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Tomás Ignacio Potentini, periodista y ciudadano, I

Este piriteño y oriental extraordinario dejó para la historia y para el futuro de la Patria escritas las razones, los motivos, las aspiraciones de su generación en medio de aquella lucha titánica contra el poder arbitrario de Guzmán Blanco

  • JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ

11/05/2025 05:02 am

No porque sea en este día la efeméride de su nacimiento en el pueblo de Píritu, en Anzoátegui, en la costa oriental de Venezuela, tan cargada de historia y de tenacidad civilizadora para establecerse allí como parte de España en la tierra de los indios con aquel nombre y de los chacopatas, entre otros, de la raza caribe; no porque sea tampoco la fecha de su lamentable fallecimiento, ya que murió abandonado a su suerte en el pueblo de Puerto La Cruz, no mereciendo terminar su vida memorable de esa manera.

No son pues los días en los que usualmente, cada cierto tiempo, se recuerda a un grande hombre y que, definitivamente, sería innecesario ya que existen hechos, virtudes, ejemplos, obras que son atemporales, y que pueden ser traídas a la memoria de los hombres en cualquier momento por la validez de su mensaje, de sus acciones y sus hechos, la nobleza de su pensamiento, la perennidad de su obra y de su vida. Tal es el caso de Tomas Ignacio Potentini.

Poeta, escritor, ensayista, editor, periodista, político de alto vuelo que nació un 17 de marzo de 1859, y murió un día de julio de 1906. Su vida adulta y ciudadana transcurrió en medio de la perpetua desgracia venezolana, la tragedia que parece secular, cíclica e interminable del autoritarismo, del atropello, de la incivilidad, de la barbarie del déspota de turno que se enseñorea de un país, tal y como fue el caso, avieso y prolongado del general Antonio Guzmán Blanco, quien ejerció el poder disminuyendo a la República, y acentuando su hegemonía personal y quien saltó del septenio (1870-1877) al quinquenio (1870-1884), del quinquenio al bienio (1886-1888) y del bienio a una vida disipada en Europa, buscando eternizarse aquí como lo hizo finalmente durante el episodio vergonzoso que se llamó en Venezuela la: “Aclamación Nacional”.

Antonio Guzmán Blanco, abogado por cierto y que devino en general, era un hombre de indudable talento personal y formación intelectual con conocimiento y experiencia de lo mejor de la cultura de América y Europa, pero que dedicó a reforzar su poder personal y político, y a través del mismo, aplicó todas las impúdicas y descaradas maneras para incrementar ilícitamente la riqueza individual y familiar.

Egocentrismo, autoritarismo, intemperancia, personalismo ejercido al servicio de sus intereses al margen de las necesidades nacionales, y en contra de aquellos derechos establecidos en la Constitución, incumplida y humillada al capricho del dictador y de los suyos. Sí, sí señores dictadura, de todos aquellos que también le acompañaron porque la tiranía no actúa sola y el tirano no es sino una consecuencia de un pueblo que lo consiente.

Al observarlo a lo lejos con el transcurso de los años, las décadas, los siglos, el general Antonio Guzmán Blanco representó la antítesis de sí mismo como hombre y como gobernante: el caudillo enfrentado al civilizador; el personalista enfrentado al hombre con cultura; el déspota ilustrado que en definitiva sometió a su antojo al país. “Ni cristiano ni turco, sino ególatra y nada más, no es verdadero amigo de nadie, es simulador y aparenta modestia, es más vanidoso que estrictamente soberbio, no tolera a quien se le opone y odia a la Iglesia y al clero porque acatan una ley que no es su voluntad, son opiniones de los miembros de la Iglesia sobre Guzmán”, como bien lo sintetiza en la biografía sobre el personaje María Elena González Deluca.

