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Imperios

Tener esa capacidad de decisión, de autonomía mínima, es sumamente difícil para un país pequeño, como los son ahora todos los latinoamericanos menos Brasil y México

  • GUSTAVO LINARES BENZO

05/04/2025 05:04 am

A poco más de dos meses de la llegada de Trump II, lo que se decía desde el principio parece ser cierto: el emperador Donald. Entonces, se suma uno más al elenco, se perfilan varios imperios. Hay planes para un encuentro Trump Putin, los Estados Unidos votan con Rusia en el consejo de seguridad, Europa se toma en serio su rearme. Y China se recontraarma.

En definitiva, se da fin al orden mundial posterior a la II Guerra Mundial: bienvenidas las guerras de agresión. En otras palabras, Putin se queda con lo arrebatado a Ucrania; Trump conquista el canal de Panamá y Gaza. China se coge Taiwan. Y de ahí para adelante.

Más allá de lo dinámico de la situación, pues Trump va dando bandazos, lo que parece claro es que el mundo dejará de ser unipolar, no en el sentido de que se volverá “multipolar” según decía Chávez, sino de que habrá varias unipolaridades independientes, varios imperios. Cuáles es lo que está por verse. Dos claramente tienen la capacidad y la disposición de serlo, USA y China.

Estados Unidos abandona su multilateralismo y se declara imperio, China tiene al menos la larga década de Xi Jinping por ese camino. Las incógnitas son Europa, la India y la misma Rusia, en ese orden de capacidad. Cada potencia se hará una hegemonía, y unas y otras se relacionarán únicamente por la fuerza y el interés. Un mundo sin reglas.

Qué hacer desde un país que era mediano y se ha empequeñecido brutalmente en los últimos años; y que ahora se halla en el dilema de escoger una u otra hegemonía, o tratar de navegar entre ellas. Más que rechazar a los imperios, pareciera que la cuestión es escoger el que más nos gusta o nos conviene; o como enseña la más mínima experiencia vital, escoger el mal menor.

Tener esa capacidad de decisión, de autonomía mínima, es sumamente difícil para un país pequeño, como los son ahora todos los latinoamericanos menos Brasil y México. Imposible, dice esa mina de verdades que es El Príncipe de Maquiavelo. De hecho, demasiado bien nos había ido a los pequeños en estos ochenta años sin conquistas: seguimos existiendo.

Si algo enseña la historia, es que ni siquiera tendríamos esa opción de escoger. El plan del gobierno ante el rechazo de EEUU era tratar de compensar algo con una Rusia y China. Pero ese mínimo de maniobra no cabe en las relaciones entre “potencias”, como se decía no hace doscientos años. Simple reparto de zonas de influencia y el regreso de América Latina a los treintas del siglo XX. Backyard, o peor. Ese parece el plan de Donald I.

De allí que el ruido más intenso en el acontecer reciente, ante la desaparición de Europa, fue la negativa de Lula a permitirnos ingresar a los BRICS, donde la presencia de ciertas potencias menores todavía no totalitarias (Brasil, India, Turquía) permitirían soñar con algún equilibrio con las grandes. A ese proceso hay que ponerle mucha atención.

Pero como las profecías siempre son difíciles, más si se refieren al futuro, todo es especulación. Lo que no lo es y es lo único que le queda a los pequeños (bien sean países, o personas sin mayor capacidad de influir políticamente en el propio) es ser sí mismos. Al menos rechazar en la medida que las potencias dejen el imperialismo sobre las almas, nacionales o personales.

La lucha contra la mentalidad colonial, cualquiera que sea, es necesaria para ser (por ejemplo, Puerto Rico o Kirguistán serán más o menos maravillosos, pero no son). Empieza desde el teléfono inteligente. Dejarlo de usar por una hora es un acto de rebelión, de resistencia, contra las potencias más o menos maravillosas que pretenden colonizar las almas de todo y de todos.

Pero eso es otro artículo, el próximo.

@glinaresbenzo
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