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Héctor Rojas: la huella secreta de Venezuela en la Misión Apolo

Hoy, en medio de un renovado auge por la exploración lunar, Marte y más allá, la figura del Dr. Héctor Rojas emerge como símbolo de una ciencia latinoamericana que ha estado —y sigue estando— presente en los grandes hitos del conocimiento humano

  • LUIS ALBERTO PEROZO PADUA

16/05/2025 05:02 am

Publicada originalmente el miércoles 29 de enero de 1969, la noticia del Dr. Héctor Rojas, astrofísico venezolano vinculado al programa Apolo de la NASA, marcó una página brillante –y poco conocida– en la historia científica de América Latina. Más de medio siglo después, su legado resurge como testimonio de la contribución hispanoamericana a una de las gestas más grandes de la humanidad.
 
En tiempos donde los viajes espaciales vuelven a estar en el foco global, recordar el papel de pioneros olvidados se convierte en un deber de la memoria. Uno de esos nombres es el del Dr. Héctor Rafael Rojas, físico y astrónomo venezolano, nacido en Maracaibo el 10 de junio de 1928, que, en plena carrera espacial, no solo trabajó para la NASA, sino que desde su posición científica anunció con meses de antelación un hecho que cambiaría la historia: “En julio de este año el hombre pisará la superficie lunar”, comunicó al mundo.

La afirmación, que en boca de otro parecería una fantasía, tiene peso definitivo cuando proviene de una fuente altamente calificada como el doctor Rojas, quien ha venido trabajando intensamente en el campo de la investigación astronáutica, participando directamente en el programa Apolo, de la NASA, apunta la citada y extensa nota de El Nacional.

Basado en la ciencia y cálculo orbital
A diferencia de lo que podrían suponer sus contemporáneos, no se trataba de una corazonada ni de una intuición. El Dr. Rojas, graduado en física y experto en dinámica celeste, trabajaba con parámetros físicos, métodos matemáticos y modelaje computacional que lo mantenían al frente de un equipo de investigación del programa Apolo. Su enfoque incluía el análisis del comportamiento de gases cósmicos, trayectorias orbitales y el diseño de mecanismos utilizados en sondas y módulos espaciales.

La publicación de El Nacional, en su página D-9, firmada por el periodista Ildemaro Alguíndigue, transcribe parte de una carta enviada por el astrofísico venezolano al economista Enzio Rufino, un entrañable amigo. En ella, el Dr. Rojas no solo revelaba la fecha tentativa del alunizaje —que terminaría ocurriendo el 20 de julio de ese mismo año— sino que destacaba el profundo interés del astrofísico en que Venezuela, conociera y valorara su participación en tan crucial misión.

Al referirse a los trabajos que para entonces realizaba, señala: “Para la preparación de los trabajos relativos al alunizaje de hombres el próximo julio, decidí irme a Orland Park (Chicago) con el objeto de programar electrónicamente los parámetros físicos obtenidos mediante el método de las transformaciones sucesivas”.

Y continúa: “Una vez que la programación electrónica de los parámetros físicos quede terminada, entonces he de ir a Pittsburgh, Maryland, para recibir de la NASA las instrucciones necesarias en lo que concierne al estudio y análisis del perímetro donde los astronautas se pasearán en la Luna el próximo julio. De allí habré de retornar al Manned Spacecraft Center (actual Johnson Space Center), en Houston, Texas, para analizar las fotografías del suelo lunar tomadas por los astronautas del Apolo 8. En fin, de Houston habré de ir al Jet Propulsion Laboratory para asegurarme de que la próxima nave espacial a la Luna será telecomandada desde la Tierra en función de la exacta inclinación del sitio de alunizaje”.

Para Pierre Monteagudo, investigador venezolano que durante tres décadas se ha dedicado a escudriñar los archivos en busca de evidencias sobre la figura del Dr. Héctor Rojas, resulta altamente significativo que este científico haya declarado en enero de 1969 detalles precisos sobre los planes de la NASA para julio de ese mismo año, en plena carrera espacial. “Solo el personal de mayor confianza podía tener acceso a los pormenores de esa planificación estratégica del Programa Lunar Apolo”, acentúa el biógrafo.

Estudios del suelo lunar
El doctor Rojas plantea en la epístola que, a pesar de contar con abundante información nueva procedente de las sondas Ranger, Orbiter y Surveyor, así como de las imágenes televisadas por los astronautas del Apolo 8, (misión espacial de la que fue protagonista) la NASA debía proseguir con estudios especializados sobre la composición del suelo lunar.

