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Lentejas: Herramienta de liberación y dignidad

Aquellos que han dado la espalda a su propia verdad por obtener migajas de poder, son recordados no por su brillantez académica, sino por su falta de integridad en momentos cruciales

  • PEDRO ARCILA

26/04/2025 05:00 am

La búsqueda del conocimiento ha sido una constante en la historia de la humanidad, inundando las mentes inquietas de aquellos que han considerado este atributo como una forma de liberación. Sin embargo, el conocimiento no solo se erige como una herramienta para forjar un camino racional hacia el desempeño cotidiano, sino que también se convierte en un reflejo de la imagen que deseamos dejar para la posteridad. En este sentido, el desarrollo del pensamiento crítico en la antigüedad, propiciado por la filosofía, nos proporciona un asidero para entender la dualidad de la existencia humana, así como sus implicaciones éticas y morales.

A lo largo del tiempo, figuras emblemáticas de la filosofía, con posiciones antagónicas como Platón y Leucipo en Grecia clásica, o Lamarck y Saint Hilaire en la Europa del siglo XIX, nos han dejado lecciones invaluables. Su legado resalta cómo las formas de pensar y actuar son tan importantes como el contenido de estas ideas. La confrontación de posiciones opuestas ha inspirado la búsqueda de una verdad, que, si bien puede parecer etérea, se traduce en actos concretos y decisiones que forman el carácter individual. Sin embargo, no podemos olvidar que cada mente es un universo particular; por tanto, las enseñanzas recibidas se asimilan de maneras diversas, dando lugar a un fenómeno individual que se manifiesta en la conciencia de cada discípulo.

Esta variabilidad de interpretación resulta palpable cuando observamos a alumnos de la misma escuela formados por principios rectos y sabiduría compartida; sin embargo, el producto de su aprendizaje puede ser radicalmente opuesto. La historia nos presenta un ejemplo esclarecedor: Diógenes de Sinope y Aristipo de Cirene, dos discípulos de Sócrates que encarnaron visiones contrastantes sobre la existencia. Mientras uno abrazó la austeridad y la autarquía, el otro optó por una vida de placeres y servilismo ante el poder.

El relato de Anthony de Mello en “El canto del pájaro” ilustra esta disyuntiva con maestría. Aristipo, quien disfrutaba de los lujos generados por su relación con el tirano Dionisio, observa a Diógenes alimentándose de lentejas y le sugiere que, si aprendiera a ser sumiso, podría escapar de esa miseria. La respuesta de Diógenes es contundente y profunda: "Si hubieras aprendido tú a comer lentejas, no tendrías que adular al rey". Este intercambio no solo refleja la dignidad inherente en la autosuficiencia, sino que también cuestiona el valor de la humillación en pro de satisfacer deseos materialistas.

Más allá de la versión de Mello, el relato se repite en “Vida de los filósofos más ilustres” de Diógenes Laercio, donde los roles se invierten, pero el mensaje permanece intacto. La esencia de estos diálogos radica en la crítica a una vida de sometimiento y a la posibilidad de alcanzar una dignidad personal a través de la autoexploración y el autoconocimiento.

En la actualidad, esta lección parece más pertinente que nunca. La experiencia de la Venezuela contemporánea refleja esta paradoja de la dignidad amenazada. No importa cuán prestigiosa sea la formación académica o las credenciales ostentadas; muchas personas, admiradas anteriormente por su integridad, hoy se ven obligadas a postrarse ante el poder económico y político, dejando un sabor amargo en aquellos que alguna vez encontraron en ellos un símbolo de dignidad. Este fenómeno pone de relieve que, sin una sólida autovaloración y principios éticos inquebrantables, los títulos y honores se convierten en meras insignias vacías.

La historia nos enseña que el conocimiento debe ir acompañado de un profundo sentido de dignidad personal. Aquellos que han dado la espalda a su propia verdad por obtener migajas de poder, son recordados no por su brillantez académica, sino por su falta de integridad en momentos cruciales. El dilema entre el conocimiento y la dignidad es, en última instancia, un llamado a la reflexión sobre cómo vivimos nuestra existencia y a qué valores decidimos servir.

El conocimiento tiene, sin duda, la virtud de liberar. Sin embargo, como lo demuestran las enseñanzas de los grandes maestros y las realidades contemporáneas, este poder solo se realiza plenamente cuando se fundamenta en principios de dignidad y autovaloración. Solo entonces podremos formar una imagen para la posteridad que no esté marcada por la humillación, sino por una firmeza ética que inspire a las futuras generaciones. En un mundo donde el conocimiento y la dignidad parecen estar en conflicto, es nuestra responsabilidad forjar un derrotero que honre ambas dimensiones, creando así una herencia de verdadero valor. Aprender a comer lentejas puede ser una herramienta de valor sublime, un instrumento de incalculable utilidad en tiempos de tribulación, cuando el ego es un eufemismo mal administrado y el estómago se convierte en la parte más frágil de la conciencia.

pedroarcila13@gmail.com 
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