Sí queremos profundizar en esa dualidad entre la ilustración y el mesianismo presente en la vida y en la obra de Guzmán Blanco, don Guzmán, como se le llamó en Europa gracias a esa vida de salón que le fue tan propia: el diplomático, el Ministro con poderes extraordinarios que se hacía otorgar para disfrutar en Europa en el supuesto encargo de los intereses nacionales, nos encontramos por un lado, al hombre que modernizó a las ciudades, en especial a Caracas, Valencia y Maracaibo; que edificó el Capitolio Nacional y Teatros singulares; el que dictó aquel Decreto de avanzada social como fue el de Instrucción Pública Gratuita y Obligatoria; el que creó la moneda nacional por encima de las extranjeras a través del “Bolívar” de plata; el que modernizó nuestros Códigos Civil, Penal, Militar, entre otros; el que dictó la Ley de Matrimonio Civil; el creador de la Compañía de Crédito, y sin embargo: ¿Cómo pudo el modernizador de Venezuela como lo fue en varios aspectos, ser un autócrata soberbio y vanidoso que al mismo tiempo destruía a la República y sus derechos democráticos? Un déspota ilustrado es más imperdonable, si ello fuera posible, que un bruto o ignorante, audaz y temerario en el ejercicio oportunista de la política. Ambos son cuestionables pero como bien lo expresó el Libertador: “El talento sin probidad es un azote”; el cruento látigo contra la humanidad y la República.

Hombre culto enemigo de la cultura. El inolvidable amigo e historiador venezolano José Antonio de Armas Chitty, recordaba una anécdota que retrata el sarcasmo del Jefe al negarle al poeta Francisco Guaicapuro Pardo el reconocimiento de un premio que ganó por su obra: “Al Poder de la Idea”, expresando Guzmán Blanco: “Dígale al poeta que le cobre a Galileo el monto del premio para que tenga una idea del poder”.

Es sorprendente examinar aún en este tiempo, las medidas administrativas de Guzmán Blanco, sus logros en determinadas materias versus sus excesos personalistas y sus actos en contra del patrimonio del Estado y de la responsabilidad de un gobernante.

Estatuas suyas fueron erigidas en todas partes hasta que el pueblo se abalanzó espontáneo y decidido contra ellas.

Guzmán Blanco, el defensor de los derechos de Venezuela sobre el Esequibo, al mismo tiempo estuvo interesado en negocios y en las concesiones que se podían otorgar con participaciones suyas. El lucro de Guzmán Blanco en base a los bienes e intereses del país fue absolutamente descarado y grosero.

Se hace necesario resaltar lo que significó de negativo, las contradicciones, errores y vicios que supuso el gobierno, la trama, los métodos que empleó, y más lo que representó en contra del ideal republicano que bien pudo por sus propios méritos encarnar por sus capacidades, por la causa liberal que lideró y su programa.

Ningún otro contemporáneo como él para entender la magnitud de la tarea a emprender para la transformación integral de Venezuela y no la realizó. Otra oportunidad perdida en nuestra desgarradora historia.

Reflexión, propósito, determinación, sacrificio que tuvieron que realizar tantos hombres antes y en su momento para enfrentar la opresión y el despotismo, tal y como lo realizaron, entre otros, Tomás Ignacio Potentini, al sostener como lo hizo la libertad política, la libertad de expresión, las libertades democráticas en una época en la cual estaban absolutamente conculcadas.

La obra intelectual y ciudadana del poeta fue oportuna, lucida y fecunda, de alta factura literaria, de gran significación venezolana.

En la ciudad de Barcelona, se dedicó en un tiempo a la tarea editorial y periodística como fundador de diversos semanarios tales como “El Triquitraque”, “La Chupa”, “La Libertad”, “Las Flores”, en los cuales demostró su multiplicidad como escritor tanto para la prosa y la crítica social, como para la opinión y la poesía.

Le correspondió en esa época del: “Guzmancismo” el exilio en República Dominicana, y luego de un tiempo, pudo regresar a Venezuela.

Entre los años 1886 y 1888 se impulsó un nuevo período presidencial de Guzmán Blanco con ribetes de supuesta y pretendida: “Aclamación Nacional”, tal y como se conoce en nuestra historia. ¡Qué infame crimen han cometido los traidores, los cómplices, los aduladores, los aprovechadores y desangradores de la Patria!.

En ese interín, para apreciar de nuevo a Potentini como editor y periodista, fundó en Caracas: “El Yunque” que apareció en 1887.

Por hecho admirable de la investigación histórica, por hecho admirable del destino incluso, en mis manos se encuentran provenientes de una biblioteca particular la colección completa original de diario: “El Yunque” salvado del olvido y la posible destrucción. Este tomo admirable y único recoge también para la historia del periodismo en Venezuela las publicaciones de “El Delpinismo”. “El Yunque”, fue pues un periódico del lado ciudadano cuyo lema fue una inmortal expresión del francés Víctor Hugo: “El presente es el yunque del porvenir”.