Según él, aunque todas esas misiones sugerían que la superficie no presentaba obstáculos para la exploración humana, era crucial recordar que incluso en la Tierra existen terrenos aparentemente inofensivos —como las arenas movedizas— que pueden resultar letales. De forma análoga, un punto del regolito lunar, a simple vista benigno, podría estar formado por materiales altamente corrosivos, por lo que cualquier certeza basada únicamente en fotografías o en la experiencia inicial de los astronautas resultaba insuficiente.

“Nadie quiere ver a los rusos alunizar primero”
Prosigue el sabio venezolano señalando que satisfacer la curiosidad de la opinión pública estadounidense obedece a dos motivaciones políticas fundamentales. La primera, porque el pueblo norteamericano sabe que, en materia de avances espaciales, no hay gran diferencia con la Unión Soviética y nadie querría ver a los rusos alunizar antes que ellos.

La segunda, porque resulta inevitable preguntarse por qué se retrasa tanto el alunizaje, teniendo en cuenta la cantidad de datos nuevos que ya permitirían llevarlo a cabo. Además, reconoce que estas ambiciosas misiones encarecen considerablemente los impuestos y requieren enormes inversiones.

Por todo ello, afirma, la NASA insiste en promover estudios especializados: no solo satisfacen la exigencia científica, sino que también ofrecen a la opinión pública argumentos sólidos y convincentes sobre cada fase del programa lunar.

La prensa latinoamericana en el espacio
“Cuando los medios de difusión se prestan a divulgar esta clase de información, están contribuyendo en forma decisiva al despertar del interés científico en el pueblo”, refiere en la esquela el astrofísico venezolano. También suscribe que el público lector ha de estar informado del momento histórico que se vive, en el que el hombre está a punto de conquistar el espacio.

En sus propias palabras, Rojas lamentaba que la opinión pública venezolana no estuviera suficientemente informada sobre la participación de connacionales en el proyecto espacial estadounidense.

“El pueblo venezolano debe saber que uno de sus hijos está trabajando junto a Humberto Cogorno en el análisis matemático del modelo gravitacional”, escribe.

Refiriéndose a la rueda de prensa que hizo posible conocer y divulgar en Venezuela sus aportes a la ciencia, indica: “ella produjo efectos favorables en la joven generación de nuestro país. Creo que hizo comprender a los jóvenes —explica— que el nombre de Venezuela puede ir muy lejos si sus hijos luchan por lograr tal ideal, pero sabiendo de antemano que tal lucha es dura antes de lograrlo”.

Verdad imprescindible
“Los periodistas han podido constatar por sí mismos cuán pobre es mi familia y al comentar este hecho en sus artículos demuestran al mismo tiempo a la juventud de nuestro país que la pobreza no es en ningún caso impedimento para realizar un ideal”, suscribe Rojas en la misiva como una verdad imprescindible.

La figura de Rojas ha quedado casi invisible en los relatos oficiales de la NASA, en los anales de la ciencia y, aún peor, en la historia de Venezuela. Sin embargo, su aporte fue decisivo: sus estudios respaldaron los cálculos de trayectoria lunar, el alunizaje y el regreso seguro de los astronautas a la Tierra. Un verdadero motivo de orgullo latinoamericano.

Ciencia con acento latino
Hoy, en medio de un renovado auge por la exploración lunar, Marte y más allá, la figura del Dr. Héctor Rojas emerge como símbolo de una ciencia latinoamericana que ha estado —y sigue estando— presente en los grandes hitos del conocimiento humano.

Desde su escritorio en Maryland, hasta los laboratorios de la NASA, el científico venezolano tejió con rigor, cálculo y pasión científica una de las predicciones más certeras de la historia contemporánea.

En tono conmovedor el Dr. Rojas le recalca al Dr. Rufino: “Leer el contenido de los artículos (de prensa) fue un momento que no me es fácil describir con las palabras, pues, ya la idea forjaba en mis pensamientos de que Venezuela quizás un día sabría de mi amor por ella, pero cuando ya yo hubiere muerto”.

Su legado merece ser reivindicado, no solo como dato histórico, sino como inspiración para nuevas generaciones de científicos hispanos que, como él, creen que la ciencia no tiene fronteras… ni gravedad que detenga sus sueños.

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista especializado en crónicas históricas
luisalbertoperozopadua@gmail.com
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