Habemus Papam: Robert Francis Prevost-León XIV. Una crónica desde Roma
El 8 de mayo las dos primeras votaciones de la mañana resultaron en otra fumata nera; sin embargo, muchos confiábamos en un Cónclave breve, ante la necesidad de enviar una señal de unidad y consenso de la Iglesia
"Dios no manda cosas imposibles, sino que al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas, pedir lo que no puedes y ayuda para que puedas."
— San Agustín, De Natura et Gratia, 43,50
Desde la ciudad eterna, Roma, hemos tenido el privilegio de seguir el Cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice que iniciaba el 7 de mayo del 2025, con la misa Pro Eligendo Rromano Pontifice en la Basílica de San Pedro seguida por la procesión de los 133 Cardenales Electores -todos menores de 80 años- miembros del Colegio Cardenalicio desde la Capilla Paulina hasta la Capilla Sixtina entonando el canto de las Letanías de los Santos, seguido del Veni Creator Spiritus, hasta la fórmula del juramento sobre el Evangelio de cada cardenal, y luego la invitación a los no autorizados a abandonar el lugar con la fórmula Extra Omnes.
Terminada la jornada del primer día, tras la única ronda de votación de esa tarde, observamos la fumata nera que señalaba la ausencia inicial de consenso de los 89 votos necesarios para alcanzar los 2/3 requeridos para tomar como válida la elección del sucesor de San Pedro. Un total de 108 de los Cardenales electores habían sido nombrados por Papa Francisco, lo que generaba gran expectativa de un vínculo de continuidad entre el legado de transformación que iniciaba Francisco y el futuro de la Iglesia Católica, con más de mil quinientos millones de fieles en el mundo, y con una influencia fundamental en las relaciones internacionales, fungiendo en el último milenio como un motor de la diplomacia universal.
"La paz del alma es la tranquilidad del orden; la paz del cuerpo es la armonía de las partes; la paz de la ciudad es la concordia ordenada; la paz del mundo es la tranquilidad del orden universal." Esta reflexión revela los diversos niveles de la paz, su interconexión y transcendencia. Auguramos un Pontificado que siga este camino Sinodal, de fraternidad universal, justicia social, y construcción de puentes, en un mundo de profundas divisiones y carente de compasión.
— San Agustín, De Natura et Gratia, 43,50
Desde la ciudad eterna, Roma, hemos tenido el privilegio de seguir el Cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice que iniciaba el 7 de mayo del 2025, con la misa Pro Eligendo Rromano Pontifice en la Basílica de San Pedro seguida por la procesión de los 133 Cardenales Electores -todos menores de 80 años- miembros del Colegio Cardenalicio desde la Capilla Paulina hasta la Capilla Sixtina entonando el canto de las Letanías de los Santos, seguido del Veni Creator Spiritus, hasta la fórmula del juramento sobre el Evangelio de cada cardenal, y luego la invitación a los no autorizados a abandonar el lugar con la fórmula Extra Omnes.
Terminada la jornada del primer día, tras la única ronda de votación de esa tarde, observamos la fumata nera que señalaba la ausencia inicial de consenso de los 89 votos necesarios para alcanzar los 2/3 requeridos para tomar como válida la elección del sucesor de San Pedro. Un total de 108 de los Cardenales electores habían sido nombrados por Papa Francisco, lo que generaba gran expectativa de un vínculo de continuidad entre el legado de transformación que iniciaba Francisco y el futuro de la Iglesia Católica, con más de mil quinientos millones de fieles en el mundo, y con una influencia fundamental en las relaciones internacionales, fungiendo en el último milenio como un motor de la diplomacia universal.
El 8 de mayo las dos primeras votaciones de la mañana resultaron en otra fumata nera; sin embargo, muchos confiábamos en un Cónclave breve, ante la necesidad de enviar una señal de unidad y consenso de la Iglesia, en momentos críticos para un mundo marcado por la incertidumbre, la guerra, la polarización y la confrontación, donde escasean espacios de encuentro y mediación.
Pocos minutos después de las 6:00 pm hora local de Roma llegaba el esperado momento, fumata bianca, las campanas de San Pedro sonaban anunciando a Roma y el mundo que la Iglesia Católica tiene un nuevo líder. La Banda de la Gendarmería Vaticana y la Guardia Suiza entraron en la plaza, subrayando la solemnidad y el peso histórico del momento. El recién elegido pontífice se viste, según marca la tradición, con las vestiduras papales y dedica unos momentos a la oración y la reflexión personal en la llamada Sala de las Lágrimas, una cámara privada junto a la Capilla Sixtina.
Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam!, “Les anuncio con gran alegría: ¡Tenemos Papa!”. De esta forma, desde el Balcón central de la Basílica de San Pedro, el Cardenal Protodiácono Dominique Mamberti ha pronunciado la esperada fórmula latina, comunicando a Roma y al mundo el nombre del nuevo Sucesor de Pedro:
“Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum Robertum Franciscum Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardinale Prevost, qui sibi nomen imposuit León XIV: “Eminentísimo y Reverendísimo Señor, Señor Robert Francis Cardenal de la Santa Romana Iglesia Prevost, quien ha tomado el nombre de León XIV”.
Su Santidad León XIV -agustino conciliador- nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago (Illinois - EE. UU.), hijo de Louis Marius Prevost, de ascendencia francesa e italiana, y de Mildred Martínez, de ascendencia española. Es el primer Papa estadounidense en los dos milenios de historia de la Iglesia Católica, con la peculiaridad que se nacionalizó peruano, país donde residió por más de dos décadas, llegando a ser vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal peruana. Con formación en Matemáticas, Filosofía y Teología, a sus 27 años es enviado por sus superiores a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum).