¡Víctor Hugo, el inmortal francés!. Víctor Hugo el escritor y aquella premonición extraordinaria referida a su país, la patria del 14 de julio y de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano:

“Tú te mantendrás gigante ¡oh pueblo! á pesar de esos enanos. Algún día ¡oh Francial brillando en tu pupila el relámpago de Prometeo, te erguirás, cual gran resucitada, sobre el Rhin y sobre los Apeninos.

Surgirás; tu frente lanzará los horrores, el espanto y la aurora á tus negros sepultureros, y exclamarás: ¡libertad! ¡paz! ¡clemencia! ¡esperanza! Esquilo en Atenas y Dante en Florencia se acordarán en el borde de la tumba, despiertos, y contemplándote altivos y alegres, humedecidos los ojos: el uno creerá ver á Grecia y el otro á Italia. Y tú dirás: aquí estoy para apaciguar y desatar; todos los hombres son el Hombre, un solo pueblo, un solo Dios. ¡Ah! por toda la tierra ¡oh patria! en todos los puntos las manos te implorarán; no hay culebra, ni hidra, ni demonio que baste impedir la obra; todavía no hemos dejado de ser franceses; el universo aguarda la continuación y quiere nuevos ensayos. Todavía oiremos romperse algunas cadenas y veremos temblar los añosos robles”.

En el análisis de este material desconocido encontramos la sostenida postura a favor de la Constitución, de la libre expresión del pensamiento, de las ideas, de la polémica contra la prensa oficial.

En el segundo número del 14 de febrero de ese año, Potentini escribió un artículo titulado: “El Periódico”, en el cual expuso su doctrina y señaló: “Como la Hostia bendita para el católico creyente, tal es el periódico a los pueblos” y lo define como: “… especie de cielo que tiene por sol el pensamiento y por estrellas las ideas…” y como: “…verdadera biblioteca popular”. En ese mismo texto aparece su poema: “Odiad al Libre”, en el que ironiza el servilismo y la complicidad de tantos hombres.

En el tercer número de: “El Yunque”, se acentúa el fiero debate con la prensa del gobierno a favor de: “Los derechos y deberes de los venezolanos”, el cual estuvo a cargo de Luis Correa. Otros escritores, se pronunciaron a favor de la prensa libre, así como a favor de la: “vida activa y republicana” tal y como lo expresó Alejandro García Nieto impulsando con agudeza y sabiduría en el fragor de todas nuestras contiendas cívicas la: “labor de enseñar a los hombres y a los pueblos a vivir la vida ciudadana”, labor esta que nunca finaliza.

De la misma manera, en el número siguiente del día 16, Luis Correa dejó constancia del estado de la vida nacional de aquellos años dolorosos: “El comercio presenta un aspecto triste: sus transacciones son de muy poca significación; su bancarrota es casi inminente. La agricultura está infeliz, sin apoyo, sin estímulo. Las industrias no tienen vida propia, ni pueden tenerla mientras no les tiendan mano protectora. La generalidad de la familia venezolana perece de necesidad”.

Por su parte, en ese mismo día, Potentini escribió su texto: “Pensamientos” en el cual desarrolló un valioso concepto sobre lo que es la libertad y dijo: “La libertad es esencia divina, es sentimiento natural del alma, es derecho inmanente de los pueblos. El magistrado que dice “yo doy la libertad” se exhibe como necio porque pretende robarle los atributos a Dios… Cuanto más lo que puede y debe hacer un magistrado es garantizar el ejercicio de la libertad”.

El día 17, bajo el título de: “Meetings Populares”, de nuevo el ilustre poeta hizo una brillante descripción de lo que debe ser la concurrencia ciudadana y conducta democrática. Oigámosle decir: “Necesitamos reunirnos en las plazas públicas a debatir las conveniencias políticas, a proclamar nuestras creencias y a probar que nuestros intereses son comunes en el amor a la República y que nuestro partido es poderoso, porque se apoya en la simpatía popular y tiene por norte la implantación de los principios liberales y la impersonalidad de los gobiernos y la costumbre de ver discutir actos, decretos y personalidades ministeriales a la luz de un criterio público severísimo, al crujir de una prensa sin traba alguna, con la voz de los oradores populares arrebatados en entusiasmo patriótico, y al calos mismo de las pasiones, necesarias en toda lucha”.

