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Crear puentes, derribar muros

Mientras se abre un nuevo capítulo en el papado con León XIV, la invitación es clara: trabajemos juntos para crear un futuro donde la comunicación, la justicia y la seguridad sean pilares fundamentales de una sociedad plural y diversa

  • PEDRO ARCILA

10/05/2025 05:01 am

Hay expresiones extremas en lo trillado, quizás porque resuenan cada cierto tiempo, se refrescan según la dirección del viento o las “rociadas” de lluvia en medio de un verano inclemente. Hablar de crear puentes en un mundo hiperconectado y al mismo tiempo disgregado en intereses ocultos, resulta atractivo según la estatura de su predicador; no obstante, lo trascendente es el espacio público –según la naturaleza de cada actor –donde se descodifican voces de hipócritas narrativas que se intentan disfrazar conductas recurrentes, tal vez con la intención de dar un paso acelerado a páginas incómodas, pero sin variar en las motivaciones y los objetivos.

La comunicación se erige como un pilar ineludible en una sociedad pluralista. Historias diversas, culturas únicas y evoluciones históricas dan forma a interacciones que van más allá de lo simples encuentros. En este sentido, se puede decir que crear puentes significa fomentar un entendimiento mutuo y un diálogo abierto que permita a las sociedades prosperar juntas. Sin embargo, no todas las interacciones resultan en conexiones positivas; a menudo, los intereses personales o ideológicos pueden erigir muros invisibles que dificultan el desarrollo de relaciones significativas y equitativas.

Por otro lado, a veces los muros son necesarios. Su construcción no siempre implica aislamiento, sino más bien protección. En ciertos contextos, estos muros actúan como límites necesarios frente a ideologías anacrónicas o invasiones culturales que amenazan con distorsionar la equidad en nuestras relaciones. La analogía de crear puentes, entonces, debe considerarse en conjunto con la creación de muros estratégicos que aseguren la estabilidad y la seguridad en un ambiente social cada vez más complejo.

El planeta hoy despierta con una expectativa subida de tono. Los mensajes y simbolismos se aprecian de manera que generan un exagerado optimismo –como hacía tiempo no ocurría –que invita a renovar las apuestas por un mundo mejor. La elección de un nuevo Dignatario de la Iglesia Católica abre un compás de espera ante una circunstancia inédita, una figura donde se une el concepto del poder y el dogmatismo de una nación diversa, desarrollada en tecnología y potencialmente supremacista, y un mundo alejado de las pompas del poder, con raíces que hablan de un antiguo imperio orgulloso de su estirpe, pero caído en niveles de pobreza y atraso por siglos de sequía en políticas sociales. El simbolismo del nombre escogido por el nuevo Pontífice, -quien clama por “crear puentes y derribar muros” -habla de una convicción doctrinaria, un pensamiento determinado hacia la diplomacia que une esos dos mundos de los cuales proviene: uno por nacimiento y el otro por adopción voluntaria.

Designado cardenal apenas en 2.023 por el PAPA Francisco, en nuevo dignatario Robert Francis Prevost asume como línea filosófica el legado del PAPA León XIII, quien ocupó el trono de San Pedro desde 1878 hasta 1903, y jugó un papel crucial en la modernización de la Iglesia Católica. Su encíclica "Rerum Novarum" marcó un parteaguas en la relación entre la Iglesia y la cuestión social, promoviendo el diálogo entre diferentes clases y creyentes. Una figura para reflexionar sobre el equilibrio entre la creación de puentes, y la necesidad de proteger principios fundamentales frente a la inestabilidad socioeconómica.

León XIII abogó por la justicia social y el respeto a la dignidad humana, elementos clave en la creación de puentes efectivos entre distintos grupos sociales. Su legado nos recuerda que, para construir conexiones duraderas, es indispensable un compromiso sincero con la justicia y la equidad. Sin embargo, también es importante reconocer que, en su tiempo, como en el presente, no todos los factores tienen las mismas intenciones, y algunos pueden tratar de socavar esfuerzos legítimos de creación de canales de interacción social.

En el contexto del nuevo pontificado, donde un líder ha surgido con un enfoque renovado hacia la diplomacia y la inclusión, se presenta la oportunidad de aplicar las enseñanzas de León XIII. El actual papa puede tomar como inspiración, la idea de que la mera creación de puentes no es suficiente, si estos han sido bombardeados por la inconstancia de actores históricos, que han priorizado sus intereses sobre el bienestar colectivo.

El simbolismo que rodea la elección del nuevo pontífice inspira un renovado –pero prudente -optimismo, al tratarse de una figura que representa la convergencia de mundos diversos. No obstante, este optimismo debe ir acompañado de un plan claro, que contemple la protección de los valores fundamentales que permiten la convivencia pacífica. Como León XIII, el nuevo papado deberá articular visiones que proporcionen frenos donde sea necesario, estableciendo límites que garanticen la seguridad en una transición hacia un mundo más justo.

A medida que avanzamos en un mundo globalizado, los desafíos para crear puentes se vuelven cada vez más complejos. En ocasiones, los intentos de establecer conexiones son rebutados por la historia, pues ciertos muros han sido construidos por siglos de desconfianza, hostilidad y malentendidos. Por ello, derribar estos muros implica un esfuerzo colectivo que requiera la participación activa de todos los actores involucrados.

Es relevante destacar que, aunque los muros pueden ser vistos como barreras, también funcionan como mecanismos de defensa. De este modo, en ciertas circunstancias, pueden ser imprescindibles para garantizar la estabilidad y el bienestar de aquellas comunidades que se enfrentan a amenazas externas –o internas -. Esta perspectiva subraya que la creación de puentes y el derribo de muros no son actos mutuamente excluyentes, sino más bien dos caras de la misma moneda que necesitan ser gestionadas con sabiduría y consideración.

Crear puentes y derribar muros son conceptos que reflejan la dualidad de las relaciones humanas en el mundo contemporáneo. El legado del papa León XIII es un faro que nos guía hacia un entendimiento más profundo de la importancia del equilibrio entre la inclusión y la protección. Mientras se abre un nuevo capítulo en el papado con León XIV, la invitación es clara: trabajemos juntos para crear un futuro donde la comunicación, la justicia y la seguridad sean pilares fundamentales de una sociedad plural y diversa. América y el mundo no pueden seguir esperando; debemos actuar ahora, inspirados por el deseo de un nuevo amanecer en nuestras interacciones diarias

Pedroarcila13@gmail.com 
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