Como informa la Santa Sede, Prevost se licencia en 1984 y al año siguiente, mientras prepara su tesis doctoral, es enviado a la misión agustiniana de Chulucanas, Piura, Perú (1985-1986). Su lema episcopal es «In Illo uno unum», palabras que San Agustín pronuncia en un sermón, la Exposición sobre el Salmo 127, para explicar que «aunque los cristianos somos muchos, en el único Cristo somos uno». El 26 de septiembre de 2015 fue nombrado obispo de Chiclayo por Papa Francisco. El 15 de abril de 2020, llega el nombramiento papal también como administrador apostólico de la diócesis peruana de Callao. El 30 de enero de 2023, el Papa lo llama a Roma como prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, promoviéndolo a arzobispo.
Sus primera palabras son muy significativas en un momento marcado por la Guerra en Ucrania, la situación humanitaria en Gaza, la situación de seguridad de Israel, los conflictos armados en Yemen, Sudán, Congo, y recientemente el estadillo violento entre India y Pakistán "¡La paz sea con todos vosotros!... Quisiera que este saludo de paz entrara en vuestro corazón, que llegara hasta vosotros. A vuestras familias, a todas las personas, dondequiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra...¡Dios nos ama, Dios los ama a todos y el mal no prevalecerá! Todos estamos en las manos de Dios. Por eso, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante”. No sólo asume el nombre de León, que nos recuerda la Carta encíclica Rerum novarum del papa León XIII, que inicia la doctrina social de iglesia, su cercanía con los más desfavorecidos, sino que decide dirigirse a Roma y al mundo -visiblemente emocionado- en italiano y en español, enviando un saludo muy especial a Perú y toda América Latina.
Su Santidad León XIV -agustino conciliador- nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago (Illinois - EE. UU.), hijo de Louis Marius Prevost, de ascendencia francesa e italiana, y de Mildred Martínez, de ascendencia española. Es el primer Papa estadounidense en los dos milenios de historia de la Iglesia Católica, con la peculiaridad que se nacionalizó peruano, país donde residió por más de dos décadas, llegando a ser vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal peruana. Con formación en Matemáticas, Filosofía y Teología, a sus 27 años es enviado por sus superiores a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum).
Como informa la Santa Sede, Prevost se licencia en 1984 y al año siguiente, mientras prepara su tesis doctoral, es enviado a la misión agustiniana de Chulucanas, Piura, Perú (1985-1986). Su lema episcopal es «In Illo uno unum», palabras que San Agustín pronuncia en un sermón, la Exposición sobre el Salmo 127, para explicar que «aunque los cristianos somos muchos, en el único Cristo somos uno». El 26 de septiembre de 2015 fue nombrado obispo de Chiclayo por Papa Francisco. El 15 de abril de 2020, llega el nombramiento papal también como administrador apostólico de la diócesis peruana de Callao. El 30 de enero de 2023, el Papa lo llama a Roma como prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, promoviéndolo a arzobispo.
Sus primera palabras son muy significativas en un momento marcado por la Guerra en Ucrania, la situación humanitaria en Gaza, la situación de seguridad de Israel, los conflictos armados en Yemen, Sudán, Congo, y recientemente el estadillo violento entre India y Pakistán "¡La paz sea con todos vosotros!... Quisiera que este saludo de paz entrara en vuestro corazón, que llegara hasta vosotros. A vuestras familias, a todas las personas, dondequiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra...¡Dios nos ama, Dios los ama a todos y el mal no prevalecerá! Todos estamos en las manos de Dios. Por eso, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante”. No sólo asume el nombre de León, que nos recuerda la Carta encíclica Rerum novarum del papa León XIII, que inicia la doctrina social de iglesia, su cercanía con los más desfavorecidos, sino que decide dirigirse a Roma y al mundo -visiblemente emocionado- en italiano y en español, enviando un saludo muy especial a Perú y toda América Latina.
Habla el Papa León XIV de “una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios. Dios, que nos ama a todos de manera incondicional. Aunque ahora, nosotros aquí seguimos conservando en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente, del Papa Francisco que bendijo a Roma”. El mundo está ávido de este concepto, horizonte sociopolítico y norte moral. En un punto cuando el rearme marca la agenda de las cancillerías de todo el planeta, estas palabras resuenan con fuerza, no sólo en la Urbe sino en todo el Orbi.
“Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cercanos, sobre todo a aquellos que sufren.” Aquí pareciera haber una gran revelación en cuanto a temas medulares como la migración, el papel de la mujer en la Iglesia, o la inclusión de colectivos históricamente marginados. Las reformas de Francisco, podrían encontrar en León XIV terreno fértil para construir puentes, y en especial reavivar las relaciones entre la Santa Sede y Washington, que juega un papel irremplazable en las dinámicas globales.
Escribía San Agustín en De Civitate Dei, XIX:
"La paz del alma es la tranquilidad del orden; la paz del cuerpo es la armonía de las partes; la paz de la ciudad es la concordia ordenada; la paz del mundo es la tranquilidad del orden universal." Esta reflexión revela los diversos niveles de la paz, su interconexión y transcendencia. Auguramos un Pontificado que siga este camino Sinodal, de fraternidad universal, justicia social, y construcción de puentes, en un mundo de profundas divisiones y carente de compasión.
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