Luego de un vibrante editorial donde se defendió y expuso el contenido de la Regeneración Nacional como concepto y necesidad de la Nación, en respuesta viril al propio general Guzmán Blanco quien sostuvo la justificación de la violencia a cargo de la oligarquía, se exhibió nuevamente la pluma crítica de Luis Correa, y el día 28 de febrero, Tomás Ignacio Potentini publicó su artículo: “Protesta” en el cual denunciaba haber sido llevado a prisión junto al redactor Silva Bonalde en la cárcel de la Rotunda por orden del Gobernador del Distrito Federal. Entonces alegó: “Toda la sociedad nos conoce y está convencida de que no queremos revoluciones armadas para disputar a los conservadores el poder, desde luego que estamos convencidos de la irracionalidad de las revoluciones fatricidas”, y afirmó: “Queremos la extinción pacífica del macheterismo… La extinción legal de los gobiernos… que no pueden desarrollar las facultades cívicas de los pueblos… “.

Luego de la prisión, el día 1 de marzo, “El Yunque” ratificaba su postura ideológica: “Nuestra idea al escribir este periódico no ha sido conspirar contra la paz de la República”, reclamando la libertad de Potentini, y señalando que tal acto gubernamental no era otra cosa sino un: “… pretexto, para apagar con él ideas…”, e indicaron concluyentemente: “…la revolución que pretendemos es aquella que se lleva a cabo en los campos de civismo, y que es admitida por los Gobiernos sensatos como contrapeso político y como sistema salvador. Nuestra revolución no es para cubrir de luto los hogares, no es para anegar al país de sangre fratricida; no, lo que intentamos es regenerar al pueblo con sabias doctrinas; lo que intentamos es levantarlo del abatimiento e indiferencia en que yace…”.

No obstante estos hechos insólitos “El Yunque” continuó apareciendo con el resto de los redactores que quedaron defendiendo con valor y constancia las ideas de contenido ciudadano y republicano. Bajo el título: “Cuestiones Constitucionales” se sostuvo, por ejemplo, la necesidad de su vigencia y que el Congreso restituyera el equilibrio de los poderes así como la libertad de los ciudadanos.

Al poco tiempo, todos los redactores principales del periódico fueron liberados, Tomás Ignacio Potentini escribió el texto titulado: “Libertad”, en el cual preguntó: “¿Qué hemos hecho nosotros? Nada! ¿Qué bien merecemos nosotros? Ninguno. Al pueblo venezolano se le debe todo, y es el único que tiene derecho a ceñirse la corona del triunfo que hemos alcanzado.”.

Este piriteño y oriental extraordinario dejó para la historia y para el futuro de la Patria escritas las razones, los motivos, las aspiraciones de su generación en medio de aquella lucha titánica contra el poder arbitrario de Guzmán Blanco, y le señalaba a Venezuela: “…tus derechos se han reivindicado, y puedes estar segura que nadie más, nadie más se atreverá a poner la alevosa planta sobre tu sagrada Constitución”.

¿Cómo no podía este hombre de principios y decidida acción, un hombre con este espíritu fiero, admirable, superior, no haber escrito como lo hizo en tan sublimes términos el más brillante de los poemas en homenaje a Bolívar, verso telúrico y celeste, verso inmortal arrancado a la inspiración de los mejores y que lo lleva de inmortalidad?:

“Cuentan que tuvo en su faz lo que salva y lo que aterra…”. Verso volcánico y oceánico.

Hombres no de cualquier signo; hombres extraordinarios; hombres que sobresalen entre todos; hombres que trascienden y permanecen; hombres que asimilan lo grande; hombre de principios eternos que desde el comienzo agitan, expresan, multiplican, realizan, conquistan a favor de las causas humanas verdaderas e inmortales: la libertad, el derecho, la justicia tantas veces negadas pero al fin reivindicadas y triunfantes. La historia habla de los pueblos que se salvan partiendo en dos el mar y llegan, no importa el tiempo y los sacrificios, a la tierra prometida.

(Sigue el próximo domingo)
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