La Tercera Vía y un nuevo tipo de liderazgo
El propósito de hacer política es acompañar a la gente para apoyarlos en resolver sus problemas; en vez de hacer política para alcanzar el poder
El término “Tercera Vía” se hizo famoso a partir del liderazgo de Tony Blair, el Primer Ministro británico que logró que volviera el partido Laborista al poder, después de muchos años en manos del partido Conservador. Ese logro de Blair lo hizo buscando un centro, definido por puntos de posible convergencia entre la izquierda populista en que había derivado su propio partido, empobreciendo al país, y la derecha, conspicuamente representada por Margaret Thatcher bajo un enfoque que había maximizado las diferencias socioeconómicas.
Se me ocurre que en Venezuela también necesitamos una “Tercera Vía”, siendo en nuestro caso mucho más urgente porque nuestro deterioro, en lo económico y en lo político, son mucho mayores, dado el empobrecimiento generalizado de la economía y la continuación de políticas económicas que no van a resolver el problema; y, en lo político, dado que la polarización es también mucho mayor a la que presentaba Gran Bretaña en el momento que surgió la “Tercera Vía”.
El problema económico no sería tal si nuestros liderazgos estuvieran dispuestos a entenderse, si tuviesen la suficiente inteligencia emocional como para reconocer que, en un país democrático pluralista, ningún sector ni liderazgo debería plantearse la descalificación ni desaparición del otro.
Se me ocurre que en Venezuela también necesitamos una “Tercera Vía”, siendo en nuestro caso mucho más urgente porque nuestro deterioro, en lo económico y en lo político, son mucho mayores, dado el empobrecimiento generalizado de la economía y la continuación de políticas económicas que no van a resolver el problema; y, en lo político, dado que la polarización es también mucho mayor a la que presentaba Gran Bretaña en el momento que surgió la “Tercera Vía”.
El problema económico no sería tal si nuestros liderazgos estuvieran dispuestos a entenderse, si tuviesen la suficiente inteligencia emocional como para reconocer que, en un país democrático pluralista, ningún sector ni liderazgo debería plantearse la descalificación ni desaparición del otro.
Entonces, el liderazgo que Venezuela no tiene y necesita es el que corresponde a un “Buen Padre de Familia”, de toda la familia venezolana. Necesitamos un liderazgo que promueva el Equipo Venezuela, el que nunca hemos tenido. Vayamos a competir afuera, no a destrozarnos adentro.
El perfil de este liderazgo para la “Tercera Vía” se destacaría por los siguientes rasgos:
El propósito de hacer política es acompañar a la gente para apoyarlos en resolver sus problemas; en vez de hacer política para alcanzar el poder.
Cuando las cosas marchan mal, el énfasis de la política debe ponerse en aportar soluciones, en vez de criticar y criticar para descalificar al contrario. Mucho menos se debe recurrir a descalificar a los representantes de un mismo bando para ser “uno” quien llegue al poder, evitando que llegue “el otro”.
La forma de cambiar un gobierno poco apreciado por su mala ejecutoria u origen no es amenazar al poderoso para castigarlo porque, si se eleva el costo de salida del poder, al gobernante no le queda otra opción que aferrarse al poder; “rodilla en tierra”. Como dice Robert Dahl, los cambios de regímenes autoritarios sólo ocurren cuando los opositores le bajan el costo a la salida y tienen suficiente unidad, organización y capacidad de movilización como para castigar al régimen cuando atropelle. Entonces, hay que negociar las salidas y, para eso, hay que tener una personalidad y trayectoria política que proyecten armonía, no revanchas.
La política se basa en consulta a la población para conocer sus necesidades y aportar soluciones, la comunicación para informar y educar sobre las fórmulas para satisfacer dichas necesidades, la organización y la movilización masiva para ponerle fuerza, democrática, pero fuerza, a las propuestas que se deseen implementar. La desmovilización que plantea la abstención es un contrasentido político, más aún para quien tiene un mayor apoyo potencial. El nuevo liderazgo necesita insistir en el voto, las instituciones, las leyes y la democracia, en vez de plantear mecanismos sobrevenidos, como la retaliación, la invasión o el absurdo de la abstención. Esta última siempre ha tenido los peores resultados, dándole a los gobiernos mayorías que no tienen y que luego gobiernan a sus anchas. En el caso actual venezolano, a la ventaja que le da al gobierno la abstención en las futuras elecciones, se le suman el divisionismo entre los partidos de oposición, la multiplicidad de candidatos que presentan frente a un solo candidato por cargo que presenta el sector oficial, el adelanto de las elecciones para evitar que la oposición tenga tiempo de preparase y la falta recursos de la oposición por comparación con el sector oficial.
La descentralización es una gran deuda que tiene la capital con el resto del país. Así como los gobiernos han pretendido concentrar el poder económico haciéndose de la propiedad de la industria petrolera y de unas 1.000 empresas (inútiles) más, sobrevaluando el bolívar para privilegiar las importaciones contra la producción, el empresariado y el empleo nacional, así mismo quienes han controlado la política y al Estado venezolano han concentrado el poder político administrativo a través del centralismo. La salud social, política y cultural del país requiere de un gran proceso descentralizador. Profundizar la descentralización integrando las gobernaciones y alcaldías (los poderes constitucionales) con las instancias sobrevenidas del poder comunal; en vez de enfrentarlas a través de la creación de un Poder Comunal o Sistema Federal de Ciudades (rechazado en el referendo de 2007) que le resten recursos y funciones.
El progreso lo vamos a alcanzar, como en todos los países que lo están logrando, cuando el gobierno de turno entienda que el estatismo, los controles exagerados, el intervencionismo y el rentismo, originados por el autoritarismo de quienes gobiernan, son el origen del problema. La solución radica en el entendimiento gobierno-empresa-trabajadores, permitiendo y aupando el desarrollo de la empresa privada, como lo han constatado hasta los países más comunistas del mundo, como China y Vietnam, y países autoritarios hasta el despotismo, como Nicaragua; pero no lo han entendido Cuba, Venezuela ni Corea del Norte.
Necesítamos superar la pobreza enfocándonos en enseñar a pescar, mejores trabajos, sueldos y créditos; en vez de regalar el pescado, bolsas de comida y repartiendo subsidios para manipular a los pobres para obtener apoyos electorales. La dádiva y la manipulación populista electoral inducen a profundizar, no a aliviar, la pobreza porque empujan a los pobres a jugar “Yo pierdo-Tú ganas, pero dame”. Eso no es digno. Tampoco se trata de no dar a los minusválidos que lo necesiten. Eso es otra cosa.
@joseagilyepes
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones