley].
Este distanciamiento está empujando a Musk a adoptar una postura más política, al tiempo que pondrá a Trump a redefinir su narrativa empresarial. Ambos se necesitan. Y en el plano de las ‘conveniencias’ tendrán que regresar al trato afectivo y cauteloso. ¿Quién ganará la batalla? La pregunta es provocadora y compleja. Aquí no hay vencidos ni vencedores. Ambos pueden registrar bajas sensibles pero sobrevivirán por su poderío político y empresarial. Quienes pueden salir heridos son los inversionistas y los ciudadanos. Y en ese plano, Trump y Musk demostrarán su inteligencia, controlando emociones y elevando valor.
Donald Trump tiene un electorado leal y una narrativa populista que sigue siendo muy poderosa. Su visión es más táctica que estratégica, más orientada al corto plazo político que a la transformación estructural del país. Y por ello aprieta y relaja, sofoca y oxigena, quita y [re]concede. Elon Musk está moldeando el futuro: transporte espacial, energía renovable, inteligencia artificial, neurotecnología. Es un visionario que opera desde la iniciativa privada con impacto global. Trump es terrenal. Musk tiene un pie en Marte y su defensa es cósmica Trump sabe como cabalgar por los pasillos de la Casa Blanca. Musk observa desde el espacio. Frente a estas fortalezas, la hostilidad es debilidad. Trump perdería legitimidad y Musk perdería capacidad disruptiva. La disputa es un perder-perder. Entonces conciliarán.
El verdadero “ganador” ante el buen reencuentro, sería un nuevo modelo de poder que logre equilibrar innovación, inclusión, libertad, responsabilidad fiscal, más soberanía, apertura global, seguridad y pluralidad. Los dos representan caminos posibles y rentables en lo político, social y económico. El destino de EE.UU dependerá tanto del impulso creador de Musk como de la defensa nacional de Trump, sin caer en el mesianismo tecnológico ni en el populismo polarizante.
Elon Musk: un influencer político de facto. Goliat contra Goliat
Musk ha mostrado una creciente inclinación a influir en el discurso público: opina sobre inmigración, política fiscal, libertad de expresión, política exterior (como el conflicto en Ucrania) y el rol del Estado en la economía. Su control sobre plataformas como X (antes Twitter) le otorga un megáfono sin precedentes. Ha dicho que el "80% de los Americanos, necesitan un nuevo partido político. ¿Se está anunciando?.
Su estilo es el de un “influencer político de facto”, con capacidad para moldear narrativas, cuestionar decisiones gubernamentales y condicionar inversiones o innovación según las políticas de turno. ¿Podrá Trump sostener su retórica sin el respaldo de los íconos de la innovación?. Trump ha basado gran parte de su discurso económico en el regreso del “sueño americano industrial”: fábricas, empleos locales, independencia energética, y una imagen de éxito que necesita “grandes empresarios” que validen esa visión.
Sin figuras como Musk, que encarnan la modernidad, el liderazgo empresarial y la capacidad de hacer de EE.UU, un país competitivo en sectores estratégicos (espacio, autos eléctricos, IA), puede quedar estancado. Apoyarse solo en industrias tradicionales como el petróleo o el acero podría limitar su alcance en las nuevas generaciones, tecnólogos y sectores empresariales que miran al futuro. Musk ya está en la política, aunque no en las urnas. Trump necesita a Musk (o a alguien como él) para dar credibilidad a su visión económica. Lo que está en juego no se resume en una rivalidad personal. Es la definición de una nueva historia. Una nueva ola civilizadora decíamos [dixit Huntington] del siglo XXI. No es David contra Goliat. Ambos son unos gigantes en cada uno de sus mundos.
Pero ninguno debe subestimar su vulnerabilidad frente al otro. Ellos deben y tienen que anticipar cualquier riesgo innecesario y peligroso, cualquier retroceso a la violencia. Y pienso que lo harán consciente y sanamente, juntos montados en un Tesla…
Nota final: Lo que sucedió en Colombia es lamentable, repudiable y primitivo. Colombia está en retroceso. Venezuela va en retroceso. El autoritarismo y la violencia le ganan terreno a la democracia y a la libertad. Musk y Trump tienen el compromiso de evitar dar un salto en falso a un pasado oscuro, bipolar, cerrado y de guerras frías, y dejar un legado luminoso a la humanidad: una nueva ola civilizadora de paz en modernidad.
@ovierablanco
vierablanco@gmail.com
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